Relato Mk: La Decepción del Orden.

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Evil_Konan
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Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por Evil_Konan » Dom, 01 Feb 2015, 01:05

Prologo: Bueno, a ver si con este no tardo tanto como siempre. Se me ocurrió una (des)aventura protagonizada por Kung Lao en medio de los eventos de MK2 o Shaolin Monks un tanto alterados como acostumbro hacer. En esta ocasión, los héroes tienen previsto participar en el torneo de Outworld pero antes deben cumplir una serie de misiones como rescatar a Kitana y luego ir a Kombat Tomb, pero algo imprevisto en el camino los obligara a tener otro destino... y por el título ya podéis imaginar que cierto seidiano va tener algo que ver... pero otros personajes aparecerán antes de eso. Espero que lo disfruteis.

Kapitulo 1: Algo imprevisto.

Nadie en todo Outworld habría profetizado, ni siquiera soñado por mucho que lo desearan, que las torres del imponente Monasterio del Mal arderían algún día. Dos monjes shaolin de la Tierra y una princesa de Edenia contemplaban desde una distancia segura al colosal templo lamido por las llamas de un dragón. A sus oídos llegaban los aullidos de los espectrales monjes agonizando en un fuego purificador mientras sus deformes esclavos luchaban en vano contra el incendio, y de los ventanales veían como escapaban las almas como fuegos fatuos liberados de sus prisiones de magia negra. Kitana, liberada al fin de los hechizos que manipularon su memoria y sus sentimientos, parecía serena y disciplinada pero en su interior solo sentía jubilo por aquellas ruinas, donde antaño fue testigo de innumerables atrocidades contra inocentes, ya sean de Outworld, de la Tierra o de Edenia, en sangrientos rituales de sacrificios e interrogatorios inquisitoriales en los que ella misma había tomado parte sin saberlo. Sus liberadores, los monjes guerreros Liu Kang y Kung Lao cumplieron una de las tantas misiones que tenían pendiente antes del comienzo del Torneo de Outworld, lo han hecho muy bien y ella estaba más que dispuesta a apoyar la causa de Lord Raiden, lo mejor es que lo han arrasado todo y no quedaron testigos... de modo que ella podía seguir desempeñando el papel de Princesa de Outworld sin levantar sospechas. Pero había un problema, debían atravesar el Bosque Viviente, aquella tenebrosa región tiene muchos caminos que conducen a todas partes del vasto imperio pero la muerte acecha en todos ellos. Kitana se comprometió guiar a los humanos hasta el camino hacía el Kombat Tomb para que pudieran rescatar a sus maestros, mientras ella volvía a la capital para dar un falso informe... pero no antes de ver como caían al fin las altas torres desde las tinieblas del firmamento.





- ¿Hay fin en estos bosques?- se quejó Kung Lao mientras espantaba lo que parecían mosquitos con su sombrero.
- Llegaremos al centro en menos de un día- respondió Kitana- Allí os indicaré el camino a los portales de la Kombat Tomb... no está mucho más lejos.
- ¿Cuanto ha pasado?- Preguntó Liu Kang para sí.

Kung Lao compartía aquella inquietud, el tiempo era diferente en Outworld, de hecho era diferente en cualquiera de las zonas de aquel mundo. Mientras que en el exterior parecía que un día duraba una semana, dentro de la torre podían pasar semanas en lo que duraba un día. Aquel caos los descolocaba por completo y ya en el bosque donde no había manera de ver el cielo con aquellos árboles gigantescos y voraces les hacía temer por que todo hubiera acabado para cuando salieran de allí. De hecho Kung Lao miraba desconfiado a la princesa, dudaba que hubieran realizado correctamente el ritual para liberar su mente y que en realidad ella los estaba perdiendo por el bosque. Miró a Liu Kang en busca de la confirmación de que él mismo también sospechaba pero negó con la cabeza al ver que este solo tiene ojos para las hermosas piernas de su aliada.

- Acamparemos aquí- dijo ella con aire regio.- necesitáis descansar pues en la Kombat Tomb os espera una batalla infernal.
- ¿Es un lugar seguro?- preguntó Kung Lao mirando a su alrededor. No le abandonaba la sensación de que estaban siendo observados desde las sombras.
- No existen lugares seguros, Kung Lao. Aquí al menos los árboles están dormidos y las bestias saben que hay presas más fáciles que nosotros... también si cruza alguna patrulla podemos escondernos fácilmente.
- Tendremos que repartirnos las guardias- dijo Liu Kang.
- Yo haré guardia, es lo menos que puedo hacer por vosotros.
- Mucho estaríamos confiando en vos, mi señora, si pretendes que nos durmamos a tu vera.
- Kung Lao...- se quejó su compañero.

Kitana se quitó el velo y miró a los ojos de Kung Lao con respeto y firmeza.

- Eres sabio, Kung Lao. En esta tierra no puedes confiar en nada ni en nadie y mucho menos en mí, pues hay enemigos capaces de tomar mi identidad y la de tus amigos y seres queridos... yo llevo siglos viviéndolo. Solemnemente os digo, que estoy dispuesta a dar mi vida por que tu reino no corra la misma suerte que el mío. No solo es necesario la victoria en este Mortal Kombat, sino que además es el único modo de acercarnos al fin de la tiranía de Shao Kahn... ganasteis el Mortal Kombat de la Tierra, sois mi única esperanza... así que si no confías en mí pongo mi vida a tu disposición si con eso os sentís más seguros a la hora de llegar al torneo.

- Yo... - Kung Lao se obligó hacer una reverencia- Confío en vos, princesa.



El descanso era algo relativo. Para Kung Lao y Liu Kang no habían faltado bosques y montañas en los que habían dormido al raso con todo tipo de bandidos y animales merodeando alrededor, pero aquel lugar era todo vida, no una vida como en la Tierra, sino una vida hambrienta de dolor y sedienta de sangre. Hasta las piedras parecían mirarles con malevolencia. Kung Lao había conseguido dormir un par de minutos cubriendo su rostro con el sombrero, en un momento que creyó oír algo alzó el rostro pero solo encontró a Liu Kang sentado con las piernas cruzadas. Tampoco parecía muy tranquilo.

- ¿No lo consigues?- preguntó Liu Kang.
- ¿Como lo voy a conseguir en este infierno?
- No es el infierno lo que nos quita ahora el sueño.
- ¿No?
- No, hermano. Es la magnitud de nuestra empresa... la Tierra se me hace pequeña ahora comparado con tantos mundos que dependen de nuestra victoria.
- Nuestra meta es la Tierra, Liu Kang. Los demás mundos tienen sus guerreros y héroes... y ninguno se ha aliado con nosotros.
- No puedes pensar así.
- ¿Crees que Raiden no lo aprobaría? ¿Para que ha puesto en peligro la paz que hemos conseguido tras vencer el Mortal Kombat? ¿Por que arriesgarlo todo en un solo torneo lo que pueden decidirse en diez? Por que sabe que Shao Kahn no puede esperar otros quinientos años. Lo que pasó a la Academia Wu Shi volvería a repetirse en todas partes... no necesita ganar los torneos para enviar a sus lacayos, los Elder Gods no lo prohíben... pero si ganamos la Tierra queda completamente descartada de su campaña de conquista. Cualquier afrenta que nos haga lo enviaría al Netherrealm... dime ¿Cuantos reinos les interesa de que dejemos de ser el objetivo del Emperador para ser los siguientes? Nadie nos va a ayudar...
- ¿Y Kitana?
- Está sola y sedienta de venganza. Nos necesita para clavar una espina en el corazón de su padrastro... en otras circunstancias no tengo la certeza de que se habría ofrecido voluntariamente a esta alianza.
- Sabes que no es verdad... ¿por que confiarías en ella entonces?

Kung Lao agachó la cabeza ocultando su rostro con el sombrero.

- Solo estoy cansado. Ya hablaremos luego.




Liu Kang podía sustituir el sueño con la meditación y estar así alerta de cuanto ocurriera a su alrededor mientras reponía sus fuerzas. Había pasado horas pero la oscuridad no se disipaba nunca. Kung Lao prefirió dormir de forma natural, al fin lo había conseguido. Y profundamente dada las circunstancias, ya que no oyó el chasquido de una ramita al ser pisada. Liu Kang buscó con los ojos al causante de aquel ruido, dispuesto a entrar en combate... pero reconoció la pálida figura de Kitana patrullando en su guardia alrededor del campamento improvisado. Era hermosa... Liu Kang nunca había sentido nada parecido como cuando estaba cerca de ella. Aunque las mujeres en la tierra no eran ningún misterio, la vida en la Orden del Loto Blanco no había lugar para algo tan mundano como el amor... y mucho menos para el elegido que un día debía salvar la Tierra. Aquellos sentimientos sencillamente no existían... solo la amistad con sus camaradas y la devoción a sus maestros y dioses. Incapaz de resistirse, aprovechando sus recientes inquietudes como excusa, decidió levantarse y acercarse a ella una vez más.

Parecía que ella lo esperaba. Le miraba salir del escondrijo mientras guardaba sus exóticas armas.

- ¿Necesitáis dormir, princesa?
- No más que tu, héroe. ¿tu compañero?
- Está bien. No sé si nos has oído hablar durante la guardia pero...

Ella le miraba como esperando que continuara.

- Déjalo. A veces habla más con otra cosa que con la cabeza... pero es un buen hombre.
- ¿Y tú?

Él la miró por un momento confundido pero entendió que ella le miraba más allá de él mismo. Notaba su inquietud y dudas. Se sorprendió a si mismo confiando tanto en alguien que solo ha conocido unos días... ¿o fueron meses?.

- Durante años he sido preparado para honrar a los dioses y decidir el destino de la Tierra en una batalla... me inculcaron en un deber irrevocable y cuando derroté a Shang Tsung... solo sentí gloria, un inmenso orgullo de ser llamado héroe por los míos. Había salvado a la Tierra... pero es aquí y ahora cuando me doy cuenta que apenas la conozco... ni siquiera a la humanidad... considero un honor ser la herramienta de Lord Raiden en su lucha por salvar nuestro reino... pero es ahora cuando soy plenamente consciente del peso que tengo sobre mis hombros... mi mundo, el tuyo y el de muchos otros... yo...
- Tienes dudas de ti mismo- concluyó ella con voz suave- Te entiendo... y sé lo que necesitas, Liu Kang. Ven conmigo.



Kung Lao le había visto levantarse y caminar en busca de Kitana y se negó con la cabeza. Puede que sea el elegido y el campeón de Mortal Kombat pero eso no le libra de distraerse con líos de faldas. “Buena suerte con tu novia, niñato” pensó para si y ocultó su rostro con el sombrero. No sabía cuanto había dormido pero parecía ser solo unos minutos. Pero cuando se había acostumbrado ya a la malevolencia que destilaba cada musgo de aquel condenado bosque, la nauseabunda brisa que corría entre aquellos árboles con rostros durmientes trajo un nuevo olor. Uno que en realidad era muy conocido por Kung Lao... el de la sangre fresca. Aquello le hizo incorporarse de inmediato y en silencio. Durante toda su estancia había sentido la presencia de muchas cosas... pero esta vez estaba muy cerca. Camino en silencio aguzando todos sus sentidos... estaba pasando los minutos y no conseguía dar con el origen de aquel olor dulzón... hasta que notó que unas gotas calientes y viscosas se estrellaban en su hombro. Miró de reojo su propio brazo donde unas gotas de la sangre que buscaba empezaban a rodar hasta el codo dibujando unas lineas rojas. Al mirar arriba sus ojos se ensancharon de sorpresa y horror.

- Dioses Ancianos... no...- murmuró.



Kitana cogió la mano de Liu Kang y la llevó lentamente a su pecho.

- ¿lo sientes?- preguntó ella- Antes no latía. Era como una fría piedra que no reaccionaba ante nada ni nadie. Estaba muerta, Liu Kang. Muerta en vida... vacía de mi verdadero ser... siente ahora su vida. Ahora late con fuerza y lo hace gracias a ti... y por ti.

Liu Kang se sintió turbado un instante, luego se dejó embarga por sus palabras. Ella le acarició y lo abrazó y luego se besaron.

- Si esto es por lo que he luchado hasta ahora... lucharé hasta el fin de los tiempos.
- Ven.

Se acostaron sobre un lecho de hierba muerta, ambos parecían amantes noveles e inexpertos, jugando con caricias y besos hasta que ella se puso sobre él. E inclinó su cabeza para unir sus labios a los suyos. Liu Kang se vio en vuelto en una calidez agradable, había olvidado lo tenebroso de aquel bosque y preparó su cuerpo para una prueba que en realidad nunca había conocido pero siempre había deseado. Fue entonces cuando el dulce néctar de su amante se tornó dulzón y acre como la sangre... al abrir los ojos vio que las mejillas de Kitana estaban cambiando. De repente las comisuras de sus labios se alargaron de forma grotesca y podía ver unos dientes largos y afilados. Para cuando quiso darse cuenta su lengua fue capturada de un cruel mordisco. Aquella no era Kitana.

Lanzó un grito ahogado cuando aquellos dientes se clavaron en todos los músculos de su lengua. Trató de quitarsela de encima pero consiguió ayudarla a arrancársela de la boca. La mujer, identica a Kitana pero con una mandíbula tarkatana alzó su rostro con su sanguinolento premio colgando de entre los dientes. Se lo mastico rápido y se lo tragó y lanzó una cruel carcajada.

- Que bien sabes, mi amor... vamos dame otro beso- dijo de forma burlona.

Liu Kang chilló pero solo salía mugidos y borbotones de sangre de su boca mutilada. Cuando ella trató de inclinarse de nuevo él la agarró del cuello con ambas manos apretando con todas sus fuerzas.

- Hummm ¿te va lo duro, cariño?- dijo ella apartando sus manos. Acto seguido propinó al rostro de Liu Kang un cabezazo muy poco gentil y a aprovechó el aturdimiento para apoyar sus brazos contra el suelo- Te voy a enseñar como me gusta a mí.

El mareo del golpe cesó al momento cuando notó un dolor intenso y punzante en su muñeca derecha. Al mirar, vio que había un sai clavando su extremidad al suelo. Para cuando quiso reaccionar, la tarkatana había hecho lo mismo con el otro brazo mientras se reía como una demente. Entonces ella le mordió en el pecho, como si fuera una amante jugando con uno de sus pezones, pero lo que hizo fue arrancarle de cuajo todo un trozo de carne. La bestia le mordió un par de veces más, le estaba devorando vivo. Se echó más abajó y le separó las piernas con una fuerza sobrehumana, la miró con horror pues sabía que estaba a punto de morderle esta vez.

- Te va a gustar, gran hombre- dijo ella lamiéndose los dientes con una lengua larga y ensangrentada.

- ¡¡Liu Kang!!

Se oyó el grito de Kung Lao a las espaldas de aquella criatura. Ella se volvió pero no pudo evitar ni defenderse de la patada de su amigo que se la quitó de encima y la envió rodando hacía uno de los árboles. El ser se golpeó la cabeza y parecía inconsciente... Kung Lao estaba por rematarla pero en ese momento solo se preocupaba por el estado de Liu Kang.

- Oh, Dioses...- juró. Luego trató de arrancar los sais que inmovilizaban a su amigo contra el suelo.

Le estaba costando un esfuerzo tremendo. Aquella cosa tenía mucha más fuerza de lo que aparentaba y bajo la hierba muerta parecía haber una roca donde se ha clavado hondo el sai... o eso o había raíces tirando del otro lado.

- Kitana está muerta- dijo Kung Lao mientras tiraba- Ese ser...

Fue entonces cuando la vio en pie de nuevo. Sonriendo de oreja a oreja literalmente. Kung Lao se puso en guardia pero entonces aparecieron más tarkatanos desde las sombras de la maleza. Había tantos que supo que aquello era el fin. Fue en ese momento cuando notó que Liu Kang le dio una patada en desde el suelo. Al mirarle vio que gritaba algo con su boca mutilada y sus ojos. “¡Vete!” “¡Huye!” “No debes morir”

- Entregate, humano- le dijo aquel grotesco clon de Kitana- Mi señor padre os reclama... rindete y quizás llegues a él más entero que tu amigo.

Supo que decía la verdad en cuanto debía ser capturado, lo demás de su promesa era por demás mentira. Al saber que no matarían a Liu Kang decidió seguir su orden, huir para luchar más tarde y rescatarle... pero antes quería darle un regalo a aquella zorra.

- Volveré a por ti, hermano- le dijo a Liu Kang.

Kung Lao lanzó su sombrero hacía la tarkatana, la habría partido en dos con el brillante filo del borde si no fuera por que otro de aquellos seres se puso en medio y consiguió retener el proyectil el tiempo suficiente para que ella lo esquivara de un salto. El martir mutante cayó sobre sus intestinos seccionados sorprendiendo a sus semejantes... Kung Lao aprovechó el momento para huir.

- ¡Cogedle!- vociferó la falsa Kitana a sus espaldas.
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Re: Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por MK-Noob » Dom, 01 Feb 2015, 05:08

Me re sorprendió el final, nunca me lo hubiera imaginado :mrgreen: Excelente redacción tambien, espero el segundo capitulo (:clap)
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Re: Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por Error Macross » Lun, 02 Feb 2015, 01:38

Bueno, de momento no mucho para decir, coincido mucho en como has manejado a los personajes, y las escenas me gustaron, pero nada que me haya maravillado, igual es un prologo, asi que se que solo es como un preparativo. Me sorprende un poco que Kanh haya permitido que mataran a Kitana tan facil.
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Re: Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por The Shaolin Nun » Vie, 13 Feb 2015, 07:47

Pero que historia tan bellísima, emocionante... simplemente me encantó. Un final de episodio buenísimo, me quedé con curiosidad de saber que ocurrirá. Muy buena tu historia. Espero que la continúes que me he quedado con deseos de ver que sigue.
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Re: Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por Evil_Konan » Mar, 17 Feb 2015, 03:57

Kapitulo 2: Los Muros de Lei Chen.

- Creo que juega con nosotros...
- Si... el rastro está en todas partes.

Los dos tarkatanos miraban a su alrededor espalda con espalda y girando lentamente en círculos. Sus olfatos son como los de los canes de la Tierra pero la presa ya contaba con eso y se ha encargado de conducirlos a un lugar óptimo para una emboscada. Las órdenes eran llamar al resto en cuanto haya un rastro fresco al que seguir pero les pudieron el ansia de dar caza al shaolin. Los árboles ya no estaban dormidos, sus rostros parecían poner muecas burlonas pero en realidad sabían que estaban expectantes, pues pronto habría carnaza para coger con sus raíces. “Os llevareis una cuchilla, malditos” pensó el más joven. Fue en ese momento cuando oyó un zumbido, seguido de un ruido sordo, al mirar atrás enarcó una ceja al ver que su compañero seguía ahí pero sin cabeza. Aquella le miraba desde el suelo con expresión de incredulidad.
- Por los...
Al instante se quedó sin garganta para pronunciar frases. El suelo fue a golpearlo en el rostro, y cuando pudo pensar con claridad veía a su propio cuerpo decapitado de pie. Sus ojos giraron de un lado a otro tratando de aprovechar sus últimos segundos en localizar al shaolin. Al menos que pudiera decir “Te pillé” Pero la oscuridad se lo llevó antes.

Kung Lao salió de su escondite entre las ramas de un árbol muerto. Aquellos eran una avanzadilla, había muchos más en el bosque. Fue a por los cadáveres en busca de algo que saquear, estaba hambriento, los árboles ya vaciaban el bosque de cualquier posible caza, la única fauna que había se trataba de insectos carroñeros de aspecto poco saludable. Pero al mirar los bolsillos de uno de ellos supo que por lo menos para los tarkatanos son un aperitivo. Miró en el otro y se llevó un decepción peor, dedos humanos.

- Maldita sea...- Había sopesado en comer algo del propio tarkatano, no eran humanos a fin de cuentas pero se parecían lo suficiente como para poder pensar en canibalismo y desechó la idea.

Finalmente decidió continuar su huida. Hacía tiempo que dejó atrás el cruce de caminos que mencionó Kitana, pero había muchos caminos y se vio obligado a coger uno al azar por culpa de la persecución. Los tarkatanos se habían dividido en varias patrullas que los recorrían con sorprendente frecuencia. De vez en cuando algunas caen en los peligros de este bosque, al menos se puede decir que es imparcial, cuanto se alejó de la emboscada ya escuchaba las raíces arrastrándose hacía los cadáveres. Fue entonces cuando al poco rato de dejar atrás aquella matanza vio que el camino se ensanchaba y los árboles estaban cada vez más dispersos. Aligeró el paso y poco a poco se sentía mejor, acababa de abandonar el bosque viviente y se encontraba entonces ante una llanura rocosa. Subió a una colina de considerable altura y tuvo una vista amplia de lo que tenía delante.

Le decepcionó no ver el característico coliseo pero en su lugar, a lo lejos veía las altas torres de lo que parece una ciudadela de color jade. Probablemente sea territorio del Kahn, pero quizás podría encontrar señas e incluso algún medio de transporte para llegar a la capital... o al menos algún modo de contactar con Lord Raiden. Decidido, bajo la colina y corrió como el viento hacía aquellas murallas. A mitad de la carrera oyó los rugidos y aullidos de los tarkatanos, al mirar atrás vio a la muchedumbre mutantes salir de los bosques como cucarachas de unas ruinas. Les llevaba mucha ventaja pero contaban con una vanguardia muy veloz. Cuando los muros eran cada vez más visibles a la luz de un extraño atardecer, se encontró con que en el camino había un hombre que cargaba con unas tinajas de agua, parecía tener mucha prisa también pero incapaz de soltar su carga.

- ¡Señor!- llamó Kung Lao en la lengua común de outworld, muy parecido al mandarín- Esa ciudad ¿Cual es?
- ¿Estás ciego? ¡Es Lei Chen! ¡Ahora no me entretenga... no voy a llegar a tiempo!
- ¿Lei Chen?- aquel nombre le sonaba de una batalla en Outworld, un lugar que aun resistía la conquista del Kahn... ¿Seguirá siendo libre del Emperador?- Dejé eso o los tarkatanos lo alcazarán.
- ¿Tarkatanos?- miró atrás en el camino y vio las nubes de polvo que levantaban los mutantes en la lejanía- Los dioses se ríen de mí... no puedo volver sin el agua... no me abrirán.

Kung Lao no encontraba sentido aquello pero sabía que si a este aguacero no le abren, a él como extranjero menos aún. Por lo que decidió ayudarle con la carga. Kung Lao estaba bien entrenado para hacer carrera soportando ese peso y más. Juntos consiguieron llegar hasta las enormes puertas de la impresionante ciudadela, frente a ellas parecía haber restos de antiguas maquinas de asedio destrozadas y reducidas a cenizas.

- ¡Ah de la Puerta!- llamó el aguacero- ¡Traigo el agua que se me exigió, imploro que me dejéis pasar!
- ¡El toque de queda ya ha sido dado aguacero!- Desde las almenas apareció un rostro envuelto en un extraño yelmo azulado. Kung Lao no pudo identificar al momento de que se trataba- ¿Quien va contigo?
- Un viajero que ha tenido la bondad de ayudarme... supongo que busca hospitalidad ¡No lo sé! Os imploro que me abráis... me persiguen los tarkatanos.

Fue mencionarlos y aparecieron ellos. Kung Lao contó una media docena, parecían distintos a los demás, más esbeltos y ágiles, como edenianos, como aquella criatura que era idéntica a Kitana. Kung Lao se puso en guardia, el aguacero se escondió tras su carga y el centinela de las almenas observaba el combate mientras le decía a otro que llamase al Comandante. Los tarkatanos que mató antes eran débiles, probablemente mezclados con presos humanos, pero aquellos si que eran un desafío. Eran veloces, parecían danzar con sus cuchillas mientras luchaban, Kung Lao estaba débil y cansado pero no estaba dispuesto a morir tan cerca de su salvación. Revivido por una ira largamente reprimida desde que cayó Liu Kang, se dejó herir por algunas de aquellas cuchillas con tal de tener al alcance a uno de sus escurridizos adversarios. Logró alcanzar el pie de uno que iba a saltar por encima suyo para atacarle por la espalda y estrelló su cuerpo contra el suelo, luego le clavó el sombrero en el cráneo pero con tanta fuerza que quedó incrustado en el hueso y no pudo sacarlo sin arriesgarse a ser empalado por otro mutante.

Retrocedió unos pasos mientras esquivaba los zarpazos de una tarkatana que giraba sobre sí misma como una bailarina... en realidad era un tornado de cuchillas. En uno de esos giros, Kung Lao logró frenarla agarrándola por la espalda y tras coger una de sus muñecas acercó su propio filo a su garganta degollándola. Entonces alguien le pateó en la sien y lo derribó. “No... no puede acabar así” Sobre él había otro tarkatano, esté le rugió salpicándole de su viscosa saliva y alzó una de sus cuchillas en un golpe final. Pero algo brilló y la mitad de su cabeza explotó. Desde el suelo Kung Lao contemplaba como al resto de los tarkatanos le llovían proyectiles desde las almenas, parecían bolas de piedras fundida que al estrellarse explotaban y los hacían arder. “No están con el Kahn” pensó Kung Lao con una sonrisa... “La cosa ahora no puede ir a peor” y cansado por la fatiga y la lucha, se dejó caer en la inconsciencia.




El despertar no fue de los mejores. Kung Lao se encontraba sentado, con las muñecas y los tobillos engrilletados a la silla. Miró a su alrededor, estaba en una celda, totalmente limpia y aseada pero una celda al fin de cuentas. Estaba frente una mesa y al otro lado había un hombre cuyos rasgos nunca los había visto en ninguna parte de Outworld... muchos menos en la Tierra. Parecía japonés pero con rasgos occidentales, sus ojos carecían de pupilas pero era obvio que veían y sus cabellos eran blancos impolutos, recogidos en un complejo moño. Vestía con un kimono oscuro muy ornamentado lo que le denotaba ser alguien de mucha autoridad y era muy alto.

- Has despertado- dijo con voz fría- Podemos empezar entonces el interrogatorio.
- ¿Qué? Yo...
- No eres el que hace las preguntas. Soy yo, mejor para vos que lo recuerde. ¿Quien eres?
- Me llamo...- dudó un momento, decir su nombre es peligroso con tantos agentes del Emperador, este podría ser uno pero decidió arriesgarse, al fin al cabo no tenía opción- Kung Lao.
- Kung Lao. Eres muy presuntuoso al llamarte como un héroe del Mortal Kombat.
- Soy su descendiente...
- Vaya.
- ¿No me crees?
- Te creo. La razón por la que te creo es por que no se me puede engañar. Leemos la mentira en los rostros y las voces ni los más avezados agentes del caos pueden siquiera hacernos dudar... más fácil resulta leer mentiras de un humano.
- Eso nos ahorra la tortura- comentó Kung Lao sarcástico.
- Oh, no lo des por seguro. Intenta a resistirte a dar información.

En ese momento Kung Lao se percató que en otra parte alguien gemía tras el sonido de un azote. Reconoció la voz del aguacero.

- ¿Qué le estáis...?
- Céntrese en su interrogatorio, Kung Lao.- Luego hizo una extraña reverencia- Ante todo quiero expresar el honor que supone encontrar a alguien con tan digno linaje. Mi nombre es Hotaru, comandante en jefe la guardia de Lei Chen, gobernador de Lei Chen y capitán general de la Guardia del Seido.
- Seido.... ¡El Reino del Orden!
- Asi es.

Kung Lao había escuchado muchas historias de los otros reinos. De entre todos había dos reinos cuyas ubicaciones eran primordiales para los Dioses Ancianos... ni siquiera el propio Shao Kahn se atrevería a conquistarlos. Uno era el Reino del Caos, donde todo estaba sujeto a constante cambios, imperaba una total anarquía y cuyos habitantes tratan de destruir todo signo de poder y control. Al otro lado estaba el Reino del Orden, cuyo mundo Seido era todo lo contrario. Todo estaba sometido a unas estrictas leyes. Sus habitantes, los seidianos vivían bajo la ley marcial más dura que pueda imaginarse y su guardia lo formaban guerreros de la más férrea disciplina. Kung Lao supo entonces que debía andarse con pies de plomo con aquel Hotaru, una falta, un simple malentendido y podría pasarse décadas en una jaula.

- ¿Por que has venido a Lei Chen?
- Busco ayuda.
- ¿Contra los tarkatanos?
- No...soy un combatiente del Mortal Kombat que se está celebrando en el coliseo.
- Estás muy lejos del coliseo ¿Acaso has desertado?
- No... cumplía una misión... una misión de Lord Raiden.
- ¿El Dios del Trueno, Protector de la Tierra?
- Si... necesito contactar con él, tengo que volver al coliseo...

Hotaru parecía digerir sus palabras. Se levantó y empezó a pasearse por la celda con las manos entrelazadas a la espalda, incluso este gesto parecía estar medido.

- Me pones en un compromiso entonces- dijo Hotaru- El protocolo exige atender las necesidades de los dioses, aunque estos no sean seidianos... únicamente se hace excepción a los dioses del Caos. ¿Está en Outoworld?
- Somos invitados del Emperador para luchar en su torneo... sin embargo han recurrido a una treta para quitar a nuestro campeón... debe ser informado...
- Lo será. Se lo aseguró- Kung Lao se sintió aliviado a oírle- Pero ahora no está en lo más prioritario.
- ¡¿Qué...?!
- Hay un ejército de Tarkatanos rodeando Lei Chen. La princesa Mileena y el general Baraka exigen que te entregue. Pero por supuesto no está permitido tratar con aliados de Shao Kahn... habrá un asedio inminente... si lo superamos enviaremos un mensaje a Raiden y te enviaremos con una escolta hasta el coliseo.
- ¡Lucharé con vosotros! ¡Acabemos con ellos cuanto antes!
- Se te permitirá luchar si muestras poder dar el máximo rendimiento. Ahora necesitas comer y descansar. A partir de ahora te nombro invitado de honor de Lei Chen, no estarás sujeto a las obligaciones y tareas encomendadas de los ciudadanos pero si a las leyes vigentes. El capitán Dairou será tu escolta... ahora debo dejaros, tengo que atender a una junta de batalla.
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Re: Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por Error Macross » Mar, 17 Feb 2015, 06:17

Bueno, interesante giro todo el agregado de estos personajes (aunque con el titulo ya sonaba), MMM, esta Dairou.

Por cierto, absolutamente genial el detalle de Lao pensando en comerse a un tarkata, en la mayoria de los fics como que los escritores se olvidan que los personajes tienen que comer alguna vez (Tarkatas no se si he puesto a alguien comiendo alguna vez, oni casi seguro que si).
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Re: Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por The Shaolin Nun » Sab, 21 Feb 2015, 07:49

Cada vez me encanto más con esta historia, de verdad que belleza. Muy interesante todo el asunto con los tarkatanos, y lo de la aparición de Hotaru y el interrogatorio, muero por ver que pasa ahora. Espero el siguiente capítulo.
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Re: Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por Evil_Konan » Jue, 26 Feb 2015, 07:14

Kapítulo 3: La Guardia Seidiana.

Al salir de la celda, Kung Lao tuvo que aguardar un instante a que dos seidianos pasaran frente a él arrastrando al aguacero. Cerró los puños de rabia al ver su espalda de sangre con líneas rojas de varios latigazos.

- No te preocupes por él. Sobrevivirá para tener aprendida la lección.

Al girar la vista se encontró con otro seidiano, que le recordaba mucho a un samurái del Japón feudal, con media cabeza afeitada y la otra mitad recogida en una coleta. Este parecía más humano que los otros, con pupilas negras en los ojos y un rostro más expresivo.

- ¿La lección? Ese hombre suplicaba entrar en la ciudadela tras cargar con vuestra agua y… ¿lo recibís así?
- En el último asedio, un general llamado Reiko envenenó de forma permanente el río con el que subsistíamos y el agua que traemos del Seido no es potable para los habitantes de Outworld. El agua que beben es el que traen desde otro río cerca del Bosque Viviente… nosotros delegamos el encargo de traerla a varios voluntarios de la ciudad… lo malo es que empezaron a cobrar un tributo por ella con una documentación falsificada de la aprobación del Seido. Han tenido suerte de que Hotaru, al descubrirlo, decidiera aplazar su ejecución siempre y cuando trajeran una mínima cantidad agua de dos docenas de tinajas diarias. Ese hombre se dejó una por error y fue corriendo a por ella, cambiando así la pena de muerte por azotes.
- ¿Acabarán siendo ejecutados?
- Es la pena impuesta por la ley seidiana que ellos se sometieron voluntariamente al solicitar la intervención del Seido. Cuando Lei Chen sea completamente libre de la amenaza de Shao Kahn, es lo que esperan.
- Creo que tienen aprendida la lección…- se dijo Kung Lao compadeciéndolos, puede que hayan sido corruptos pero no están exentos de una redención que no implicara la muerte. Trató de apartar esos pensamientos, ya tenía muchos problemas- Vos debéis ser el capitán Dairou, mi escolta.
- A su servicio- dijo con una reverencia- Supongo que necesitáis comer y querréis información.

Al poco rato se encontraban en una modesta pero agradable estancia sentados sobre un viejo pero limpio tatami con cuencos de arroz en las manos. Dairou comía con destreza mecánica mientras que Kung Lao casi iba a prescindir de los palillos para engullir el arroz. Era un alimento insulso, sin nada que lo hiciera parecer arroz salvo la textura de los granos cocidos, sin embargo Kung Lao notaba como se reponía sus fuerzas nada más tenerlos en el estomago.

- ¿Os llegan noticias del torneo?- preguntó el monje shaolin sin esperanzas de respuestas.
- Nuestro mensajero trajo los resultados unas horas antes de la aparición de los ejércitos tarkatanos.
- ¿Qué resultados?
- Jackson Briggs, John Carlton y Sub-Zero han llegado a semifinales. Sin embargo en el momento que el mensajero partió a Lei Chen con las noticias llegó a enterarse que Jackson Briggs había desertado para rescatar a su compañera Sonya Blade y llevarla a la Tierra.
Kung Lao dejó de comer, digiriendo la noticia.

- Maldito idiota… estúpido soldado…- murmuraba por lo bajo- ¿De qué sirve rescatarla si pone en peligro la Tierra?
- Su misión era el de rescatarla. Yo lo entiendo así, cumplió con su deber…
- ¡Su deber es luchar en el Mortal Kombat! ¡La Tierra depende de nosotros!
- No tienes en alta estima el espíritu de lucha del ser humano, resulta extraño viniendo del descendiente del guerrero que derrotó a un shokan. Ganar el Mortal Kombat solo le da derecho a Shao Kahn de poder invadir tu mundo ante los ojos de los Dioses Ancianos… pero una vez que lo invada nada impide a los humanos defenderse… incluso si los reinos se fusionan pueden continuar la lucha. Mira Lei Chen, era una ciudadela edeniana antes de que Shao Kahn la invadiese… pero aún resiste a sus invasores aunque sea con nuestra ayuda. Y aunque pasen siglos no perdemos la certeza de que prevaleceremos.

Kung Lao miró a su interlocutor y asintió levemente.

- Tal vez tengas razón… pero eso no excusa su ausencia en el torneo… ni la mía tampoco. No puedo quedarme más tiempo en Lei Chen. Debo partir cuanto antes.
- No puedes atravesar las filas tarkatanas- dijo Dairou con tono apaciguador- Y Hotaru ha declarado estado de sitio, las puertas no se abrirán para nadie excepto el mensajero.
- Entonces quiero hablar con Hotaru y participar en la defensa de Lei Chen.


Tras la cena fueron a la sala de mando de Hotaru. Los oficiales seidianos rodeaban una gran mesa con un mapa de la Ciudadela y sus alrededores, el propio Hotaru pintaba meticulosamente los campamentos tarkatanos dispuestos alrededor de los muros. Tanto Kung Lao como Dairou se unieron a la reunión tras hacer una profunda reverencia a Hotaru. Hotaru les devolvió el saludo y continuó su tarea.

- El caudillo Baraka se encuentra aquí. En la tienda más grande justo frente a las puertas de Lei Chen- iba diciendo a sus hombres- Quiero a nuestros mejores tiradores concentrados en esta dirección. Está demasiado lejos para nuestras flechas pero nunca está descartada la posibilidad de que cometa alguna imprudencia y quede expuesto.

Mientras hablaban Kung Lao se fijó de que había tarkatanos vestidos con prendas seidianas entre los presentes. Y llamó la atención a Dairou.

- Son tarkatanos que ha decidido acatar la forma de vida del Seido. La mayoría de ellos serán sentenciados por crímenes de guerra de antiguos asedios a Lei Chen pero aceptan realizarse el Hara Kiri como momento cumbre de una serie de misiones para Hotaru a cambio de que sus familias tengan la ciudadanía del Seido y que sus hijos puedan ingresar en la Guardia. Ese de ahí es nuestro mensajero, el único que puede atravesar las filas tarkatanas para viajar con libertad a la capital en busca de noticias.

Kung Lao no salía de su asombro. Nunca esperaría algo así de unos tarkatanos, entonces se fijó que sus antebrazos tienen cicatrices de habérseles extirpados las cuchillas, probablemente por alguna ley de no llevar armas aunque hayan nacido con ellas. Solo el mensajero se le perdonó las cuchillas por simple lógica dada su misión.

- No parece probable que inicien el asedio esta noche- continuó Hotaru- Baraka tiene una misión, según nuestros infiltrados solo quieren a él.- Señaló a Kung Lao- Kung Lao, descendiente de Kung Lao el Grande, nuestro invitado de honor. Es más probable que sus tropas simplemente nos contengan aislados mientras envían a algún agente capaz de atravesar nuestros muros. Quiero que doblen las patrullas y sellen todas las salidas.

Kung Lao tuvo un mal pálpito y pidió permiso para hablar.
-Adelante.
- Gracias, comandante… creo que la misión de Baraka es contenerme a mí a mi amigo Liu Kang de participar en el torneo. Aguardarán ahí hasta que pasen las finales del Mortal Kombat.
- Contaba con ello, pero no podemos hacer más.
- Si podemos… con su permiso… podemos acabar con Baraka. Propongo un ataque sorpresa a la tienda principal- dijo Kung Lao señalando el mapa- Un asalto rápido, lo capturamos o lo matamos, rescatamos a Liu Kang y nos retiramos a las puertas de Lei Chen… si conocéis a los tarkatanos tanto como yo, sabréis que la muerte de un líder los desorganizaría, habría luchas internas por el nuevo liderazgo y serían más fáciles de vencer por mucho que nos superen en número.

Hotaru parecía reflexionar sobre la estrategia y luego negó con la cabeza.

- Es demasiado arriesgado. Un asalto así requiere de la mayor parte de mis fuerzas saliendo de las puertas principales… comprometería la seguridad de Lei Chen. Sé que por ley debo auxiliar a vuestro dios del trueno pero mi misión con Outworld es más prioritario.
- ¡Pero…!- iba a protestar Kung Lao pero Dairou le calló agarrándolo del hombro.
- No insistas- le susurró apremiante.

Entonces Dairou miró al mensajero y pidió permiso para hablar.

- Adelante, Capitán Dairou.
- En relación al asunto de los humanos, podríamos enviar al Mensajero al coliseo con un mensaje a Lord Raiden. Con la presencia de Kung Lao en Lei Chen y de Liu Kang como prisionero de Baraka podríamos solicitar la ayuda de un Dios del Trueno como aliado.

Hotaru miró al mensajero tarkatano y este se mostró firme y solicito para esa misión.

- De acuerdo. Pero una vez que salgas de la Ciudadela, la salida secreta será sellada.
- Gracias- susurró Kung Lao a Dairou.


Después de los preparativos iniciales para la defensa de Lei Chen. Kung Lao y Dairou paseaban por las almenas de los muros mientras contemplaban las innumerables hogueras que habían montado los bárbaros mutantes. Tras la reunión, Hotaru escribió la nota frente a Kung Lao y ordenó al tarkatano que debía entregársela o en su defecto dictársela única y exclusivamente al Dios del Trueno, Protector de la Tierra. Añadió que debía dar las indicaciones de la ubicación de Lei Chen para que pudiera teleportarse allí y le hizo entrega del sombrero afilado de Kung Lao que había confiscado al rescatarle antes como prueba. Kung Lao sintió cierta congoja de desprenderse de su preciada arma, pero fue invitado a elegir una espada de la impresionante armería seidiana.

Tras un rato contemplando en silencio, vieron como el tarkatano aparecía fuera de los muros con un traje nómada tradicional y atravesaba sin miedo ni levantar sospechas el campamento oriental de los enemigos.

- Tardará dos días a lo sumo en llegar al Coliseo- dijo Dairou.
- ¿Tan rápido?
- Tiene una montura alada en el bosque viviente. Será rápido.
- Espero que sea lo suficiente… dos días aun parece mucho tiempo.
- Ten fe… y acostúmbrate. Llevo mucho tiempo aquí. Treinta años… en el Seido solo habrá sido un par a lo sumo. Pero ya estoy faltando a mi deber con mi hijo, no me perdonará faltar a sus cumpleaños.

Definitivamente, a Kung Lao le gustaba aquel hombre y lo miró con una sonrisa amistosa como hace mucho que no ofrecía a nadie. Salvo a su amigo y rival Liu Kang. Pensar en él le entristeció, no quería pensar en las torturas que le estarán sometiendo dentro de aquella tienda ni tampoco en lo que debió sufrir Kitana cuando la asesinaron aquella noche ya tan lejana. Se juró que no se iría a la Tierra sin hacerlos pagar tanto a Baraka como a Mileena. Pero nada podía hacer sin que acabara en suicidio. Trató de ocultar sus preocupaciones.

- ¿Por qué estáis aquí?- le preguntó a Dairou.
- Por el caos. Shao Kahn tiene un apetito insaciable de conquistar reinos pero no impone ningún orden a los territorios conquistados. Aparte de meros tributos de riquezas, lo único que quiere son las almas de los habitantes de los reinos fusionados con Outworld para aumentar su poder y su longevidad. Por lo demás cada reino conquistado vive en un caos de violencia y destrucción… eso ya es un crimen suficiente para que el Seido deba intervenir. Además, él era el protector de Outworld… algo así como Lord Raiden hasta que convenció a Onaga de que la paz de Outworld solo llegaría con la conquista de todos los reinos bajo su mando… pero lo traicionó ya que el poder realmente iba a ser para él insultando así a los Dioses Ancianos que le dieron tan noble cargo… con eso, se ganó la enemistad eterna de Hotaru y varios dirigentes del Seido.
- Dioses… yo…

De repente sonó una trompeta seidiana. Algo estaba pasando a las puertas de la ciudadela y ambos corrieron hacía allí. Cuando llegaron había varios guardias y oficiales e incluso el mismo Hotaro vestido con una impresionante armadura con dos banderas de batalla acopladas a su espalda.

Abajo los tarkatanos tenían varios hombres y mujeres maniatados a unos postes clavados en el suelo. Kung Lao enfocó la vista en ellos buscando a Liu Kang pero se sorprendió al ver solamente a seidianos. Estaban desnudos y llenos de heridas y moratones pero permanecía firmes pese a sus ataduras y lesiones.

- ¿Quiénes son?
- ¡Es la capitana Maru!- exclamó Dairou- Fue enviada junto con su sequito a una misión de reconocimiento de una aldea al norte… es… la hermana de Hotaru.

Kung Lao miró al comandante, su tez permanecía impasible y severo ante la situación de su hermana. Al volver a mirar a ella, esta parecía mirar con orgullo a las almenas. Entonces apareció Baraka. Pese a que todos los tarkatanos eran iguales este destacaba por su fortaleza y su coraza de huesos.

- ¡Guardianes de Lei Chen!- les gritó a las almenas- ¡Tenemos a vuestros hermanos seidianos! Tenéis una oportunidad de salvarlos… solo tenéis que entregar a Kung Lao. Por cada noche que pase rodará una cabeza seidiana. ¡Entregárnoslo y vivirán!
- ¡No cedáis a ninguna exigencia pagana!- gritó Maru- ¡Honor al Seido…!

Entonces su cabeza salió volando de sus hombros y rodó hasta los pies de la que Kung Lao reconoció como Mileena. Baraka la había decapitado de un solo tajo. Cuando Mileena se unió a él bebiendo de la sangre de la seidiana como si la cabeza fuera una jarra, se volvió a los guardianes.

- ¡Esta es la primera!- les gritó- El tiempo empieza a correr ya. ¿Cuál es vuestra respuesta?


La única muestra de dolor o ira que pudiera expresar Hotaru es que agarraba su nagitana con más fuerza. Kung Lao supo que no iba a ceder jamás pero que en su interior debía haber un volcán de furia fría. Pese a que no matarían al resto aquella noche, los tarkatanos procedieron a torturarlos con sus cuchillas, pese a su displina ferrea los prisioneros llenaron el vacío de la noche con sus alaridos de dolor. Kung Lao volvió a pensar en Liu Kang… no podía esperar más. Se acercó a Hotaru que ya estaba abandonando los muros y le habló sin ceremonias.

- ¡Comandante! Debe… plantearse cambiar de estrategia…
- Nada ha cambiado, Kung Lao. Esos prisioneros seidianos morirán con honor por vos.- contesto sin detenerse.
- ¡Podemos salvarlos!
- ¿Otra vez tu ataque frontal suicida? Deje de insistir, Kung Lao.

Entonces Kung Lao se atrevió a cogerle del brazo para detenerle. Hotaru le miró severo y varios oficiales que los escoltaba acercaron sus manos a las empuñaduras de sus espadas.

- ¡Entregadme!
- ¿Cómo…? Estás loco…
- ¡No! Simplemente aceptad el cambio… iremos un grupo pequeño pero directos a Baraka conmigo al frente. Bajarán la guardia y entonces juntos les atacaremos, directos a la cabeza de la serpiente. Se formará un caos en el campamento y es ese momento cuando los demás atacamos y rescatamos a todos.
- Propones un engaño, fingir un parlamento con el enemigo y atacarlo a traición… no es el estilo seidiano.
- Baraka y los suyo no merecen un parlamento… son bestias, animales, para cazarlos hay que poner un cebo. ¡Yo lo seré! Acaban de matar a tu hermana y capitana… ¿no quieres – iba a decir vengarla pero sabía que la venganza es ilegal en el Seido- llevarlo a la justicia seidiana solo por un simple formalismo?

Hotaru le miraba severo pero parecía meditar la propuesta. Los demás oficiales le miraban expectantes, saltaba a la legua que estaban de acuerdo e incluso dispuestos a ofrecerse voluntarios a ser la escolta del cebo.

- Parece un buen plan- dijo Dairou.
- Todos conmigo a la sala de mando- ordenó finalmente Hotaru- Vamos a discutir la nueva estrategia.
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Error Macross
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Re: Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por Error Macross » Jue, 26 Feb 2015, 07:57

Me gusta como se plantea este fic, ademas los minimos detalles como lo de que los del Outworld no pueden tomar agua del seido asi nomas, o lo de la extirpacion de las cuchillas en los tarkatanos, lo hacen muy disfrutable. La muerte de Maru fue sorpresiva porque le pusiste nombre, en dos segundos se me ocurrieron cientos de posibles tramas para ella, XD.

Pero bueno, buen fic, me gusta como lo estas planteando hasta ahora, la manera en que presentas la politica del Seido, y a Kung Lao.

Lo mas raro es que siento este fic muy esperanzador, eso en ti no es comun.
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Evil_Konan
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Re: Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por Evil_Konan » Dom, 01 Mar 2015, 15:25

Kapítulo Final: La Decepción.

La nueva junta de batalla duró varías horas entre formalidades y cuestiones tratadas para una táctica que en opinión de Kung Lao era bastante simple y directa. Había amanecido y Kung Lao se desesperaba en su interior por perder la escasa ventaja de la noche, pero cuando salió al fin del complejo militar a la plaza central de Lei Chen se sorprendió al ver una niebla tan densa que apenas veía tres pasos por delante de él. Resultó que los seidianos aguardaban aquello ya que es habitual de aquella región un amanecer cubierto por los vapores provenientes de las costas de los Yermos. Aquello era incluso mejor que la oscuridad, pues los tarkatanos tenía una buena visibilidad nocturna pero estarían cegados con aquella niebla. Tan pronto como salió al exterior, Dairou le ató las manos y lo puso al frente de una pequeña formación de doce guardianes seidianos.

- El campamento de Baraka está justo al frente de Lei Chen, a media milla. Si vamos en silencio quizás no alertaremos los demás campamentos- dijo Kung Lao.
- Hay que recordar que siempre habrá un tarkatano junto al gong. En caso de batalla debe ser el primero en caer, antes de que dé la alarma- Añadió Dairou al resto- Formación, ¡de enfrente, paso ordinario!

El grupo compacto marchó con un paso acompasado de manera perfecta, el propio Kung Lao estaba tentado a seguirlos pero se suponía que era un preso empujado a la muerte. Recorrieron la calle principal de la ciudadela hasta las inmensas puertas, era imposibles abrirlas silenciosamente pero solo abrieron lo justo para que pasara el grupo y confiaron en que no llamaría demasiado la atención. Fuera su fundieron en la niebla y caminaron lo que parecía una eternidad en un vacío blanco. Kung Lao estaba ansioso de encontrarse al fin con sus enemigos, llevaba demasiado tiempo fuera del lugar donde debía estar y temía que Raiden le diera por muerto. Pensaba en ello cuando al fin vislumbró el resplandor de una hoguera enorme y las siluetas de las enormes tiendas de los nómadas. Los pasos dados con botas acorazadas ya precedieron la llegada de los seidianos y el mismísimo Baraka ya los aguardaba junto con uno de sus prisioneros atado a un poste. Dairou portaba la bandera de parlamento se detuvo a pocos pasos de Baraka y lo clavó en el suelo, empujó a Kung Lao y este cayó de rodillas.

- No puedo creerlo...- dijo Baraka- ¿habéis cedido a mis demandas?
- Queremos la liberación de nuestros hermanos, general Baraka- respondió Dairou- Si lo haces trataremos con nuestro prisionero.
- Vuestros hermanos...- repitió el caudillo tarkatano. En ese momento una de sus cuchillas salió del antebrazo y posó su filo bajo la barbilla del prisionero. Este miraba entre aturdido y decepcionado a sus rescatadores.- Dime... Dairou ¿Cuanto tiempo hemos luchado?
- ¿No vais a negociar?

Kung Lao miró a su alrededor de reojo. Notaba el movimiento de varios tarkatanos saliendo de sus tiendas y escondites y rodeando la formación. Localizó por el rabillo del ojo el gong de alarma y al tarkatano con la maza expectante.

- Te he hecho una pregunta, seidiano.- insistió Baraka.
- Vuestro asedio duró veintiún años, luego vinieron los centauros y tampoco consiguieron nada.
- Veintiún años... menos de un mes es más que suficiente para conocer a mis enemigos. Con tanto tiempo los enemigos que tenga son como mis hermanos... no tienen secretos. ¿Sabéis por qué os dí aquel ultimatun?- Nadie respondió- por que sabía que Hotaru nunca cedería... de hecho nunca parlamentaría con un aliado de su majestad imperial... ¡esto es una farsa! ¡Matadlos a todos!- gritó degollando a su prisionero.

Estaba claro que el factor sorpresa se había perdido nada más llegar al campamento. Al menos si había alguna reticencia a no respetar el parlamento quedaba aclarado que Baraka tampoco lo iba a respetar. La cuerda que ataba sus manos estaba podrida y fue fácil romperla, Baraka estaba embistiéndolo en ese momento pero el shaolin le recibió con un pequeño salto y propinándole una patada con las dos piernas juntas en su pecho, aquello lo envió contra el poste del prisionero que acababa de ejecutar. Sin perder tiempo siguió con el plan, Dairou sacó la espada elegida por Kung Lao y la arrojó hacía el tarkatano que estaba junto al gong. Kung Lao se teleportó junto al mutante y cogió el arma al vuelo, el tarkatano estaba a punto de golpear la alarma pero ambos brazos fueron cercenados a la vez a la altura del codo. Tras mirarse los sanguinolentos muñones, sus piernas fueron cercenadas a la vez a la altura de las rodillas y ahí se quedó.

Al volverse vio que los tarkatanos del campamento de Baraka se lanzaban como una marabunta sobre los seidianos, pero estos, acorazados con armaduras completas y pesadas y en una formación que no dejaba un hueco sin cubrir los recibió con sus nagitanas empalando y segando vidas conforme se acercaban. Vio que Baraka se había recuperado del golpe y blandió sus cuchillas hacía él, pero fue detenido por una de las katanas de Dairou quien le desafió en combate.

- ¡Ve a por Mileena! ¡Yo me encargo de él!- Le ordenó el seidiano.

Kung Lao temió por su camarada al estar fuera de aquella formación pero conocía a los tarkatanos... ninguno osaría quitarle a Baraka el placer de combatir contra un rival con un ataque por la espalda. Debía correr... puede que la alarma no haya sonado pero el fragor de la batalla difícilmente pasaría desapercibido mucho tiempo. Fue directo a la tienda más grande, no creía que Mileena estaría en otra parte. En el camino, destripó a uno de los tarktanos y amputó las dos piernas a otro antes de que la niebla se lo tragase.

Entonces el monje guerrero entró en la tienda. La estancia era muy amplía y sombría pese a que ardía una gran hoguera en el centro, había una tosca mesa con planos, trofeos de cráneos de antiguos rivales y estantes con armaduras grotescas. Localizó al fin su objetivo al otro lado de la hoguera. Mileena parecía estar a horcajadas sobre un lecho de pieles de alguna bestia gigante, no llevaba velo y se relamía sus dientes ensangrentados con placer. Kung Lao caminó en guardia rodeando el fuego y fue entonces cuando descubrió que Mileena estaba sentada sobre alguien.

- Oh ¿quieres unirte a la fiesta? Para mí tres no son multitud- dijo antes de reír malévola.

Tardó más en aceptarlo que en reconocerle. A aquel hombre le habían amputado los brazos a la altura de los hombros, los cuales estaban vendados con trapos sucios, al igual que las piernas estaban cortadas a la altura de las ingles. El torso era una mapa del dolor, con cortes, trozos de arrancados de cuajo por mordiscos y trozos de piel desollados. El rostro le faltaba una mejilla, medio cuero cabelludo, la lengua y los ojos... aún así aquella cosa que mugía agonicamente bajo los palidos muslos de Mileena, lo reconoció como su mejor amigo y hermano de sangre...

- ¡¡Liu Kang!! ¡¿Qué habéis hecho, demonios?!
- ¡Pasárnoslo en grande, jovencito!... ¡oh, cuanto aguante tiene!- tras decir esto se inclinó sobre Liu Kang y lo lamió su cuello con lujuria, la cabeza de Liu Kang giraba de un lado a otro con furia- Delicioso...
- ¡Apartate de él, monstruo!- ordenó Kung Lao apuntándola con la espada.

Ella se levanto de un brinco y esgrimió sus tsais ocultos en sus escasas prendas fucsias.

- Espero que sepas tan bien como él. ¡Bailemos!

Nada más decir esto, Mileena desapareció como si la tierra se la tragara, en realidad cayó por un portal invocado en el suelo y reapareció a la espalda de Kung Lao pateándolo en la espalda. El shaolín dio varios pasos tambaleantes pero no perdió el equilibrio y se volvió golpeando a la vez con su espada. El golpe fue detenido por el pequeño filo de uno de los tsais, mientras que Mileena golpeó con el otro pero Kung Lao detuvo el contraataque con su mano libre y abrió los brazos de la clon para propinar un rodillazo en su vientre. Mileena quedó un momento sin aire pero se zafó en seguida de la presa de Kung Lao y empezó a dar volteretas hacia atrás, el shaolin la persiguió dando espadazados que nunca lograban acertar y ella justo al llegar al borde de la hoguera dio un salto descomunal y se situó al otro lado del fuego. Acto seguido ella lanzó sus tsais que volaron a través de las llamas pero Kung Lao las rechazó con dos golpes veloces de su espada enviándolos lejos de si.

Mileena rugió como la bestia que era en realidad por haber fallado y quedó momentáneamente confusa cuando le vio desaparecer. Acto seguido notó un tremendo corte en su espalda que la derribó casi al borde de las llamas. Se giró sobre si misma y empezó a rodar por el suelo esquivando varias estocadas que lanzaba Kung Lao acertando solo sobre la tierra. En un momento dado, ella le atrapó las piernas con las suyas y lo obligó a caer de espaldas. Kung Lao quiso tratar de incorporarse golpeando al mismo tiempo pero Mileena era mucho más rápida y pateó la mano armada del shaolin desarmándolo. Al momento le pisó en el hombro obligándole a tumbarse en el suelo clavando el tacón puntiagudo hasta el fondo y tras invocar sus tsais perdidos de vuelta a sus manos clavó uno en la palma de su mano derecha contra el suelo. Kung Lao gritó de dolor y trató de agarrarla con la otra mano, pero esta fue cogida por la muñeca por Mileena y la empujó contra el suelo. Se inclinó sobre él con una sonrisa maliciosa mientras alzaba el segundo tsai.

- Oh, nos lo vamos a pasar muy bien, cariño.
- No lo creo...- respondió Kung Lao.

El shaolin aprovechó ese instante de regodeo para alzar una rodilla directo a la entrepierna de Mileena. El golpe fue tremendamente doloroso y detuvo la puñalada de la clon. Al instante Kung Lao liberó su mano presa de Mileena y la agarró por la nuca para acercar su horrible rostro al suyo y le propinó un veloz cabezazo, hundiendo su frente en su tabique nasal, notando con los huesos cedían a su cráneo. Mileena quedó momentaneamente noqueada y se sentó sobre él. El shaolin se arrancó el tsai que aprisionaba su mano contra el suelo y lo alzó hacía la garganta de Mileena, vio como el filo era visible a través de su boca, este atravesó el cerebro y la punta asomó por la coronilla. No contento con eso, le arrebató el otro tsai de su mano y apuñaló ferozmente su sien izquierda, de modo que la punta acabó asomando por la sien derecha. Mileena puso los ojos en blanco y empezó a balbucear algo incomprensible.

- ¡Muérete ya, zorra!- gritó Kung Lao empujándola de encima suyo. Luego colocó sus pies sobre su vientre y haciendo un efecto catapulta, la arrojó hacía las llamas de la hoguera.

Tras levantarse se quedó unos segundos contemplando como el cuerpo de Mileena, a pesar de las heridas mortales de su cerebro, se retorcía en las llamas como un insecto agonizante. Le dio un profundo asco pero a la vez una terrible satisfacción... que no duró mucho en cuanto volvió a oír los mugidos de su amigo agonizante.

- ¡Liu Kang!¡Liu Kang! ¡Soy Kung Lao, estoy contigo! ¿Me oyes?

Al arrodillarse a su lado, descubrió que aparte de los ojos, Mileena le había perforado sus oídos con los tsais. Hilos de sangre reseca salían de sus orejas como prueba. Kung Lao apenas podía contener las nauseas al imaginar que durante todos esos días, su amigo había sido descuartizado y privado de todos sus sentidos excepto el tacto para estar sumido en una absoluta oscuridad y silencio, solo consciente de su vida por su pensamiento y por las torturas que le sometía aquella criatura enfermiza. Liu Kang no podía saber que Kung Lao estaba con él, mugía rabiosamente del dolor que sentía y suplicaba una muerte que nunca parecía llegar.

Kung Lao gritó de rabia al cielo y abrazó aquel torso viviente.

- ¡Lo siento, Liu Kang... lo siento...!

Tras lo que parecía una eternidad, Kung Lao recuperó su espada y la alzó sobre su amigo.

- Que los dioses ancianos te acojan, amigo mío. Nuestra será la venganza... lo juro.

Y acabó con su agonía.



Tras derrumbarse en el suelo. Vio que alguien entraba en la tienda... casi le daba igual que fuera Baraka o algún tarkatano... pero era Dairou. Su rostro estaba pálido, se fijó que le habían amputado el brazo derecho a la altura del codo... pero sonreía triunfalmente por que el filo de la katana que agarraba con el izquierdo estaba empalada la cabeza de Baraka.

- ¡Está hecho!- dijo al entrar.
- ¡Dairou!

Kung Lao corrió a él mientras se arrancaba un trozo del pantalón. Lo usó para hacer un torniquete improvisado sobre el muñón de Dairou.

- Tenemos que salir de aquí- Le dijo sosteniéndole.
- ¿Mileena?
- Muerta.
- ¿Y el Campeón?
- No ha sobrevivido.

Al salir le sorprendió ver que la formación aun se mantenía en pie. Solo habían sufrido dos bajas y la mitad de los prisioneros estaban liberados y unidos a sus camaradas. Al su alrededor había un mar de cadáveres mutantes.

- ¡Retirada, paso ligero!- ordenó Dairou.

Debía correr cargando con sus heridos. Pues los tarkatanos de los demás campamentos ya estaban alertados y los perseguían como una plaga furibunda. Miles de rugidos sonaban por todas partes en la niebla que ya empezaba a disiparse. Kung Lao temía que fueran a ser alcanzados, sabía que los seidianos darían una resistencia encarnizada pero acabarían muriendo bajo aquella marea de cuchillas y muertes. Pero corrieron veloces sin perder la formación y cuando la niebla se disipó algo más pudo ver las murallas de Lei Chen y una formación de cientos de guardianes frente a las puertas, encabezados por el colosal Hotaru.

- ¡Fuego de cobertura!- ordenó el comandante.

Él mismo y los demás seidianos invocaron bombas ígneas de sus manos y las arrojaron sobre las cabezas de la formación de Dairou para cortar el paso de los tarkatanos que estaban a punto de alcanzarles. Al estallar cada una de ellas creaban un charco de tierra fundida y ardiente que los mutantes al pasar sobre ellas veían sus piernas hundidas hasta las rodillas en ardiente lava. Hotaru ordenó una segunda salva pues los tarkatanos que seguían a los caídos saltaban sobre sus cuerpos agonizantes como si fueran rocas en medio de un río. Para entonces Dairou, Kung Lao y los demás se unieron a la formación de Hotaru quien ordenó retirada hacía las puertas abiertas de Lei Chen mientras contenían con más bombas a las legiones bárbaras, cuando faltaban ya unos pocos por entrar mientras se cerraban las puertas, estos fueron protegidos por tiradores situados en las almenas de arriba quienes arrojaban flechas y bombas a los mutantes. La persecución acabó ahí... los tarkatanos se retiraron de las llamas al saber que nada se podía hacer ya con los inpenetrables muros de Lei Chen.

- Informe de la misión- exigió Hotaru a Dairou.

Este estaba demasiado exhausto y débil para hablar, pero en respuesta alzó la espada con la cabeza de Baraka. Todos los guardias y vecinos voluntarios de Lei Chen llenaron el vacío con rugidos de victoria.





Tal como había previsto Kung Lao, la muerte de Baraka tuvo su efecto en las hordas tarkatanas. Hotaru ordenó que la cabeza fuera expuesta sobre las murallas durante aquel día. Apenas anocheció entonces cuando desde los muros empezó a oírse el fragor de una nueva batalla en los campamentos tarkatanos. Resultaba que Baraka había liderado un mosaico de clanes y razas mutantes, muy distintos entre ellos, y muchos siendo rivales o enemigos de otros. Sus subordinados directos, libres del dominio del general de Shao Kahn, empezaron a disputarse el derecho a sucederlo. Se olvidaron por completo de los seidianos y durante dos días corrió la violencia y la muerte entre ellos. Hasta que una noche apareció allí una mujer shokan escoltada por varios de aquellos colosos de cuatro brazos. Kung Lao la reconoció como Sheeva, está miró en silencio la cabeza de Baraka y sin decir nada volvió a los campamentos. Al amanecer los tarkatanos comenzaron a recoger las tiendas, la shokan los había puesto en cintura y había ordenado la retirada total de aquellas hordas. Aquello aunque fue recibido con alegria por los habitantes de Lei Chen, extrañó a Kung Lao.

Se reunió con Dairou quien tenía noticias para él. Pues le devolvió el sombrero afilado que se lo dio al mensajero tarkatano. La mutilación Dairou le hizo incapacitado para el servicio en la guardia pero su hazaña con la derrota de Baraka lo cubrió de honores y fue nombrado héroe en el Seido. Pronto volvería a su hogar a ver su familia y vivir en un merecido descanso.

- Hotaru quiere reunirse contigo, tiene noticias del coliseo pero no sé cuales.
- Voy a echarte de menos, camarada- le dijo Kung Lao dándole la mano.
- Yo también... pero no se lo digas a nadie, quedaría como un sentimental.
- Como si nadie lo supiera. Se te nota ansioso por reunirte con el pequeño.
- Ven a vernos algún día, en el Seido tienes un hogar.
- Será lo que los Dioses quieran, amigo mío.

Tras separarse, Kung Lao fue al despacho del comandante de Lei Chen. Hotaru estaba de pie frente a una gran bandera que colgaba de la pared. En la entrada había dos guardias seidianos que le saludaron marcialmente y estaba también el tarkatano con el kimono negro haciendo una reverancia. “Nunca me acostumbraré a verlos así” pensó.

- Lord Hotaru- saludó Kung Lao.
- Adelante.

Kung Lao se fijó entonces en la cabeza de Baraka puesta sobre la mesa, flotando dentro de un enorme frasco.

- No estoy contento con como ha sucedido estos eventos- anunció Hotaru- Pedir un parlamento, para traicionarlo no entra en los códigos seidianos.
- Baraka nos atacó antes de que dijeramos nada... no habría ningún parlamento.
- Por que descubrió nuestro ardid, no era estúpido. En cualquier caso, ni siquiera nos estaba permitido ningún tipo de parlamento con asociados a Shao Kahn. Esto ha sido una falta que hay que rectificar.
- Nos ha dado la victoria... y por fin has derrotado a uno de tus peores enemigos. ¿Eso no cuenta?
- Eso lo juzgarán en el Seido. Por ello te ordenó que vengas conmigo al Orderrealm para declarar en el juicio.
- ¿Qué?
- ¿No me he expresado con claridad?

Kung Lao empezaba a notar que algo se enraizaba en el ambiente de aquel despacho. Juraría que Hotaru parecía sonreír con cierta malicia, también podría ser imaginaciones suyas, aquel rostro de piedra no estaba hecho para sonreír.

- Tengo... tenemos un compromiso con Lord Raiden... el Mortal Kombat...

Hotaru le dio la espalda. Y miró al tarkatano.

- Informa al interesado.

El tarkatano se inclinó reverencialmente y se volvió a Kung Lao.

- El Mortal Kombat ha concluido con la victoria de Outworld.
- No... no es posible... han pasado dos días.
- Una semana en esa región- informó el Tarkatano- John Carlton fue derrotado por Ermac, Sub-Zero fue derrotado por Shang Tsung. Raiden llegó a la final derrotando a Kintaro... pero murió luchando contra el mismisimo Shao Kahn. La Tierra ha perdido.
- No... ¿una semana? ¿Por que Raiden no ha venido a buscarme? ¿No hablaste con él?
- Las instrucciones eran entregar el mensaje exclusivamente al Dios del Trueno, Protector de la Tierra. Cuando llegué Raiden había renunciado a ese puesto. No era un dios, era otro mortal para luchar en el Mortal Kombat.
- ¿No... no le entregaste el mensaje? ¿Por qué?
- Lo acabó de decir... no era un dios, no nos debíamos nada a él.
- ¡¡¡Seguía siendo Raiden, estúpida alimaña!!!

Kung Lao, lleno de ira, le golpeó con tal fuerza que le desencajó la mandíbula, el tarkatano cayó inconsciente.

- ¡Alto!- gritó Hotaru- No consentiré ninguna agresión contra un servidor del orden.
- ¡Este idiota me ha negado a luchar por la Tierra por un estúpido formalismo!- gritó Kung Lao.
- Agredes a un siervo y ahora insultas el protocolo seidiano. El mensajero hizo lo correcto. Al dejar de ser un Dios, ya no estamos comprometidos con Raiden.
- Entonces ¿Por que no me dejaste marchar?
- Viniste aquí buscando ayuda ¿recuerdas? No iba a entregarte a los tarkatanos y ningún ciudadano de Lei Chen saldría de la ciudadela en estado de sitio... vos erais un invitado de honor, os recuerdo que estabais sujeto a las leyes vigentes.
- Callate... no quiero escucharte.
- Ahora estás arrestado por agresión a un seidiano e injurias contra el orden.
- Un seidiano al que vas a matar igualmente... no os entiendo.
- ¡Guardias, prenderle!
- Iros al infierno, todos.

Los dos guardias seidianos se colocaron a los lados de Kung Lao para agarrale los brazos. Pero Kung Lao se resistió al arresto. De una patada rompió la rodilla del guardia de la izquierda y cuando este le liberó al caer al suelo chillando de dolor, noqueó al otro de un codazo en la nariz. Acto seguido pateó al rostro del que gritaba en el suelo.

- Intolerable- dijo Hotaru y de sus manos voló una bomba ignea.

Nadie se había percatado entonces. Pero Dairou había entrado en el despacho justo cuando comenzó la pelea. No podía resistirse a saber que fue de la suerte de la Tierra y vio que el monje shaolin estaba siendo atacado por los guardias. Todo aquello parecía demasiado violento e irracional y se vio obligado a intervenir pero en el fatal momento que Hotaru lanzó la bomba y se interpuso en medio. Esta le alcanzó justo en el abdomen y comenzó a hacer arder sus entrañas. Kung Lao estaba pateando el rostro del segundo guardia cuando escuchó el estallido. Y vio que Dairou caía de rodillas de espaldas a él.

- ¡No!

Fue a cogerle antes de que cayera al suelo. Pero al ver la herida ardiente supo que no había nada que hacer.

- Mi chico.... se va a enfadar... mucho...- fueron las últimas palabras del seidiano.

Kung Lao estaba boquiabierto. Su mente no podía asumir tanta desgracia en unos escasos minutos. Todo se estaba derrumbando a su alrededor... entonces oyó a Hotaru.

- Traidor...- dijo con desprecio- Ayudar a un criminal... que decepción.

Supo que se refería a Dairou. Fue entonces cuando Kung Lao finalmente ya no respondía de si. Lanzando un grito desesperado e iracundo agarró su sombrero y se lo lanzó con toda su furia hacía Hotaru. Este estaba preparando una segunda bomba ígnea pero se le apagó en las manos cuando el sombrero de Kung Lao se clavó en la bandera de la pared. De pronto, una linea roja se dibujó desde la frente del seidiano hasta su barbilla, y acto seguido la cabeza fue abriéndose en dos. El cuerpo dio unos pasos tambaleantes hacía atrás y se sentó con la espalda contra la pared. Sus ojos parecían seguir mirando desde las dos mitades de su cabeza aún unidas al cuello, miraban con aturdimiento y odio a Kung Lao, luego perdieron su brillo.




Resultó que el despacho de Hotaru era un lugar insonorizado, pues al salir de allí no encontró hostilidad alguna de los guardias que patrullaban por todas partes, no hubo señal de alarma. De todos modos Kung Lao estaba tan absorto y traumatizado que no habría ofrecido ya demasiada resistencia en caso de que trataran de arrestarlo. Caminaba como sin alma, como un zombi, por las calles de Lei Chen, no prestó atención ni a los saludos ni felicitaciones que le llegaban de todos cuanto se cruzaban con él. Que tampoco eran demasiados puesto que la mayoría se encontraban en la plaza del patíbulo asistiendo a las ejecuciones de los aguaceros corruptos. Llegó hasta las puertas de la ciudadela. El guardia que estaba al mando del mecanismo que lo abría le miró extrañado.
- Si quieres salir, le recuerdo que el toque de queda es dentro de dos horas.
- No pienso volver- susurró Kung Lao de forma que no le oyó

Al poco de dejar atrás Lei Chen oyó las campanas de alarma.



Tras la derrota de la Tierra, está fue fusionada con Outworld pasando a estar entre los dominios del Emperador. Tal como predijo Dairou, la humanidad se dividió entre los que murieron aniquilados para que sus almas alimentaran el poder de Shao Kahn, los que pasaron a servirles bien como esclavos o bien como aliados como los miembros del Dragón Negro y por último los que sobrevivieron y formaron una facción de resistencia, encabezados por las fuerzas especiales lideradas por Sonya Blade y Jackson Briggs. Como ha sucedido siempre, Shao Kahn prácticamente se olvida del reino conquistado y pasa a buscar un nuevo reino que conquistar dejando las nuevas tierras a merced de sus tropas. La resistencia humana, aliada ocasionalmente con los edenianos e incluso con los seidianos lucharían incansables por la independencia... pero pocos llegaron a ser tan temidos como Kung Lao, el cual actuaba solo y aparecía y desaparecía como un fantasma en el campo de batalla. Nunca perdonó a Jax y a Sonya por abandonar el torneo pero siempre les ayudó cuando más lo necesitaban. También era perseguido por los seidianos por el asesinato de Hotaru y de Dairou, sobre este último no tuvo reparos en asumir la culpa... de esa forma su familia no viviría en la deshonra como Hotaru había pretendido.

Pasarían los años y mil veces se había rumoreado y anunciado la muerte del monje shaolin y otras tantas volvió a aparecer dejando siempre un rastro de muerte de las huestes de Outoworld. Con el tiempo el nombre de Kung Lao sería una leyenda de nuevo.
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Re: Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por Error Macross » Lun, 09 Mar 2015, 06:55

Bueno, me gusto ese final, me veia venir que Kung Lao iba a recontra morir, basandome en otros fics tuyos y en como todas las cosas se vieron yendose a la oscuridad total desde que Hotaru se mostro siniestro, pero bueno, zafó.

Igualmente algo, no se bien que, me dejo con algo de gusto a poco, lo que si, muchas referencias a detalles de MK que hacen muy interesante el fic en su conjunto, como la familia de Dairou.

Realmente no se bien qeu es lo qeu no me termina de cerrar, pero me parecio una historia bastante completa y entretenida.
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Re: Relato Mk: La Decepción del Orden.

Mensaje por The Shaolin Nun » Lun, 09 Mar 2015, 07:56

Que historia más buena. Estuvo muy elegante, interesante, me gustó mucho. Leí el capítulo previo al final y me encantó todo lo que pasó con Dairou. Por otra parte, la batalla contra Mileena estuvo increíble, muy emocionante. Es una pena que haya llegado a su fin, pero bueno, fue una historia sumamente disfrutable. Mis felicitaciones nuevamente.
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