Asi que si el relato termina causando un sangrado de ojos a alguien que me disculpe. Ahi va!---------------------------------------------------------------------
El infiltrado
Era una mañana normal en Seido. La gente iba y venía tranquilamente por las calles de la Ciudad Verde, mientras que una gran cantidad de Guardias Seidan patrullaban las calles portando sus clásicos escudos y Naginatas.
Hotaru estaba parado en la entrada de la Academia, observando como mucha gente entraba y salía, algunos para aprender y buscar un lugar en la Guardia, y otros que simplemente querían ver como era el lugar. Se lo notaba muy impaciente, como si estuviera esperando a alguien. La expresión en su cara cambió radicalmente cuando uno de sus compañeros le comunicó aquello que esperaba escuchar hace mucho tiempo.
- Comandante Hotaru, le traigo excelentes noticias – le dijo el General Rokuro.
- ¿Excelentes dices? A ver que tienes para decir, Rokuro – le respondió Hotaru mirándolo atentamente.
- El asalto al reino del Caos fue más que exitoso. Pudimos extraer una gran cantidad de agua de sus reservas. Aquellos que intentaron frustrar la misión fueron apresados.
- Bien… muy bien – suspiró Hotaru –. El Senado va a estar más que conforme con estos resultados. Por favor manda mis felicitaciones al resto del equipo y patrullen la Ciudad Azul; sus servicios aquí ya no son requeridos.
- Así será, Comandante. Ah, y hay algo más que me olvidaba decirle – dijo Rokuro antes de irse.
- A ver, te escucho – respondió Hotaru dubitativamente.
- Mucho de nuestro éxito en la misión se debió al General Dairou; él hizo un excelente trabajo, créame.
- No me sorprende. Sin dudas fue uno de los Seidan más destacados que yo recuerdo en los últimos tiempos – replicó el Comandante con total seriedad.
Tras la breve conversación con uno de sus Generales, Hotaru se dirigió rápidamente a la oficina de uno de los Senadores para poder llevarle la noticia que trajeron sus hombres desde el reino enemigo. Contrario a lo que pensaba que iba a suceder, la reacción del Senador Hong no fue la esperada. Escuchó con mucha atención lo que le dijo Hotaru, para luego decirle que todo no marchaba tan bien como él pensaba.
- Las noticias que me traes no me sorprenden para nada. Aún así, hay cosas que nos debería preocupar más que nuestra escasez de agua – le comunicó el Senador al Comandante Seidan.
- No entiendo lo que me quiere decir, Senador. ¿Qué puede andar mal? Ya usted vio que… - de repente Hotaru fue interrumpido por su superior.
- ¡La Resistencia! ¡Es la maldita Resistencia lo que realmente importa aquí, Hotaru!
Hotaru pasó de estar medianamente eufórico (porque una persona como él nunca lo estuvo ni lo estará completamente, su seriedad opaca todo tipo de sentimiento) a preocupado por lo que le estaba recriminando el Senador. De cualquier modo, el mismo prosiguió con su reclamo.
- Ustedes los Seidan habían asegurado hace tiempo que la Resistencia había sido sometida por completo, que no traerían más problemas al régimen. Pero evidentemente no fue así, ya que me llegaron comentarios de algunas personas diciendo que empezó a subir no solo su número de miembros, sino que también los motines e intentos de rebelión, en especial en la Ciudad Roja – exclamó furioso el Senador.
- Senador Hong, esos motines a duras penas fueron poco más que un cosquilleo para la Guardia Seidan. Muchos ya fueron encarcelados por eso – respondió Hotaru sin perder su compostura.
- Puede ser, pero hace un tiempo considerable que no ocurrían estas cosas. Ahora estos repentinos motines suponen un peligro para el orden y la organización de este reino. Si la Resistencia planea llevar estos “cosquilleos” como tú dices a algo mayor, hay que estar preparados para reprimir el ataque. Para prevenir ya hemos escondido la Declaración del Orden en un lugar aún más oculto – le contestó de forma tajante el Senador.
Antes de que Hotaru le pudiera contestar a Hong, el General Rokuro interrumpió de forma inesperada la conversación, ingresando a la oficina con cara de preocupación. A duras penas podía respirar. Parecía ser algo urgente.
- Comandante Hotaru, necesitamos su presencia ya mismo en la Ciudad Roja. Es urgente.
- ¿Qué ocurre Rokuro? – preguntó Hotaru con tono de preocupación.
- Dairou… - tomó aire para continuar hablando el General –. Tiene… tiene que verlo para creerlo, Comandante.
Hotaru, de forma apresurada y sin despedirse del Senador, salió de la oficina corriendo junto a Rokuro. Luego de alrededor de 5 minutos los dos llegaron a la escena del conflicto. Hotaru, con una expresión de horror en su cara, divisó como tres guardias tenían agarrado a Dairou, que parecía estar en un estado psicótico ya que gritaba e intentaba soltarse. Al lado de ellos estaba el cuerpo de una persona de unos 30 años, muerta, con una Naginata clavada en su frente y un gran charco de sangre rodeándolo.
El reino estaba conmocionado por lo que había ocurrido, la gente, preocupada, deliraba y pensaba que los Guardias Seidan habían sido corrompidos por un espíritu maligno. En pocas horas el orden que se había procurado mantener en Seido parecía derrumbarse por ese hecho terrible que involucraba a un General Seidan llamado Dairou, mejor conocido por la población de ese reino desde ese momento como “el infiltrado”.
Una semana había pasado y Dairou se encontraba en su celda con la misma ropa que usó en ese día que terminó marcando su vida para siempre. Había sangre por todos lados en su vestimenta, una mezcla entre lo ocurrido ese día y la tortura que le propinaron los Seidan al pobre muchacho en esa semana fatídica. Cuando se despertó luego de haber caído en un profundo sueño unas 10 horas antes, vio a una figura muy alta acercarse a él. Tenía banderas de tamaño considerable en sus espaldas, y una Naginata en su mano derecha. Lo pudo identificar fácilmente.
- Dairou, me decepcionaste mucho – le dijo el hombre.
- Hotaru… ¿La compasión no existe en tu diccionario, verdad? – le respondió Dairou de forma desafiante.
- Lo único que existe en mi diccionario es cumplir con mis obligaciones. Me enteré de lo que te ocurrió, pero la rabia y la locura del momento no son excusas – le contestó Hotaru.
- Dices ser una buena persona, una persona que cumple, pero no eres más que una basura desalmada – replicó el encarcelado.
Hotaru pareció hacer caso omiso de las palabras de Dairou.
- Yo pensé que te había entrenado bien. Que te enseñé a cumplir con la ley, a apreciar el orden y la organización… Pero resultaste ser un asesino a sangre fría. En el momento en que se puso a prueba tu temple atacaste como un animal. Mereces algo mucho peor que esto.
- ¡YO HICE JUSTICIA! – gritó Dairou desaforadamente.
- No, Dairou, no hiciste justicia. Se me hace difícil decirle esto a alguien que por muchos años sirvió bien a la fuerza Seidan, a alguien que salvó miles de vidas y que cumplió casi siempre, pero tu forjaste tu propio destino con tus acciones. Disfruta esta semana como si fuera la última de tu vida… porque así será – sentenció Hotaru.
Dairou luego observó como Hotaru se marchó de su celda, cabizbajo. Por un momento pensó en las últimas palabras que dijo su ex-comandante, pero finalmente entró en razón: cualquier hombre con un poco de corazón y de alma hubiera reaccionado de la misma forma si al entrar a la casa de su familia veía como eran asesinados a sangre fría. Los Seidan no tienen alma, no les importa la vida ni la muerte, tampoco la familia: simplemente son marionetas de un régimen.
Pocos días después del encuentro entre Hotaru y Dairou, el último pudo observar desde su celda como se destaba otro motín cerca de allí. Los guardias que vigilaban a Dairou dentro de su cárcel giraron hacia la puerta apenas escucharon el clásico ruido de caos y conflicto, pero, para su poca fortuna, apenas salieron de ahí fueron asesinados por un extraño hombre de piel morena. Este hombre le había clavado sus dos cuchillas al cuello de ambos guardias, haciendo que cayeran al piso desangrándose. El extraño miró hacia abajo a los dos cuerpos y se rió silenciosamente. Dairou estaba más que sorprendido por lo que había visto, y más sorprendido estuvo cuando este hombre rompió la puerta de su celda, haciendo que estuviera abierta de par en par. Luego el hombre habló.
- Mi nombre es Darrius, soy el líder máximo de la Resistencia de este reino. No te obligaré a que vengas conmigo, pero estas más que invitado a unirte a nuestro grupo.
Dairou se quedó mirando por unos segundos a Darrius y, juntando fuerzas, se levantó y caminó hacia él. Posteriormente, dio su respuesta a la invitación.
- Lo pensaré. Gracias por liberarme, Darrius. Mi nombre es Dairou. Si decido unirme a tu grupo volverás a tener noticias sobre mí, te aseguro.
- ¿Y qué será de ti mientras tanto? Simplemente de curioso – respondió Darrius.
- Creo que seré un mercenario. Es lo que más se adapta a mis necesidades actualmente. Ya no serviré a nadie más – le contestó Dairou.
Tras esta breve conversación Dairou se marchó, sin un rumbo definido. No sabía si unirse o no a la Resistencia, a pesar de que la oferta era más que tentadora. Pero lo que tampoco sabía, es que su escape llegó, luego de no mucho tiempo, al Senado de Seido, y que éstos habían puesto a cargo de una persona a un equipo especial con el fin de acabar tanto con la Resistencia como con el infiltrado. Y esa persona que estaría a cargo de la misión sería nada más ni nada menos que Hotaru.
FIN
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Bueno, espero con ansias sus opiniones y críticas constructivas. Espero que lo hayan disfrutado, saludos para todos!
