Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

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Error Macross
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Error Macross » Mar, 04 Nov 2014, 04:59

Que choque, me gusto mucho toda la tension, con Li Mei y Kung Lao mintiendo protegiendose entre si, de hecho, para mi lo mas interesante es el hecho de que Li Mei esta totalmente descolocada, y el que empieza la mentira es Lao.
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The ST. Jimmy
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The ST. Jimmy » Mar, 04 Nov 2014, 16:50

El choque fue super raro para mi. No porque fue malo, sino porque esperaba que se fuera todo al joraca y me encontre con una Li Mei que termino siendo apoyada en cierta forma por Kung Lao, lo cual creo es prueba de que sus palabras en el capitulo anterior lograron afectar al monje. Y con un Liu Kang que mas que enfrentar a Hai An prefirió apoyar a su amigo antes de delatarla o peor. Ya veo que el quilombito empieza a venir por el lado de Kung Lao, Liu estuvo bastante mansito y no fue tan al choque, Lao parece tener mas probleas y dudas en su mente.

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The Shaolin Nun
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The Shaolin Nun » Jue, 27 Nov 2014, 08:32

Hola de nuevo :D dejé colgado esto un tiempo, qué mal ¬ ¬ , pero en fin. Agradezco la amabilidad por dar lectura y aquí dejo un nuevo episodio.



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Perversas Reflexiones: Cediendo a la Tentación.







Al estar todo el resto de la tarde pensando en la visita de Hei An y su terrible propuesta, Kung Lao no pudo conseguir estar en paz. Anhelaba que llegara la noche para dormir y olvidarse de todo; sin embargo, la situación fue muy diferente. La noche tan solo lo hizo concentrarse más en ello.

En las afueras del templo no había más que quietud y silencio. Las antorchas que alumbraban la obscuridad, aunque siempre lucían normales, esa noche algo las hacía parecer siniestras.

El viento soplaba con poca intensidad, arrastrando ligeramente las hojas desprendidas de los árboles.

Todas las habitaciones de los monjes estaban obscuras, pues ya habían apagado sus velas para dormir tranquilamente; pero en una habitación había una vela que permanecía encendida.

Kung Lao estaba sentado en una orilla de su cama, con sus ojos cerrados, sin importarle el dolor de la lesión aún abierta en su pecho, de la cual a veces escurría sangre fresca.

Las hirientes palabras de la mujer de negro resonaban en su mente todo el tiempo. No dejaba de cuestionarse una y otra vez si Hei An tenía razón. ¿En verdad no es suficiente lo que ha logrado en toda su trayectoria como guerrero? o más bien ¿No se siente conforme con ello?

Al cuestionarse eso, comenzó a reflexionar sobre las cosas que dejaron una dolorosa huella en su interior.

–¿Recuerdas todas esas veces que te sentiste débil y cobarde? ¿Recuerdas todas esas veces que permitiste que la gente te desalentara cuando te hacían saber que no creían en ti? ¿Todas esas veces que tus esperanzas y sueños se vinieron abajo? ¿Todas esas veces que te fuiste a la cama, después de haber fracasado, confiando que algún conseguirías tus objetivos y nunca fue así? ¿Todas esas veces que no te atreviste a hacer algo, por temor, y te quedaste con deseos de consumarlo? –Cuestionó su atormentado subconsciente.


Kung Lao sintió un nudo en la garganta por la rabia que le ocasionaban todos esos pensamientos.

–¿Lo recuerdas? –Insistió su mente. –Muchas veces viste pasar frente a ti las oportunidades de hacer algo por borrar esas heridas que quedaron en tu orgullo, y que no pueden cerrar, y tan solo las dejaste ir.

De pronto vio algo tirado justo al lado de su cama y se inclinó para recogerlo, con algo de dolor debido a la lesión del pecho. Era la flor de color rojo intenso que Hei An le había obsequiado.

Contempló su enigmática belleza, viendo uno de sus pétalos cayendo al suelo al estar muriendo por haber sido separada de la tierra. Esa flor era algo más que un obsequio; era un mensaje oculto que debía descifrar.

Reflexionaba una y otra vez sin lograr conseguir un indicio sobre las intensiones de Hei An con ese regalo.

Cuando estuvo a punto de darse por vencido, llegaron a su mente ciertas palabras que la mujer le dijo cuando le dio la flor.

“Encontrarás muchas de ellas en el bosque. Solo tienes que ir a lo más profundo de él para hallarlas. Bañadas con la luz de la luna se ven todavía más bellas”

Su corazón dio un vuelco, pues parecía que había logrado descifrar el mensaje: Al haber sido descubierta por Liu Kang, Hei An ya no podía regresar al templo; de modo que si Kung Lao aceptaba su macabro ofrecimiento y quería llevar a cabo todo lo que conversaron, con ese mensaje oculto que le dijo cuando le entregó la flor, le estaba indicando que podría encontrarse con ella en las profundidades del bosque, y al haber dicho la frase “Bañadas con la luz de la luna se ven todavía más bellas” le quería decir que lo estaría esperando ahí en las noches.

Y de hecho así era. Li Mei a partir de ese día estaría esperándolo todas las noches en el bosque; estaba segura de que aceptaría su oferta e iría con ella en cualquier momento.

Kung Lao comenzó a sentir un gran nerviosismo que se mezcló con terror cuando se dio cuenta de que estaba dispuesto a buscarla, apenas se sintiera mejor de su lesión.

–¡¿Qué es lo que estás pensando?! –Se dijo asimismo agitado y arrepentido.

Se levantó de su cama lentamente sujetándose su lastimado pecho y abrió las cobijas para acostarse; pero en cuanto se disponía a hacerlo, un pensamiento lo detuvo.

–¿Y que tal si esta es la última oportunidad de que todos tus fracasos, desilusiones y frustraciones sean redimidos? –Irrumpió su subconsciente.

Soltó las cobijas y se volvió a sentar justo donde estaba antes. Vio su sombrero, el cual estaba a su lado, y lo tomó, cerrando sus ojos nuevamente.

–Siempre has tenido presentes esos pensamientos que te hacen sufrir, pero simplemente te ciegas, te niegas a creer que son verdad. Solo hacía falta que alguien te abriera los ojos. Hei An ya lo hizo, y ahora que te está ofreciendo una solución para librarte de ellos ¿Te niegas a aceptarla? –Dijo la voz en su interior –Si la rechazas, tan solo te flagelarás por el resto de tu vida pensando que fue una oportunidad menos y un fracaso más.

Sus emociones estaban dejando de ser de angustia y arrepentimiento, y se tornaron en coraje y odio. Comenzó a tensar la quijada a la vez que sintió una gota de sudor caer de su frente.

–No estaré dispuesto a soportar más esa sensación de fracaso. Creí que esos sentimientos no podrían desaparecer con nada; intenté borrarlos de la manera más benévola; pero no funcionó. Nunca pensé en hacerlo de mala forma, y hoy me doy cuenta de que es el único modo de lograr sentirme como siempre he anhelado, pero nunca he podido –Se dijo así mismo convencido de que haría lo impensable. – Ya tuve suficiente de las interminables batallas conmigo mismo. Si la traición es mi última oportunidad para sentirme en paz, entonces la tomaré.

Kung Lao abrió los ojos súbitamente, tomó firmemente su sombrero y lo arrojó con violencia a la pared de enfrente, dejándolo clavado, como si en él hubiera visualizado a las próximas víctimas de sus sangrientos planes.







____________________________________________________




2 semanas después...




Era una madrugada callada y solitaria. En un rincón apartado en las afueras de la base de las Fuerzas Especiales, las manos de un hombre, quien es miembro de ahí, recibían un pequeño costal de dinero.

–Aquí está lo acordado; solo que, por favor, le pido discreción… usted sabe –Le dijo una voz femenina.

–No se preocupe. Si me descubren, mi puesto corre peligro. Usted guarda silencio, yo guardo silencio –Contestó una voz ronca casi susurrando.

A través de la obscuridad, la silueta del hombre se vio girarse para irse.

–Hasta crees, estúpida –Se dijo así mismo en voz baja, seguro de que la mujer no lo escucharía. De pronto sintió algo clavándose en su espalda. Inútilmente trató de estirar su brazo para alcanzar el objeto, hasta que finalmente cayó al suelo sin vida.

La mujer caminó hacia él y arrancó su espada de la carne desgarrada.

–El estúpido eras tú si pensabas que te dejaría largarte así de fácil –Le dijo al cuerpo inerte, apenas perceptible entre unos arbustos y la obscuridad.

Aquella dama le hizo una seña a un acompañante que se había quedado atrás observando la transacción.

–Ha llegado el momento –Dijo y le indicó que caminaran.


Mientras tanto en la central de la base, se encontraba Sonya Blade. No había nadie más que ella, pues todo el personal que labora ahí ya se había retirado horas antes. Parecía tener problemas, pues en su estación de trabajo no dejaba de oprimir botones desesperadamente.

–¡¿Que rayos ha pasado aquí?! –Se dijo así misma molesta y esforzándose por hacer funcionar el sistema.

Miró hacia las cámaras de seguridad y vio que no captaban nada.

–¡Maldición! –Dijo y tomó su radio intercomunicador –¡Jax! ¡Jax! ¿Me escuchas? Hay un problema con los circuitos de seguridad, ven rápido.

Esperó respuesta de su compañero, pero su intercomunicador hacía sonidos anormales.

–Parece que no emite ni recibe señales; entonces también hay problemas con la comunicación. Esto es muy extraño –Se dijo así misma mirando con rareza el aparato.

Decidió ir a buscar a Jax para solucionar el problema. Su compañero ya se había retirado del lugar una hora antes que ella, como a menudo sucedía cuando ocurría alguna eventualidad que debía cubrir.

El sonido de unos cables haciendo corto circuito la distrajeron. Se acercó al lugar donde se había originado aquel ruido e inspeccionó en estado de alerta, esperando volver a escucharlo. Cuando pasaron unos segundos sin oír los anormales chispazos, decidió no perder más tiempo e ir de una vez por todas a localizar a Jax.

En su premura se giró rápidamente, pero chocó con alguien.

–¡Kung Lao! ¡Santo cielo, me asustaste! –Dijo exaltada con una mano sobre su pecho, esperando a cualquier otra persona menos a él. –¿Qué estás haciendo aquí? –Cuestionó con una sonrisa amigable después de recuperarse del susto.

Él estaba cabizbajo; su rostro inexpresivo comenzó a preocuparla. La inesperada presencia del hombre, acompañada de su rara actitud, la hicieron tener un mal augurio. Su sonrisa de gusto por verlo se desdibujó.

–¿Qué pasa? ¿Ocurrió una tragedia? –Preguntó temiendo lo peor.

Kung Lao agachó aún más la cabeza, cubriendo su mirada con su sombrero.

–Aún no –Respondió.

Aquella contestación inquietó a la rubia.

–¿Aún no? ¿A caso sabes algo? ¡Por favor responde! –Exclamó desesperada.

Él respiró profundamente como si estuviera resignándose.

–Sonya, perdóname por esto –Contestó y se quitó su sombrero lentamente.

La teniente estaba perpleja, viendo a su amigo el cual tenía el ánimo como el de una persona que acaba de sepultar a un ser querido.

–¿Qué estas haciendo? –Cuestionó ante la mirada evasiva del hombre.

Un inquietante silencio imperó por unos segundos antes de que Kung Lao lo rompiera con unas perturbadoras palabras.

–No lo entenderías, pero... no puedo dejarte con vida –Respondió sin atreverse a verla a los ojos.

Ella soltó una risilla sarcástica al no creer que estaba hablando en serio.

–¿Es esto una mala broma? –Preguntó confundida.

La rubia puso las manos en su cintura sin tener idea de qué se traía su amigo. Éste la miró con seriedad, lo que ocasionó el temor de la mujer.

–Lo siento Sonya –Respondió y levantó su sombrero con la intensión de cortarla en dos.

Sus reflejos reaccionaron de inmediato al ver el filoso metal del sombrero aproximarse a ella y saltó hacia un lado para evitar ser herida.

–¡¿Qué demonios está pasando contigo?! –Preguntó incrédula de que su fiel compañero la estuviera atacando. Pensó que tal vez se trataba de Shang Tsung queriéndola hacer caer en una trampa.

–¿Eres tú, hechicero? ¿Qué estás tramando ahora? –Preguntó y le dio una patada en el vientre al hombre esperando que regresara a su forma normal; pero lamentablemente no fue así.

Kung Lao cayó al suelo, con falta de aliento y sujetándose el abdomen. Aterrada, la teniente lo miró, resistiéndose a creer que en realidad era su amigo el que estaba arremetiendo en su contra.

Al estar pasmada observándolo contorsionarse de dolor, súbitamente sintió un brazo rodeando su cuello con rudeza.

No tuvo tiempo de mirar a esa persona. Atinó a golpear con su codo el abdomen del atacante, pudiéndose liberar.

Tosió un momento sujetando su garganta tratando de recuperar el aliento. Después se giró para buscar a su agresor pero no vio a nadie.

Se quedó inmóvil tratando de asimilar qué había ocurrido. Después de un momento pudo ver plasmada en el suelo la sombra de Kung Lao caminando lentamente detrás de ella con su sombrero levantado, con toda la intensión de asesinarla por la espalda.

Sonya se puso la mano en su boca a causa de la impresión y se dio la vuelta.

–¡Kung Lao, retrocede ahora mismo! –Indicó mientras caminaba hacia atrás, queriendo evitar lastimar a su amigo.

Éste hizo caso omiso y siguió caminando hacia ella amenazándola con su sombrero.

–Por favor, yo sé que tú no serías capaz de hacer esto –Dijo como último recurso, resignada a tener que atacarlo.

Él negó con la cabeza, sin ninguna intensión de bajar la guardia.

–No hay nada que discutir; pero te doy la oportunidad de que te defiendas –Contestó con una mirada desafiante –Atácame –Agregó incitándola a un duelo a muerte.

–¡Se acabó! ¡Mi paciencia tiene un límite y estás empezando a rebasarlo! –Exclamó la rubia mientras se ponía en guardia. –Kung Lao, vamos a salir muy mal de esto. ¿De verdad quieres terminar así con nuestra amistad? –Cuestionó con mucho dolor de saber que uno de los dos acabaría muerto, o en el mejor de los casos si lograban sobrevivir, la relación no sería la misma.

Li Mei estaba justo detrás de la rubia. Llevó su brazo hacia su espalda y sacó suavemente la espada que llevaba oculta. Aprovechando que la teniente estaba distraída pensó en atacarla, pero justo cuando tomó vuelo para clavar el arma en su cuerpo, Li Mei sintió la mano de Sonya aferrándose fuertemente de su muñeca para impedir el ataque.

–No volverá a pasarme otra vez –Dijo con su cuerpo aún viendo al frente, pero con su brazo estirado hacia atrás para sujetar la muñeca de su enemiga, haciendo referencia a que estaría más alerta que nunca, después de haber sido tomada por sorpresa instantes. –¡¿Quién es ella?! –Preguntó con mucha curiosidad de conocer su identidad y saber porqué esa mujer y Kung Lao pretendían liquidarla; sin embargo, no obtuvo respuesta.

Li Mei emitía quejidos al sentir su articulación siendo estrujada con fuerza. Intentó rodear el cuello de la rubia nuevamente con el brazo que tenía libre, pero antes de que lo lograra, Blade lo sujetó también.

–¡Kung Lao, atácala! –Gritó la mujer de negro al verse aprisionada por Sonya.

El monje se lanzó hacia ella con el fin de que libere a su compañera.

Cuando Sonya se percató de eso, le dio un fuerte puñetazo en el rostro a Li Mei que la llevó al suelo bastante aturdida. Miró con coraje a Kung Lao, pues no comprendía por qué razón la estaba atacando.

–¿Así que esto va en serio? ¡Si quieres luchar, pues aquí tienes! –Exclamó la rubia lanzando una ráfaga rosa al monje.

En cuanto éste vio aproximarse el proyectil, se teletransportó quedando detrás de su rival. Estiró sus brazos para tomarla y arrojarla violentamente; pero Blade, al presentir esas intensiones, se agachó y le respondió con una barrida que lo dejó en el suelo.

La teniente sentía remordimiento por golpear a quien fuera su amigo de tantos años, y aún más le dolía el hecho de que él tuviera la sangre fría de querer matarla sin razón aparente.

Kung Lao se levantó y le lanzó un puñetazo a Sonya, que ella detuvo con su mano. Los dos se quedaron quietos por unos instantes en esa posición.

Aquel ataque hizo que a Kung Lao le vinieran a la mente los gratos recuerdos de Sonya y él practicando sus técnicas de kombate. A menudo, cuando entrenaban juntos, Kung Lao le lanzaba puñetazos a Sonya que ella detenía fácilmente, y posteriormente la bella rubia alardeaba, burlona, pero graciosamente sobre ello.

Cuando el monje regresó a la realidad, él y su ahora rival compartieron miradas incómodas, ambos queriendo desistir de aquella lucha.

Por un momento Kung Lao recordó los momentos de gran camaradería que vivió con ella. Se arrepintió de sus actos, casi a punto de tirar su sombrero al suelo y suplicarle perdón por haber intentando matarla.

–No puedo hacerlo –Se dijo en su mente cerrando los ojos con remordimiento.

Pero de pronto pensó en la reflexión que tuvo en su habitación la noche que decidió hacer esto.

No había marcha atrás; si abandonaba la lucha, había mucho que perder, al menos su amistad con Sonya estaba más que destruida, y su orgullo se llevaría un golpe tan severo, por haber estropeado todo, que tal vez no podría soportarlo; pero si seguía adelante, había mucho que ganar.

Vio a Hei An poniéndose de pie después de haber estado aturdida, mirándolo fijamente. Cuando la vio, no pudo evitar ser estimulado por el recuerdo de sus hirientes palabras.

Kung Lao frunció el ceño con ira, tensó la mandíbula, y sin pensarlo más, tomó su sombrero empuñándolo con firmeza, y le dio un tajo en el rostro a Sonya, que la agarró desprevenida.

La desafortunada rubia dio un grito a la vez que se ponía las manos en el rostro a causa del dolor e intentando contener la sangre que salía en abundancia, incrédula de que tal dolor fuera causado por una persona que ella apreciaba como a pocos. El hombre buscó aprovecharse de su sufrimiento para seguirla atacando; sin embargo, ella logró darse cuenta a tiempo y le dio un fuerte puñetazo en el rostro a su antes amigo, impregnando su mejilla con la sangre derramada por el corte del sombrero.

El monje Shaolin emitió un alarido a causa del fuerte impacto de Sonya. Li Mei, por su parte, se mantuvo distante en una sombra que la cubría por completo, observando cada movimiento de ambos guerreros, esperando el momento oportuno para participar. Cayó en la cuenta de que no podía permitir que Kung Lao recibiera muchos golpes que dejen huella de esa batalla y que pudieran delatarlo cuando los amigos de Sonya se enteren de su muerte; por lo tanto, pensó en acabar con la lucha de una vez.

Viendo que Sonya estaba debilitada por tan intensa pelea, en conjunto con la hemorragia de su rostro, Li Mei se paró detrás de ella y le sujetó fuertemente sus brazos para inmovilizarla. Los apagados reflejos de Sonya no le permitieron percatarse de su enemiga y por más que luchaba por liberarse, le fue imposible.

–Hazlo ahora –Le dijo Li Mei a Kung Lao, incitándolo a darle el ataque final.

El monje, muy cansado y jadeante se quitó el sombrero dispuesto a terminar con su labor; sin embargo fue interrumpido.

–Jamás creí que un amigo mío fuera el que me cegaría de la vida –Dijo Sonya debilitada, sabiendo que sus días estaban por terminar. Después comenzó a negar con la cabeza a una pregunta que nadie le había formulado –No, no creo que esto haya sido idea tuya. Sé que hay algo más –Agregó convencida de que ese no era el Kung Lao que conocía.

El remordimiento lo invadió de nuevo; sin embargo no se dejó vencer por él. Vio por última vez la profunda mirada de Sonya clavándose en la suya, la cual expresaba decepción.

–No lo pienses más. Acábala y larguémonos de aquí –Dijo Li Mei con una mirada fría y perversa, notando que su compañero se resistía a matarla.

No soportaba más ese tormento; pero menos soportaría el tormento de haber fracasado en su objetivo de esa noche. Antes de ir a la base de la Fuerzas Especiales se prometió salir victorioso o salir muerto, no tenía más opciones.

Se hartó de que el remordimiento le impidiera consumar su triunfo y decidió poner fin a la situación.

Kung Lao sujetó su sombrero fuertemente y tomó vuelo con la mano.

Una lágrima brotó de uno de los ojos azules de Sonya, y rodó por su mejilla; no por el miedo a ser asesinada, sino por el dolor de ser asesinada por su amigo.

El monje Shaolin deslizó el filo de su sombrero en la garganta de la teniente, haciéndola derramar la poca sangre que débilmente corría por sus venas.

Sin fuerzas para quejarse, Sonya apenas abrió la boca como reflejo al sentir la hoja cortando su piel. Su vida se extinguía a cada segundo. Finalmente, cuando Li Mei sintió que la rubia ya no se sostenía por ella misma, la soltó, dejando caer su cuerpo inerte al suelo.

Kung Lao contempló unos segundos el cadáver de quien fuera su gran colega, y después cerró los ojos lleno de culpa, pero a la vez sabiendo que era lo mejor para él y sus aspiraciones.

Li Mei sentía un macabro gozo dentro de su mente al ver que había un estorbo menos.


–Buen trabajo –Le dijo felicitándolo por sus agallas.

Él giró su cabeza para evadir la mirada de la mujer, notándose muy molesto.

–No, no vuelvas a decir eso –Respondió con sentimientos encontrados, pues se sentía conforme de haber cumplido con su cometido, pero a la vez no podía evitar sentir arrepentimiento.

Li Mei entendió que fuera difícil esa experiencia para Kung Lao; no obstante, también sabía que con eso le sería más sencillo exterminar a sus otros amigos. Esbozó una sonrisa maliciosa cubierta por su velo y respiró profundamente debido a la satisfacción de haber tenido éxito esa noche.

–Tenemos que irnos de aquí cuanto antes –Indicó a su compañero mientras caminaba a la salida.

Kung Lao se quedó quieto un momento, confundido y a la vez temeroso de ser descubierto. Dio una última mirada al cuerpo sin vida de Sonya y caminó para alcanzar a Hei An.



Al amanecer, en la base de las Fuerzas Especiales, se llevarían una muy desagradable sorpresa.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Acero_12 » Mié, 03 Dic 2014, 12:48

Perdimos a Kung Lao. Dios, mató a Sonya. Pobre, me dio lastima y es cierto: es más fuerte morir a manos de alguien que querías que a manos de alguien que odiabas.
No puedo decir mucho más; solo que la voluntad de Kung Lao es igual a la de jugador de la selección argentina: penosa.

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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The ST. Jimmy » Vie, 05 Dic 2014, 15:44

Ya esta, se nos fue al caranchics todo. No esperaba que muriera alguno de los 5 principales (Cage, Sonya, Jax, Liu o Kung) pero por lo que veo hay mas chances de que sobreviva solo uno a que sobrevivan mas de tres xDDDDD
Una tristeza lo de Sonya, pobrecita. Pero también horrible Lao, tanta duda y tanto que queria a sus amigos y pum, la mata de una. A Lao ya lo perdimos, o al menos no creo que haya redención para él. Ahora veremos como actuan los demas, en especial Liu, ante la noticia. Esto se puso jodido.

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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Error Macross » Lun, 08 Dic 2014, 05:39

Si, esto me parecio tambien un salto al vacio tal vez muy extremo para el personaje, y muy repentino, pero bueno, la situacion estuvo muy jugada e interesante, no tanto por la pelea que no fue muy copada y mas que nada se sintio fuerte por lo que representaba que por otra cosa.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por kanalla » Lun, 22 Dic 2014, 22:10

Después de perderme varios capítulos, Kung Lao desequilibra en el momento preciso y saca el Kanalla que llevamos dentro. Li Mei apaña bien envenenado la mente, y resto del relato como siempre bonito, bien presentado y educado.

Nada más que decir excepto que fue un genial capítulo.
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