Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

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The Shaolin Nun
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The Shaolin Nun » Dom, 24 Ago 2014, 06:56

Muchas gracias A TODOS por pasarse por esto y manifestar su punto de vista :D Double.A no hay de qué, es un placer :)

Como dato, quiero comentar que este episodio es como una especie de parte aguas para que comience a desencadenarse la tragedia :P Las cosas se van a empezar a poner turbias pronto…muy pronto…. (Risa malvada desquiciada).





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Estocada En El Espíritu







Al amanecer, en la base de las Fuerzas Especiales, Sonya y Jax como siempre inspeccionaban que todo estuviera en orden. Mientras revisaban las instalaciones de seguridad Sonya se detuvo un momento y se giró hacia su compañero.

- Jax, no sé si te diste cuenta, pero ayer Liu Kang y Kung Lao tenían una actitud muy extraña. En todos los años que los acompañamos a esos eventos nunca los había visto así –Le dijo a su compañero.

Jax asintió sin dejar de hacer su labor.

-Sí, yo también lo noté. No tengo idea de qué era lo que los perturbaba pero me tranquiliza que al menos al final todo “volvió a normalidad” –Contestó y seguido dio una pequeña risa.

-Tal vez necesiten vacaciones –Dijo una persona que no estaba ahí inicialmente.

Sonya y Jax voltearon a ver a dicho sujeto para saber de quien se trataba.

-¡Stryker!, Al fin apareces. Hace mucho que no te veíamos –Le dijo Sonya con una expresión de alegría y sorpresa.

- Sí, tomé un merecido descanso. Quería alejarme de los problemas por un tiempo y siento que me fue muy bien. Creo que ya hasta olvidé como usar esta cosa –Dijo bromista mientras desenfundaba su pistola. -¿Y cómo va todo por aquí? –Preguntó.

- Todo está bien por fortuna, así que si quieres puedes largarte otro año de vacaciones. No nos interesas por ahora –Dijo Jax de forma bromista. Stryker y Sonya rieron ante las palabras de Jax. – Me alegra verte –Agregó mientras le dio un abrazo acompañado de fuertes palmadas en su espalda.

-¿Más vacaciones? ¡No! al contrario, regresé cargado de energía; necesito acción, mucha acción. Estoy a la espera del peligro –Dijo de manera graciosa.

-No atraigas la mala suerte –Le replicó Sonya cruzando los brazos y negando con la cabeza.

Stryker y Jax compartieron una carcajada. Después de conversar algunos momentos, Stryker miró hacia su reloj.

- Bien, me voy. Únicamente he venido a hacerme presente y que sepan que Stryker está listo para la aventura –Dijo y les estrechó sus manos firmemente.

Sus amigos se despidieron de él y lo vieron salir de la base. Estaban contentos de ver de nuevo a su compañero. Por una razón muy extraña y que ella misma desconocía, Sonya tuvo una sensación de confianza y seguridad de saber que su compañero y gran aliado había reaparecido, pero no entendía el porqué de ese sentimiento, pues no estaban atravesando por problemas en estos momentos.

Se quedó unos instantes pensando en ello, pero pronto recordó que debía seguir con la inspección de rutina, así que dejó del lado aquella extraña sensación. Era como si una oleada de zozobra se esparciera lentamente por los guerreros de la Tierra.





Mientras tanto, en la Academia Wu Shi, Liu Kang y Kung Lao se encontraban solitarios quitando los adornos que se encontraban en las afueras de esta ornamentando sus muros externos, y a su vez sus demás compañeros se encontraban ordenando el interior.

En lo que retiraban los adornos, Kung Lao miró a su amigo el cual tenía un rostro que reflejaba preocupación.

- ¿Qué te pasa? –Le preguntó sin dudar que había algo que lo molestaba.

Liu Kang suspiró

- Los hermanos Dong y Huang están desaparecidos. Desde que antes que concluyera el festejo de anoche nadie los vio, e incluso los maestros comentan que no durmieron en sus habitaciones. Ya es tarde y siguen sin aparecer –Respondió.

Kung Lao se sorprendió. Estaba muy extrañado de que sus compañeros no estuvieran en la academia.

-¿Y los maestros no tienen idea de donde puedan estar? –Cuestionó con curiosidad.

Liu Kang asintió sin dejar de retirar los adornos del muro.

-Parece que al fin lo hicieron –Respondió dejando desconcertado a Kung Lao.

-¿Hacer qué? –Preguntó con extrañeza.

- Que los hermanos abandonaron el templo para irse a cuidar a su madre enferma. El gran maestro dijo que ellos le habían advertido desde hace un tiempo que dejarían este lugar. Él cree que ya lo hicieron –Respondió Liu Kang sin estar muy convencido.

-¿Y tú que piensas? –Preguntó Kung Lao esperando saber si Liu Kang compartía la misma opinión.
Él respiró hondo.

-No lo sé, Kung Lao. Sus pertenencias aún están en sus habitaciones, pero tal vez el gran maestro tenga razón y sus motivos tuvieron para abandonar el templo sin si quiera avisar. Ojalá haya sido así, pues según dijeron, su madre se encuentra muy enferma. Confío en que regresen más tarde y de no ser así, al menos espero que en un futuro nos envíen una carta diciendo como se encuentran –Dijo con esperanzas.

Kung Lao estaba igual de incrédulo que Liu Kang, sin embargo no todo era dudoso pues a pesar de que eran muy escasas las ocasiones, ya se habían suscitado algunos casos en los que ciertos compañeros desertaban y se iban sin avisar, pero con la diferencia de que ellos sí se llevaban sus pertenencias. Pese a todo, tenían la esperanza de que regresarían en cualquier momento y de no ser así entonces no les quedaría de otra más que aceptar lo que el maestro les dijo, en especial porque aquellos jóvenes ya habían manifestado sus deseos de irse. Lo que no sabían era que fueron brutalmente masacradas por quien menos se imaginaban.

Kung Lao movió la cabeza como negativa y decidió concentrarse en seguir recogiendo los adornos, pero pronto su concentración se vio interrumpida por una voz familiar.

- Espero no interrumpirlos –Dijo Raiden mientras se acercaba a ellos.

Liu Kang y Kung Lao detuvieron un momento su labor y se giraron hacia el dios.

- De ninguna manera, Raiden – Respondió Liu Kang -Lamentamos tu ausencia la noche de ayer –Agregó.

Ambos monjes le hicieron una reverencia mientras el Dios del Trueno les respondía con una sutil reverencia también.

- Siento mucho haber declinado su invitación de último momento, pero surgió un asunto muy importante y me fue imposible acompañarlos. Incluso debo regresar lo antes posible a seguir atendiéndolo, pero decidí pasar un momento a externarles mis disculpas a ustedes y a los maestros –Les dijo.

Los monjes se mostraron comprensivos y así se lo hicieron saber.

– No te preocupes Raiden –Dijo Liu Kang – Espero que en la siguiente oportunidad no haya más contratiempos. Y cambiando de tema, ¿Cómo ha ido todo? ¿No ha habido problemas? –Agregó.

- No, Liu Kang. Aparentemente todo está bien. Aunque he de confesarte que tanta calma me preocupa por alguna razón –Respondió el dios.

Kung Lao movió su cabeza desaprobando las palabras de Raiden.

-Al contrario, deberíamos sentirnos afortunados de tener la oportunidad de poseer algo de tranquilidad –Le dijo.

Raiden guardó silencio unos segundos.

– Tal vez estés en lo correcto, pero de cualquier forma siempre es bueno estar alerta ante el peligro que constantemente nos acecha –Le respondió. –Disculpen lo breve de mi visita pero debo irme de inmediato. Solo voy a dispensarme con los maestros y me retiro –Agregó mientras se disponía a irse.

-Permíteme acompañarte, Raiden –Le dijo Liu Kang mientras le entregaba los adornos que tenía en sus manos a Kung Lao.

Él miró los adornos un momento y con una sonrisa de burla volteó a ver a Liu Kang .

-Sí claro, yo entiendo. Me toca hacer todo el trabajo a mi ¿No? –Dijo sarcástica y bromistamente refiriéndose a quitar los adornos él solo.

Liu Kang sonrió y le dio una palmada en la espalda a Kung

- Solo será en lo que Raiden se retira –Respondió Liu Kang.

Kung Lao rió un poco para despreocupar a su amigo.

- No hay problema, yo me encargo –Le dijo a Liu Kang con una sonrisa. – Gracias por visitarnos, Raiden. –Agregó.

Raiden asintió con su cabeza mientras sonreía ligeramente a Kung Lao para después caminar rumbo al interior de la academia junto con Liu Kang.

Kung, al verse solo, miró el enorme muro que tenía incontables adornos y supo que le esperaba un largo trabajo. A pesar de todo lo hizo con gusto. Comenzó a retirarlos con delicadeza, pues eran muy elegantes y finos. A medida que los quitaba, los ponía en un gran recipiente para que sean guardados ahí.

Después de unos momentos de estar tan concentrado quitando los ornamentos, alcanzó a percibir el movimiento de alguien algo lejos, en otra sección del largo muro. Giró su cabeza mientras quitaba un adorno y se sorprendió con tranquilidad al ver que era “Hei An”, quien le estaba ayudando a quitar las decoraciones.

Kung Lao se rio dentro de sí mismo, quizá por la extrañeza y aferramiento de esa chica de visitarlo a menudo.

-Los debo poner en ese recipiente ¿No es así? –Preguntó “Hei An” cuando supo que Kung ya la había visto y a la vez que caminaba hacia el contenedor donde el monje ponía los adornos.

Kung Lao depositó el adorno que tenía en sus manos en el contenedor y caminó hacia “Hei An”.

-Si, así es. Los arreglos van aquí –Respondió.

“Hei An” colocó con cuidado los ornamentos que quitó en el contenedor. Se cercioró de que estuvieran bien acomodados y miró con algo de timidez a Kung Lao.

-¿Y a que se debe tu visita? –Le preguntó Kung Lao sonriendo mientras cruzaba los brazos y ladeaba su cabeza.

La sonrisa de “Hei An” se percibía a través de su velo negro.

- En muchos años no me había sentido tan contenta. ¿Sabes? Yo era una mujer solitaria. Prefería estar alejada de la gente, creía que no necesitaba a nadie, pero al final comprendí que estaba equivocada. Tú me enseñaste a reflexionar y saber que las personas siempre tienen que tener comunicación con los demás, alguien que sepa escuchar, alguien que sepa aconsejar o que simplemente me haga sentir acompañada. A pesar de que no es nada el tiempo que te he conocido, te veo como un hermano perdido, pues ayer en la noche me di cuenta que tenemos muchas cosas en común –Le respondió aparentando una tierna pero falsa inocencia.

Kung Lao se sentía en cierto grado enternecido por “Hei An”. No conforme con que las confesiones que la chica le hizo la noche anterior lo conmovieron bastante, su actitud de esos momentos lo conmovía aún más. Esa mujer parecía haber sufrido mucho en el pasado e incluso en el presente, así que Kung Lao pensó que de alguna forma la chica pretendía refugiarse en alguien. Algo veía en “Hei An” que le causaba simpatía de lo contrario, desde un principio, le hubiera pedido de la manera más cortes que se abstuviera de pasar por la academia.

-Ya veo –Respondió Kung Lao. - Me siento halagado de que me tengas tal confianza. No dudes en recurrir a mi cuando necesites algo –Agregó amablemente.

“Hei An” se quedó pensando unos momentos.

- ¿De verdad? Entonces ¿Qué te parece si vamos al bosque? –Sugirió impertinentemente aprovechando aquella facilidad que Kung Lao le había otorgado

Él abrió los ojos algo grandes ante la sugerencia de la chica.

- ¿Ahora? Es que estoy recogiendo los adornos de la academia –Le contestó sorprendido a la vez que miraba el gran muro a su lado. No sabía que la dama se tomaría tan a pecho su cortesía.

“Hei An” miró a su alrededor y se acercó a Kung Lao.

- Por favor. Yo sé que estás muy ocupado pero necesito que vayas conmigo al bosque. Quiero contarte algo que no te dije ayer. Es algo que solo le diría a las personas en las que más confío –Le suplicó en voz baja tratando de convencerlo.

Kung Lao tenía su ceño fruncido de extrañeza. Sintió una enorme curiosidad por saber que le quería decir “Hei An”; la actitud de la mujer se había tornado misteriosa. El monje observaba la mirada suplicante de aquella dama mientras en su mente analizaba si no había algún predicamento si se iba con ella al bosque, después de todo, ese era un día libre y podía pasarlo como deseara. Le hubiese gustado invitarla al interior de la academia pero prefería que siguiera pasando de inadvertida para evitar posibles problemas.

-Está bien. Por fortuna lo más importante que debía hacer en el día era recoger los adornos, pero pueden esperar –Dijo resignado al acceder a la propuesta de “Hei An”.

Ella sonrió agradecida y tomó del brazo a Kung Lao para incitarlo a caminar. Cuando comenzaron a dar los primeros pasos para adentrase al bosque, “Hei An” veía a su alrededor, y a escondidas de Kung Lao, con una mirada dura y maligna para cerciorarse que nadie los estaba viendo.


Mientras iba caminando “Hei An” le preguntaba a Kung Lao acerca de su labor y responsabilidades como uno de los encargados de tener a raya a aquellos peligros que merodean en la tierra. La mujer conocía muy bien todo lo que el monje le decía, sin embargo fingía su ignorancia ante ello.

Cuando por fin llegaron a un sitio muy apartado del bosque “Hei An” se detuvo de súbito y le indicó a Kung Lao quedarse ahí.

-Bueno, ya te he contado mucho acerca de mí. ¿Qué te parece si me cuentas más sobre ti? háblame sobre aquellos campos de cultivo que mencionaste ayer –Dijo el monje ayudándole a “Hei An” a iniciar una conversación.

- ¿Mis campos de cultivo? Aunque no lo creas esos campos no solo son mi sustento. Son una lección de vida para mí –Respondió deshaciendo su expresión alegre mientras adquiría una más seria.

Kung Lao pensaba en lo que la chica le había dicho.

- ¿En verdad? ¿Y por qué? –Preguntó curioso.

-Te lo explicaré –Dijo “Hei An” y se sentó en un tronco caído que se encontraba en ese lugar. – Mi padre me enseñó que siempre luchara por mis ideales. Él comenzó trabajando unos pequeños campos que apenas y le servían para subsistir, pero, se dio cuenta de que con un gran esfuerzo podía ser dueño de las tierras más fértiles y extensas de toda la región. Siempre tuvo en mente lograrlo y no descansaría hasta cumplirlo. Su vida estuvo llena de privaciones durante su infancia y cuando creció y formó su familia, pensó en retribuirse así mismo por tanta miseria que sufrió, así que trabajó sin descanso hasta que al fin sus tierras fueron de las más significativas y extensas del pueblo. Él me enseñó con su propio ejemplo que lo que uno quiere puede lograrlo con esfuerzo.

Kung Lao estaba de pie frente a ella mientras asentía al estar de acuerdo con lo que “Hei An” le dijo.

- Me alegro que tu padre además de haberte heredado sus tierras te haya dejado junto con ellas esa visión de lo que puede lograr la voluntad y el esfuerzo –Respondió Kung Lao.

De pronto notó que la mirada de “Hei An” se tornó vidriosa.

- Me heredó sus tierras y su ejemplo. En cambio mi madre y mi hermano me heredaron soledad. Desde el día de su asesinato no puedo vivir en paz –Dijo “Hei An” mientras falsamente entrecortaba su voz.

El monje sabía lo dolorosos que son esos temas así que no quería que la mujer se adentrara más en ellos al notar su sufrimiento.

- No es necesario que hables de ello. Comprendo que es muy duro –Decía mientras le tocaba su hombro para reconfortarla.

“Hei An” estaba cabizbaja pero ante las palabras de Kung Lao subió su cabeza para mirarlo a los ojos.

- Ahora voy a confiarte algo que no le he dicho a nadie por temor a que se burlen de mí –Le dijo al monje mientras se ponía de pie – ¿Recuerdas que en la academia te dije que iba a contarte algo? Pues es esto… –Agregó.

Kung Lao estaba muy extrañado y sentía algo de ansias por conocer qué será lo que va a decirle la chica.

-Desde el día que murieron mi madre y mi hermano, siento una herida abierta en mi alma que solo sé que sanará de una forma. En cuanto supe quienes habían sido los causantes de haberme separado de mi familia, no lo pensé más y decidí acabarlos con mis propias manos. Desde entonces entreno y me preparo para ser una gran luchadora. Estoy en busca de venganza. No descansaré hasta acabar con los malditos residentes del Outworld que fueron los causantes de mi soledad y tanta miseria –Dijo “Hei An” aparentando mucha ira.

Kung Lao se quedó boquiabierto al escuchar tal confesión de la mujer. Le pareció muy descabellado pero desde luego no pensaba contradecirla pues le había tenido confianza de comentárselo. Ella esperaba una reacción de Kung Lao sobre sus ideales.

- Piensas que es una locura ¿Verdad? –Preguntó “Hei An” pareciendo decepcionada pues esperaba un apoyo inmediato de parte de Kung Lao y a cambio obtuvo su silencio.

- ¡No! Por el contrario, comprendo tu convicción. Debes de confiar en ti misma y no te debe de importar la opinión de la gente sobre tus ideales y mucho menos tener miedo a que se burlen de ti –Le contestó Kung Lao demostrándole su apoyo.

“Hei An” demostró más ánimo al saber que Kung Lao la poyaba.

–Tal vez tú puedas enseñarme algunas técnicas de lucha que utilizas contra tus adversarios –Dijo amistosamente.

Li Mei domina sus propios estilos de pelea como toda una maestra sin embargo no podía externarlo porque sería sospechoso demostrar las técnicas en las que es experta.

-Por supuesto. ¿Qué técnica estás practicando? –Preguntó Kung Lao para tener nociones sobre las habilidades de “Hei An”.

-La que he estado parcticando es esta. Prepárate porque te mostraré lo que he aprendido –Dijo “Hei An” amistosamente y alistándose para darle una demostración de sus golpes.

Kung Lao asintió y esperó a que “Hei An” comenzara a atacarlo. Ella de inmediato pensó en qué técnica de las que sabía podía elegir para no levantar sospechas, entonces, se decidió por la que menos utilizaba desde hace tiempo atrás.

La mujer entonces trató de agarrar desprevenido a Kung Lao. Tomó vuelo con su puño para simular que iba a golpear su rostro, pero en realidad el verdadero ataque se lo daría en el vientre con su otra mano. Sin embargo. Como si él hubiera adivinado, el monje ni si quiera se movió para evitar aquel supuesto puñetazo en el rostro y se centró en detener el puño que Li Mei dirigía hacia su abdomen.

Él sujetó firmemente la mano de la mujer. La observó por unos segundos y la soltó a la vez que le indicaba con un gesto a “Hei An” que continuara luchando.

Ella entonces dio unos pasos atrás, respiró hondo e intentó darle un par de golpes con sus bellas pero poderosas manos, sin embargo Kung Lao los esquivó con facilidad. Li Mei estaba fingiendo; si no fuera así, él tendría problemas para evadir sus golpes. Ella no podía permitirse actuar de manera sospechosa así que simuló ser una inexperta en esa técnica que ella domina a la perfección.

Kung Lao, mientras tanto, la observaba con paciencia y analizaba los golpes que la chica le daba para estimar que tan bien lo hacía.

Al ver que Kung Lao no tenía ningún problema con esquivar sus ataques, decidió subir la intensidad de estos y tratar de hacerlos más potentes.

Comenzó a darle una serie de golpes que pese a que seguían siendo algo débiles por fingirlos, a Kung Lao ya comenzaba a costarle un poco más de trabajo detenerlos.

De pronto, mientras Li Mei tiraba puñetazos dirigidos al rostro de su oponente, su mirada se clavó en él, y a su vez los ojos de Kung Lao terminaron observándola fijamente. Eso ocasionó que inconscientemente Li Mei aumentara la velocidad y fuerza de sus golpes; comenzó a sentirse incómoda.

Él entrecerró sus ojos observando profundamente los de Li Mei sin dejar de detener sus puños dispuestos a golpearlo. Ella se inquietó en su interior; bajó la mirada a la vez que comenzó a agitarse. Tenía temor de que él hubiera comenzado a sospechar algo, sin embargo lo que causó que Kung Lao la viera de manera extraña es que percibía cierta tensión en ella.

De pronto Li Mei dejó de tirar golpes y súbitamente le dio una patada en el abdomen a Kung Lao que lo tomó por sorpresa.

Él dio un pequeño quejido y colocó sus manos en el vientre. Li Mei abrió los ojos muy grandes.

- ¡Lo siento! –Exclamó mientras estaba de pie observando con angustia a Kung Lao.

No le tomó mucho recuperarse. Respiró hondo un par de veces y caminó hacia “Hei An”.

- No te preocupes. De eso se trataba –Le respondió con amabilidad.

“Hei An” se sintió aliviada, pues no quería golpearlo tan fuerte.

- ¿Y qué piensas sobre mi forma de luchar? –Preguntó con ansiedad en su interior.

Él asintió como señal de aprobación.

-Es Mi Zong, ¿Cierto? Esa técnica te será muy útil para confundir a tus adversarios, pues cómo de seguro ya te has dado cuenta, ese estilo de lucha se centra en el "engaño" –Afirmó Kung Lao.

A Li Mei no le extrañaba que él supiera tanto de artes marciales, pero a “Hei An” sí debía impresionarle.

- Es increíble, lograste acertar la técnica que estoy practicando. Sé que aún me falta mucho camino por recorrer pero para eso me preparo –Dijo “Hei An”.

- No sé cuanto tiempo llevas entrenando, pero siento que estás haciendo un buen trabajo. Debes esforzarte más y estoy seguro que lo harás muy bien. Por otro lado, me gustaría decirte que para el objetivo que llevas en mente, vas a necesitar más esfuerzo del que crees. Los guerreros del Outworld son seres muy conflictivos, sanguinarios, y poderosos –Advirtió el monje, pues a pesar de que al probar las habilidades de “Hei An” percibió una buena preparación de su parte, no podría comparase con la fuerza de los tarkatanos.

“Hei An” bajó la cabeza simulando estar algo decepcionada de sí misma, sin embargo después pareciera que el valor se apoderó de ella de nuevo.

- Lo sé. Yo sé que sueno patética al tener esa misión que me he puesto en la vida, pero prefiero ir a la tumba por haberlo intentado, que ser una anciana que sufra de pensar en lo que pude haber hecho. Sería una agonía muy larga –Respondió algo triste pero a la vez convencida de que seguirá luchando por ello.

Kung Lao negó con la cabeza.

- Yo nunca dije que no lo lograrías hacer y mucho menos pienso que eres “patética”, lo único que quiero es que te quede claro que es una gran meta y requieres un esfuerzo mayor –Respondió Kung Lao demostrando su confianza en ella.

“Hei An” se quedó mirando a Kung Lao unos segundos.

– Dime una cosa, Kung Lao –Dijo con los ojos entrecerrados -¿Alguna vez has anhelado algo de tal magnitud que estarías dispuesto a dar lo que sea por ello? –Preguntó con una mirada muy penetrante.

Kung Lao sintió un nudo en la garganta. La pregunta de “Hei An” removió su mente creando caóticas olas de pensamientos en su cabeza.

- Todos hemos anhelado algo en la vida, Hei An –Respondió Kung Lao desviando la mirada.

Li Mei notó algo de nerviosismo en el monje, así que aprovechó esa oportunidad para adentrarse más en el tema.

- Sí, yo sé que todos lo hemos hecho, pero hay veces que los anhelos sobrepasan los límites y se convierten en algo más. Se convierten en objetivos. ¿Cuál ha sido tu más grande objetivo? –Preguntó ansiosa por conocer la respuesta de Kung Lao a pesar de que ella estaba segura de saberla.

Él suspiró y se quedó pensando mientras miraba hacia el suelo.

– Mi más grande anhelo es lo que me ha traído hasta aquí. Cuando era muy joven, me contaron acerca de mi ancestro, quien tenía el mismo nombre que yo. Era un hombre que se ganó mi profunda admiración por las proezas que me decían sobre él. Entonces me di cuenta que tenía que hacer algo para ser digno de llevar su nombre. Aún más recayó en mí ese sentimiento de responsabilidad, cuando me dijeron que ese hombre tan prodigioso fue asesinado durante un torneo. Para mi fue algo que me dejó marcado pues yo no soportaba saber que alguien que merecía haber sido recordado como un héroe era recordado por haber sido cruelmente derrotado. Sentí mucho coraje y creí que podía hacer algo para vengar su derrota. Desde ahí comenzó mi viaje hacia el cumplimiento de mis aspiraciones. Deseaba que mi ancestro se sintiera orgulloso de mí donde quiera que se encuentre. Ni si quiera conocí a ese hombre, pero ha sido quien me ha traído hasta donde estoy ahora –Respondió con una mirada brillante como el cristal que reflejaba melancolía.

“Hei An” logró darse cuenta del sentimiento con el que hablaba Kung Lao, así que supo que esa era la oportunidad que estaba esperando. No dudó en ahondar en el tema.

- ¿Y lograste cumplir tus aspiraciones? ¿Crees que hiciste lo suficiente para que tu ancestro se sintiera orgulloso de ti? –Preguntó con tal cizaña que sonreía maliciosamente aprovechando que Kung Lao estaba cabizbajo.

Él pasó saliva con dificultad y meditó acerca de la pregunta.

– Después de un tiempo me di cuenta que podía arreglar las cosas de otra manera. Así que decidí dejarlo todo por la paz. De cualquier forma estaba seguro que mi antepasado estaría más conforme sabiendo que arreglé las rencillas con su asesino de manera pacífica, que vengarlo derramando su sangre –Contestó Kung Lao algo titubeante.

“Hei An” rió irónicamente.

– No puedes estar hablando en serio. Con los enemigos no se pueden tener consideraciones ni dejar todo en el olvido. Lamento decirte esto, pero lo que hiciste fue traicionar a tu ancestro. Prácticamente disculpaste a tu enemigo por haberlo asesinado –Dijo claridosamente lo que sin duda hizo que Kung Lao se sintiera mal.

-Hei An, ¿te das cuenta lo que estas diciendo? –Dijo algo molesto pero aún tranquilo.

La mujer en lugar de disculparse solo sonreía.

- No deberías molestarte, solo es lo que yo pienso. Te puedo decir que yo de ninguna manera disculparía a los tarkatanos por asesinar a mi madre y a mi hermano. Sería como sobajar su muerte –Contestó con frialdad –Sin embargo, estoy segura de que si lo hiciste fue por algo y no porque realmente no te interesara vengarlo. Debió haber pasado algo que te hizo replantearte esa opción y buscar otra ¿no? –Agregó.

Kung Lao tenía su cabeza ladeada analizando aquella pregunta.

- Cuando me decidí a vengar a mi ancestro, era un chico inmaduro e impulsivo que estaba muy sujeto a sus ideales. Posteriormente se presentó una enorme oportunidad para mí y entonces creí que pronto podría reivindicar su honor. No lo dudé y participé en un torneo de clasificación para ser el representante de mi orden ante aquel torneo que pudiera llevarme a cumplir mi objetivo, sin embargo, fui vencido por Liu Kang pero no me rendí tan fácilmente y busqué la manera de intentar hacerlo por mi cuenta. Después de algunos años me hice más maduro y entonces vi las cosas con más claridad. Fue cuando recapacité y pensé que podía haber una salida más digna y honorable –Respondió cabizbajo.

“Hei An” no sintió ninguna lástima por él y aun viendo en el estado anímico en el que se encontraba, en lugar de reconfortarlo solo lo recriminaba más.

- Estás en un error, Kung Lao. No fue la salida que tú elegiste, fue la salida que Liu Kang te dejó –Le dijo Tratando de inmiscuir a Kang en su charla.

-¿Qué quieres decir? –Preguntó enfadado. Esa chica le estaba comenzando a hacer perder los estribos.

-¿Nunca te diste cuenta? Liu Kang fue el iniciador de destruir tu camino. Fue el causante de que hayas decidido renunciar a buscar venganza por tu ancestro. Si no hubiera sido por él, hubieras sido el representante de tu orden y hubieras derramado la sangre del ser que derramó la de tu antepasado. Pero como no se dio en un principio, el tiempo se encargó de hacerte cambiar de parecer y prácticamente te diste por vencido. Lo siento Kung Lao, pero tu actitud no es de alguien civilizado y honorable, tu actitud fue como si Liu Kang te hubiera vencido dos veces: Una en el torneo de clasificación, y otra en hacerte renunciar a tus convicciones –Le dijo “Hei An” sin tacto en sus palabras.

El monje cerró los ojos y trató de conservar la cordura. Parecía estar algo sofocado pero después de unos momentos se puso de pie.

- Lo siento, Hei An. Olvidé que tenía un asunto pendiente en la academia. Me tengo que marchar –Dijo dispensándose y tratando de fingir una sonrisa la cual se veía demasiado falsa.

“Hei An” lo miró caminar apresurado. Se dio cuenta de la molestia de Kung Lao, lo cual lejos de preocuparla, le pareció muy bien pues todo indicaba que había tocado fibras muy sensibles en él de las que podría seguir aprovechándose. Corrió un poco para alcanzarlo, pues aunque sus pasos eran acelerados, todavía no iba lejos.

- Siento haberte incomodado, pero quiero que te des cuenta de que vives en un error –Dijo “Hei An” tratando de justificar la poco cortés honestidad de sus pensamientos

Kung Lao se quedó observándola unos instantes y después esbozó una sonrisa.

- No te preocupes, Hei An. No me he incomodado. Solo me estás expresando tu punto de vista ¿No es así? Todo está bien, tengo que retirarme de inmediato para evitar problemas en la academia. De cualquier forma, gracias por tu visita, me tengo que apresurar –Le respondió Kung Lao muy calmado como si nada hubiera pasado a la vez que le estrechaba la mano delicadamente a la chica. Posteriormente se dio la vuelta y caminó rumbo a la academia.

Li Mei veía a Kung Lao caminando mientras pensaba en la compleja situación en la que se encontraba, pues era claro que el monje se encontraba muy molesto, pese a que le dijo que no ocurría nada. Eso podía significar un gran peligro para ella, pues lo más seguro era que, si lo había ofendido severamente, no querría saber de “Hei An” nunca más, e incluso se planteó la posibilidad de que Kung Lao pudiera hablarle a los maestros y compañeros de la academia sobre ella y de este modo les indicara que estuvieran al pendiente para que no permitieran que si quiera se acercara al lugar.

Li Mei pensó que lo más pertinente era no adentrarse a la academia nunca más. Así que buscaría la forma de interceptar a Kung Lao en otro sitio.




Por su parte el monje, ya cuando estaba muy alejado casi para llegar a la academia, se sintió más sofocado que antes. Su rostro era la de un hombre emocionalmente abatido. Se detuvo un momento mientras las palabras de “Hei An” desgarraban sus pensamientos. Vio un pequeño río y se agachó para echarse agua en la cara. Se enjuagaba una y otra vez su rostro como si de esa forma el agua arrastrara junto con ella las atrocidades que la chica le dijo. Después se dejó caer en el pasto del bosque y se quedó recostado unos instantes mientras el sol se reflejaba con intensidad sobre él y lastimaba su vista sin importarle.

Pasaron unos instantes y se incorporó. Se decidió regresar a la academia y tratar de dejar ese ánimo atrás. Tenía la ilusión de que conforme pasen los minutos esas ideas lo dejarían en paz, sin embargo la situación sería otra.

Al fin llegó a su destino y a lo lejos vio a Liu Kang terminando de recoger los últimos adornos. Caminó hacia él tratando de disimular su incomodidad.

Kang presintió su llegada y volteó hacia atrás. Se quedó unos segundos observando a Kung Lao caminado y después continuó agarrando los ornamentos.

-Me reclamaste de que te dejaría recogiendo los adornos tú solo y mira que curioso, dejaste abandonado el trabajo y terminé haciéndolo yo –Dijo Liu Kang de manera algo bromista pero a la vez seria cuando ya estaba a su lado.

Kung Lao se veía apenado.

- Lo siento mucho, no creí que me fuera a tardar tanto –Respondió

-¿A donde fuiste? –Preguntó Liu Kang a la vez que depositó el último adorno en el recipiente.

Kung Lao se quedó en silencio un momento.

- No sé si deba decirte –Le respondió confuso y cabizbajo.

Liu Kang cruzó los brazos al escuchar esas palabras.

- Ya has abierto la boca demasiado al haber dicho eso. Sea bueno o sea malo, te pido que me respondas –Dijo Liu Kang pues tenía una gran duda al saber qué es lo que estaba tratando de ocultar su amigo

Kung Lao se arrepintió de haber dicho aquellas palabras, sin embargo su mente estaba devastada en esos momentos y ni si quiera tenía la cabeza para pensar en alguna excusa para encubrir a “Hei An”.

- No es nada malo, no te preocupes, es solo que… podría perjudicar a una persona si te lo comento –Contestó el monje indeciso pues “Hei An” le había reiterado muchas veces que no le hablara a nadie sobre ella, además de que temía por la reacción de Liu Kang si la delataba. Podría tomarlo a bien o podría alertar a los maestros y le evitarían que llegue si quiera a merodear por la academia y él de ninguna manera quería que ocurriera eso. A pesar de que aquella mujer hirió sus sentimientos, no quería llegar a tanto.

- Kung Lao, entre nosotros no hay secretos. No hay problema, solo quiero saber en donde estabas –Respondió Liu Kang animándolo responderle de una vez por todas.

Su estado anímico estaba destrozado por lo que no pudo evitarlo más y habló con la verdad.

- Hay una mujer, es …era una extraña, la conocí hace algunos días. Logró infiltrarse a la academia y desde entonces hemos conversado –Dijo Kung Lao arrepintiéndose de inmediato de haberla delatado, pero a su vez descansó y se sentía aliviado de que al fin su amigo lo supiera.

Liu Kang se sorprendió pero se mantenía sereno. Dio una pequeña risilla y asintió.

- Ahora todo tiene sentido, incluyendo tu misteriosa desaparición ayer en el festejo. No es por nada pero tu excusa no fue nada convincente –Dijo con una sonrisa irónica mientras cruzaba los brazos. -¿Quién es ella? –Preguntó.

Kung Lao inhaló profundamente a su vez que su débil rostro apenas y podía mirar hacia Liu Kang.

- No sé mucho sobre ella. Dice estar recluida en su hogar, apartada de todo y de todos, pero por alguna razón yo le agrado –Respondió de mala gana, harto del interrogatorio de su amigo.

Liu Kang no le dio mayor importancia a aquella mujer, pero lo que lo extrañaba era el rostro de profunda tristeza de Kung Lao.

- Luces afligido. ¿Te ocurre algo? –Le preguntó con preocupación.

Kung Lao colocó su mano en su frente.

- No, no es nada. Solo me duele la cabeza y necesito descansar; estaré bien –Dijo forzando una sonrisa y caminó rumbo a la entrada de la academia.

Liu Kang lo siguió con su mirada. Estaba algo preocupado por él pero esperaba que solo tuviera molestias producidas por el intenso y ardiente calor de esa tarde.


Por otra parte, Li Mei abrió el portal que la llevaría a su refugio. Al entrar a él, vio a uno de los emisarios de Shinnok sentado en una silla, con los peores modales y con los pies puestos sobre la mesa.

-Buen día, Li Mei. ¿Cómo va todo? –Preguntó el emisario con un aire de sarcasmo.

- No es de tu incumbencia –Respondió mientras se quitaba su velo y lo arrojaba lejos para mostrar una expresión de enfado.

El sujeto se puso de pie y se paseó por la habitación lentamente.

- Por lo visto mi presencia no te es grata y lo será mucho menos cuando te diga a que he venido –Dijo y se detuvo súbitamente dándole la espalda a Li Mei.

Ella frunció el ceño extrañada.

-¿Qué ha pasado? –Preguntó con mucha curiosidad.

- Bo’ Rai Cho ya se dio cuenta que estas “desaparecida”. Ha movilizado a su gente y a todo el ejército de guardianes del Outworld para buscarte. ¿Sabes lo que eso significa? –Dijo el emisario.

Li Mei se puso su mano en su frente imaginando lo peor. Estaba metida en serios problemas pues podían averiguar que trabaja para Shinnok y así arruinarlo todo.

- ¡Maldición! –Se dijo así misma mientras dio un fuerte tirón a sus cabellos.

-Shinnok me mandó a alertarte sobre este gran problema. Creo que lo más pertinente es que no salgas del refugio hasta que no haya una solución –Dijo el sujeto.

Li Mei estaba muy nerviosa y ni si quiera puso atención a las palabras de ese hombre. Tontamente nunca había pensado en lo que haría si llegara a ocurrir eso. De pronto una idea iluminó sus pensamientos. Su agitación se tornó en una súbita y maliciosa calma.

- Ya sé que puedo hacer –Dijo con malévola alegría – Dile a Shinnok que no se preocupe. Todo estará bajo control –Añadió con mucha seguridad mientras caminaba lentamente analizando algo en su mente.

- ¿Y que es lo que piensas hacer? –Preguntó el emisario.

Li Mei se giró hacia donde estaba el hombre.

- Solo te diré que los ríos de sangre comenzaran a correr –Contestó con una fría mirada.

El emisario se quedó impactado y muy curioso por lo que le dijo Li Mei. No sabía que traía entre manos pero a decir de su perversa actitud, podía imaginar sus diabólicas pretensiones.
Última edición por The Shaolin Nun el Mar, 26 Ago 2014, 08:06, editado 1 vez en total.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por MK-Noob » Dom, 24 Ago 2014, 14:49

No deja de sorprenderme este fic. Como bien dijiste, ahora las cosas empiezan a ponerse picantes. Seguí así con la historia que esta muy buena! (:yeah)
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Double.A » Mié, 27 Ago 2014, 23:25

Bueno este capitulos estuvo bueno,las cosas ya se estan poniendo bastante fuertes y como siempre espero el proximo cap
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The Shaolin Nun » Sab, 30 Ago 2014, 21:13

Bien, he aquí un nuevo capítulo. Como siempre muy agradecida por dar lectura a esto, queridos compañeros! :D Sin más que agregar aquí lo dejo :P




_______________________________________________________________








Demuestra Que Eres Un Héroe










Al día siguiente la tranquila rutina de siempre comenzó cuando apenas los primeros rayos del sol se infiltraban en las ventanas de las habitaciones de los monjes.

Pasado un rato estaban planeando la preparación de los alimentos del día. Tenían casi lo necesario, salvo por algunos ingredientes que a menudo colectaban en el bosque, pues ahí plantaron árboles que daban una gran variedad de frutos para su alimentación, de modo tal que algunos monjes tomaron unas canastas y se dirigieron a colectar varios de ellos.

Muchos niños se encontraban jugando entre los árboles del bosque y cuando vieron a los monjes llegar, los pequeños se unieron y les ayudaban a colectar los frutos.

Los monjes que estaban ahí sonreían gratamente al tener esa pequeña y tierna compañía que amablemente se ofrecía a colaborarles. De pronto se impresionaron al ver un gran cúmulo de niños alrededor de uno de sus compañeros. Varios pequeños estaban frenéticos y muy contentos rodeando a Kung Lao. Los niños lo admiraban mucho y era muy difícil tener la oportunidad de verlo, así que se encontraban eufóricos de estar junto a él. Llevó dos canastas, mismas que se llenaron rápidamente, pues los niños se sentían dichosos de ayudarle a colectar vegetales. Por un momento mientras veía la alegría y motivación de los infantes por ayudarle, no pudo evitar sonreír. Pero después de un ligero suspiro su expresión cambió; lucía decaído, su mirada era triste y melancólica, sin embargo era a espaldas de sus compañeros pues frente a ellos reunía fuerzas para fingir normalidad.

-Desearía ser como tú –Le dijo uno de los pequeños a Kung Lao.

El monje volteó a verlo. Pese a la pena que embargaba su interior, le sonrió con un gesto de extrañeza.

-¿Como yo? ¿Por qué? –Le preguntó.

-¡Quisiera ser un héroe! –Respondió el pequeño con una dulce sonrisa.

El ánimo de Kung Lao no le permitió captar de inmediato las palabras del niño, pero cuando las analizó, solo atinó a sonreírle y acariciar su cabeza efusivamente.

Los monjes terminaron de colectar los vegetales y decidieron que era hora de regresar a casa. Los niños se despidieron de ellos y continuaron jugando, sin embargo Kung Lao en vez de seguirlos, caminó en dirección opuesta a la academia.
Uno de sus compañeros se dio cuenta de ello y se regresó para ir hacia él.

-¿A dónde vas? –Le preguntó.

Él sacó de entre sus ropas un costal de tela.

-Voy a colectar algunas nueces. Ustedes adelántense, tomaré las más posibles para que alcancemos todos –Respondió a la vez que extendía el saco.

-Vaya, Kung Lao, nunca han de faltar tus nueces –Respondió bromista y amigablemente. –Te estaremos esperando entonces - Continuó mientras se ponía en marcha para alcanzar a los demás.

Kung Lao caminó unos cuantos metros hasta llegar a un árbol el cual daba buenas nueces y jamás desaprovechaba la oportunidad de colectarlas. Se tomaba su tiempo de revisar aquellos frutos secos que consideraba listos para ser llevados y le daba la oportunidad de continuar en el árbol a aquellos que aún no lo estaban para que sigan creciendo.

Pasado un momento tuvo una sensación cómo si alguien lo estuviera observando; dejó de colectar un momento y volteó para ver si se encontraba alguien. Miró a su alrededor y vio que no había nadie. Tenía una extraña sensación de peligro a pesar de que no había razón alguna. Ante ello, Pensó en colectar unas cuantas nueces más y regresar a casa; sin embargo pasado un instante pudo percibir la presencia de alguien justo detrás de él.

Instintivamente y en cuestión de segundos, dejo caer la bolsa con las nueces y se quitó su sombrero a la vez que se giró rápidamente dispuesto a hacer daño al individuo que se encontraba ahí.

En efecto, había alguien detrás de él. Kung Lao tenía bien sujetado su sombrero a la vez que su mortífero filo rozaba la garganta de la persona.

-Creí que ya nos conocíamos lo suficiente –Dijo la persona.

Kung Lao estaba inmóvil y aún con su afilado sombrero cerca del cuello de quien creía era un enemigo.

-¡Hei An! ¡Lo siento! ¡No sabía que eras tú! –Respondió Kung Lao a la vez que se ponía su sombrero de nuevo. –Debes tener más cuidado, estuve a punto de hacerte daño –Agregó enfadado.

-Perdón, no pensé que fuera a tomarte por sorpresa. Justo cuando iba a saludarte te volteaste para atacarme –Respondió.

Kung Lao estaba algo sobresaltado.

-Bueno, lo importante es que no pasó a mayores –Dijo nervioso y se volteó a continuar a colectar las nueces.

“Hei An” caminó para quedar a su lado.

-¿Quieres que te ayude? –Preguntó mientras lo observaba tomando los frutos.

-No, gracias. De hecho ya estaba por irme, me están esperando –Contestó sin si quiera voltear a verla y seguía concentrado en su labor.

-¿Te están esperando? –Le cuestionó con curiosidad y temor en su interior de que no pueda ser exitosa su visita ese día.

-Sí, debo llevar esos vegetales para la comida –Respondió mientras con su cabeza hizo un movimiento para indicarle las canastas que se encontraban en el piso.

Li Mei se sentía decepcionada. Estaba en un momento crucial y ahora más que nunca necesitaba de Kung Lao, así que no lo dejaría ir tan fácil.

-Yo vi a tus compañeros. Llevaban muchos vegetales. Estoy segura que los tuyos no harán falta –Le respondió.

Kung Lao se detuvo en seco de colectar los frutos y volteó a ver a “Hei An” con el ceño fruncido.

-¿Qué quieres decir?, ¿Sabes algo? Me estoy comenzando sentir acosado –Dijo un tanto molesto.

“Hei An” se acercó más hacia él.

- Vine porque tengo que hablar muchas cosas contigo. Es importante, te lo juro –Respondió tratando de justificar su presencia.

Kung Lao dejó el costal a medio llenar de nueces encima de una de las canastas y volteó a ver a “Hei An” mientras cruzaba los brazos.

-¿De qué quieres hablar? Lo que quieras decirme puedes hacerlo ahora ¿no crees? –Contestó augurando que no aceptaría perder mucho tiempo con “Hei An”.

Ella negó con la cabeza.

-No, Kung Lao. Necesito de tu tiempo y atención. Es algo muy importante para mí –Respondió de manera enigmática.

Kung Lao estaba algo molesto con “Hei An” por aquella vez que lo hizo sentir mal, así que no estaba dispuesto a pasar tiempo con ella, al menos por ese día.

-Que pena, pero de verdad tengo que llevar esto a mis compañeros. Tal vez en otra oportunidad –Respondió mientras agarraba las canastas. -Hasta luego –Se despidió y caminó para irse.

Li Mei enfureció en su interior, sin embargo, no se dio por vencida y fue tras Kung Lao.

-¡Espera! –Ella le gritó y corrió hacia él. Kung Lao se detuvo y agachó su cabeza con molestia ante la insistencia de “Hei An”.

La mujer se paró enfrente de él y lo sujetó firmemente de los hombros.

-Escucha, prácticamente de ti depende mi vida. Déjame explicarte por favor –Le dijo “Hei An” rogando.

Sus ojos de cristal se clavaron en los de Kung Lao. A él le sacudió emocionalmente lo que dijo acerca de que su vida dependía de él. No tenía ni idea de a qué se refería con eso.

-Está bien. Pero solo un momento –Contestó sin alternativa y convencido por la zozobra.

“Hei An” sonrió detrás de su velo.

-Muchas gracias. Lamento tener que forzarte pero de verdad necesito de tu atención –Le respondió agradecida. – Vayamos más adelante, no quiero que nada nos importune y aquí hay muchos niños –Agregó mientras a los lejos veía a unos chicos corriendo.

Kung Lao sonrió resignado. Caminó hacia un niño que se encontraba haciendo dibujos en la tierra con una rama.

-Lleva esto a tu casa –Le dijo al niño mientras le daba las canastas con los vegetales.

El niño lo vio con una mirada muy brillante y una gran sonrisa.

-Oh, ¡Muchas gracias!, ¡Mi madre se pondrá muy contenta! –Respondió el niño cuyas ropas se veían muy desgastadas.

Kung Lao le sonrió y se dio la vuelta para irse con “Hei An”.



Caminaron una distancia considerable y al fin se establecieron en un lugar apartado del bosque.

-Bien, te escucho –Dijo Kung Lao sonriendo y con un tono de fastidio a la vez que cruzaba los brazos.

-No tan de prisa –Le contestó “Hei An” con una sonrisa. – Primero quiero mostrarte esto –Agregó e inmediatamente sacó su espada oculta detrás de ella.



Kung Lao se quedó boquiabierto. Le resultó muy extraño que ella no era tan inofensiva como creía.

-¿Siempre llevas contigo esa espada? –Preguntó Kung Lao bastante extrañado.

“Hei An” lo miró con una sonrisa que se lograba ver a través de su velo.

-No siempre. Desde muy temprano estaba entrenando y antes de pasar a casa a dejarla mi hogar, me desvié para ir contigo –Dijo amistosamente –El combate cuerpo a cuerpo es muy útil, pero me siento más confiada dominando el filo de una espada, después de todo, necesitaría muchos golpes para dejar en el suelo a un enemigo, en cambio puede bastar con un solo toque de esta arma para abatir a quien sea –Agregó.

-Tienes razón, pero si te quitan la espada y no dominas el combate cuerpo a cuerpo estarías perdida. Es mejor dominar ambos –Respondió Kung Lao al no estar de acuerdo con ella.

-Tú dominas ambos ¿cierto? –Preguntó “Hei An”. pues no en balde Kung Lao es un experto en la lucha.

-Así es. Llevo casi toda la vida practicando artes marciales. Sé muchas técnicas de pelea y desde la adolescencia comencé a practicar el uso de la espada –Respondió.

“Hei An” asintió con la cabeza reflexionando.

-Sabía que tú eras el indicado –Dijo convencida.

Kung Lao frunció el ceño extrañado.

-¿El indicado para qué? –Preguntó.

Ella se sentó en el pasto. Kung Lao se veía ansioso porque le respondiera y solo se quedó de pie mirándola hacia abajo.

- Esto es lo que necesitaba decirte… –Dijo anticipando su explicación. - Siento que ha llegado el momento de vengar la masacre de mi madre y de mi hermano. Mi espada está lista para atravesar los cuerpos de mis enemigos –Añadió mientras su mirada apacible se transformaba en una llena de ira.

Kung Lao se quedó perplejo. “Sin duda la chica tiene agallas” pensó dentro de sí. Parecía estar congelado reflexionando sobre lo que acababa de escuchar pues si bien no dudaba que era buena usando la espada, la impresión que le quedó acerca de su técnica en la lucha cuerpo a cuerpo no era de lo más alentador.

-Déjame ver si entendí ¿Buscar enfrentar a los guerreros del Outworld en estos momentos? –Preguntó incrédulo.

“Hei An” comprendió que él titubeara ante su confesión.

-Lo entiendo, piensas que es precipitado, pero justo por eso es que sabrás el por qué necesitaba que me escuches, pues tú eres fundamental en esto –Dijo tranquilamente.

Kung Lao estaba sorprendido y lleno de dudas.

-No lo entiendo –Dijo con enfado ante los constantes enigmas de la mujer.


-Kung Lao, quiero que luches conmigo contra los guerreros del Outworld. Sé que si vamos juntos lograremos derrotarlos sin dificultades –Dijo con cierto temor de conocer su respuesta.

Él de nueva cuenta se quedó paralizado. No se quería a atrever entender que “Hei An” lo quería inmiscuir en sus planes.

-Un momento… ¿Pretendes que vaya contigo a ese lugar tan peligroso e intentar cazar a esas bestias como si fuera tan sencillo? No te ofendas pero lo que dices no tiene mucho sentido. Entiendo tus fines, pero no considero que sea el momento oportuno. Siento que estas perdiendo la cordura –Respondió enfadado y pensando que sin duda esa chica estaba delirando.

“Hei An” se mostró algo molesta después de que Kung Lao le dijera eso. Se puso de pie y lo encaró.

-¡Oye, si acudí a ti es porque te he depositado toda mi confianza y esperanzas! ¡No tienes por qué hablarme de esa forma! ¡Además, no soportaré que vuelvas a darme a entender que estoy loca!! –Dijo agresivamente.

Kung Lao no le respondió nada y solo la miró con una expresión de molestia.

Después de unos segundos la mujer recapacitó y se arrepintió de haberle alzado la voz. Agachó la cabeza y buscó la manera de remediarlo.

-Lo siento. Estoy muy alterada, pues, creí que contaría con tú apoyo. Tú has luchado muchas veces con seres tan peligrosos y has salido victorioso. Tienes grandes cualidades para luchar, y yo apenas sé usar esta espada y algo de artes marciales –Dijo mientras agachaba la cabeza. –A lo que me refería cuando te dije que mi vida dependía de ti, era a eso. Yo sola no podré hacerlo y sé que con tu ayuda lo hubiera logrado. Sin embargo no voy a forzarte. Iré mañana yo sola al Outworld y lo más seguro es que no regrese, pero no importa, al menos lo habré intentado –Añadió.

Después se giró y caminó para marcharse de ahí.

El enfado de Kung Lao se hacía cada vez más patente.

-¿De verdad piensas ir tu sola a luchar en ese sitio? –Preguntó molesto ante la testarudez de aquella chica.

“Hei An” se detuvo y se giró hacia él

-No me queda de otra. Esperaba contar contigo pero ante tu negativa tendré que arriesgarme –Le dijo con resignación y seriedad.

Kung Lao miró hacia el cielo y parecía estar pensando.

-Pero ¿No puedes esperar a estar más preparada para hacer esto? Tú misma me dijiste que estabas esforzándote para ser una gran peleadora en un futuro. No entiendo cual es tu insistencia de hacerlo ya –Le dijo a la chica.

-El motivo por el que quiero hacerlo en estos momentos es porque estaba segura que con tu ayuda no iba ser necesario esperar tanto. Tú tienes todo: Experiencia, habilidad, inteligencia. Pensé que tú eras todo lo que necesitaba para llegar a mi meta de una vez por todas; sin embargo mi objetivo ya está fijado y con o sin tu ayuda emprenderé mi viaje al Outworld mañana mismo –Le respondió decidida y se dio la vuelta para irse de nueva cuenta.

Kung Lao estaba inmóvil observándola caminar cabizbaja.

-¡Oye! –Le gritó a la mujer.

“Hei An” de mala gana se detuvo de nuevo y se quedó inmóvil esperando las palabras de su compañero.

-Espero que estés consiente de que eso no será nada fácil. Cuando estés ahí es matar o morir, y se debe tener mucho valor, mucho más del que te imaginas, pues serás una contra innumerables enemigos –Le dijo con enojo.

Ella entonces caminó de una manera retadora hacia él.

-Yo sé a lo que voy, ¿Crees que por mi apariencia frágil no puedo tener valor? ¡Por favor! Soy incluso más valiente que ciertos hombres –Dijo como indirecta a Kung Lao.

Él lo notó y de inmediato le replicó.

-¿Lo dices por quién? ¿Por mi? –Preguntó molesto.

Ella solo respiró hondo antes de dar su respuesta.

-Si así lo sentiste –Dijo de manera sarcástica - Y de no ser así ¿entonces por qué no tenderle la mano a una amiga que necesita tu ayuda? ¿A caso no luchas cuando tienes que proteger a tus amigos? Yo no tengo objeciones en ir al Outworld ¿Por qué tú sí? ¿A caso te da miedo? –Preguntó con tal cizaña que hizo enfadar más a Kung Lao.


Kung Lao cerró sus puños de manera muy fuerte al sentir coraje por esa palabra: Miedo.

-No tengo miedo de ir al Outwolrd. Me preocupa lo cual es muy diferente, pues ese sitio es demasiado peligroso. Yo lucho con mis amigos cuando hay peligro. No veo por qué habría yo de causar alboroto ahí solo por ideas tontas de tu cabeza –Dijo sin poder contenerse, pues además su resentimiento de la vez que “Hei An” le habló de manera descortés seguía latente.

La mujer no dijo nada. Agachó la mirada y aparento estar ofendida.

Kung Lao sintió remordimiento al haberle dicho eso, después de todo, no podía juzgar sus convicciones por muy
descabelladas que sean.

A pesar de que ella lo ofendió peor con anterioridad, él sintió que no debía hacer lo mismo por mucho coraje que sintiera.

Kung Lao cerró sus ojos, suspiró y trató de relajarse un poco.

-Dejemos de lado esta discusión. En todo caso, me gustaría que me dijeras como te las vas a arreglar para ir al Outworld. Sabes que no es nada fácil ¿Cierto? –Dijo a la vez que tenía la esperanza de que la chica comprendiera la dificultad que implica ir a ese reino y tal vez eso podría ser un gran obstáculo.

“Hei An” Lo miró con una sonrisa a la vez que sus ojos estaban entrecerrados. Un silencio total acompañado de un intercambio de miradas hizo pensar a Kung Lao que había logrado hacer que la mujer se replanteara la situación, sin embargo estaba totalmente equivocado

-Eso será más fácil de lo que piensas –Respondió con total seguridad. – Voy a mostrarte algo – Añadió mientras buscaba entre sus vestiduras y sacó el talismán que abría el portal al Outworld.

Kung Lao lo miró sorprendido al no saber de que se trataba.

-¿Qué es eso? –Preguntó sin quitarle la vista de encima al objeto.

“Hei An” lo tenía en la palma de su mano permitiendo a Kung Lao contemplarlo.

-Con esto puedo abrir portales al Outworld a mi absoluta voluntad –Respondió mirando el rostro incrédulo de su compañero.

-¿Y de donde lo obtuviste? –Él preguntó sumamente desconcertado.

-Lo tengo desde la invasión de los guerreros del Outworld donde murió mi familia. Cuando vi toda la masacre circundante en el pueblo, encontré esto tirado unos a unos kilómetros de toda esa carnicería. Seguramente se le cayó a alguna de esas bestias y no vivió para buscarlo –Respondió.

Kung Lao la miró con rareza al escuchar el origen de ese objeto.

-¿Cómo sabes que esto lleva al Outworld? –Preguntó aún incrédulo.

-Lo sé porque yo he ido al Outworld a través de esto –Respondió sin decir más. Kung Lao abrió los ojos sorprendido y se quedó mirando a “Hei An”. – Solo basta con pasar la palma de la mano por encima de esto y se abrirá un portal. Y a su vez, cuando estoy en el Outworld, hago lo mismo y se abre un portal para regresar al Earthrealm. No es nada difícil –Agregó al ver el asombro de Kung Lao.

Él estaba impactado. Jamás imaginó que esa chica pudiera poseer un objeto de esa clase

-Hei An, lo que tienes en tus manos es muy peligroso. Espero que sepas lo que significa tenerlo –Le advirtió preocupado pues ese objeto era la puerta al peligro.

-No necesitas decírmelo. Entiendo que esto es delicado y nunca arriesgaría mi hogar. Justamente fui ayer al Outworld. Todo está tan tranquilo y lleno de paz. Los tarkatanos se pasean sin aparentes intensiones de agredir a alguien y por eso siento que es una excelente oportunidad para llevar a cabo mi venganza –Respondió “Hei An” con seguridad.

-Estás equivocada. Eso también será una seria desventaja para ti, pues mientras hay paz en ese lugar, llegaras tú a hacer disturbios y toda esa calma estará completamente arruinada por tu culpa –Dijo Kung Lao.

-Lo sé, pero es mucho mejor así. Es mejor tomarlos por sorpresa, sin que imaginen lo que se avecina –Respondió “Hei An”.

Él no estaba nada convencido de los planes de la mujer. Sabía que al ir ahí firmaría su sentencia de muerte. De pronto ella puso su mano en el hombro de su compañero.

-Mañana voy a estar aquí, en este mismo lugar, a media noche. Te estaré esperando para ir al Outworld. Yo sé que vendrás; confío en ti, eres muy valiente y no le temes a nada. Pero si nunca llegas, entonces me iré a la tumba pensando en que mi muerte fue a causa de la cobardía de alguien que creía mi amigo y que no tuvo el valor suficiente para luchar a mi lado. ¿No crees que sería muy triste que dejes a una inexperta mujer a la deriva, cuando pudiste salvar su vida y obtener su gratitud y admiración para siempre? –Dijo mientras su mirada enmarcada por sus cabellos negros se hundía en la de él.

Después la inquietante mujer, de manera sutil y enigmática, acercó su rostro hacia el oído de Kung Lao ante su profundo desconcierto.


-Demuestra que eres un héroe –Le susurró con malevolencia que él no logró notar.

Él estaba inmóvil y mirando con disgusto a “Hei An”. Iba a replicarle algo, sin embargo ella le cubrió la boca con su mano para evitarlo. Se giro lentamente para marcharse mientras Kung Lao la observaba.

El monje se marchó a su hogar, pero la turbación iba tras él durante todo el camino.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Double.A » Sab, 30 Ago 2014, 22:31

Tengo que admitir que este cap estuvo fantástico realmente me gusto y ahora lo que me pregunto es si Kung Lao irá al Outword supongo que lo sabré con el siguiente capitulo
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Error Macross » Lun, 01 Sep 2014, 03:57

Bueno, me han gustado estos dos capitulos, que sigan saliendo los demas personajes ademas de los monjes y demas, aunque ya despues del ultimo capitulo me suena un poco bizarro que Lao siga creyendole a "Hei An", o sea, todo bien con su frustracion, con querer ser un heroe, etc, pero tanto como para no dejar de lado las cosas raras que pasan con esa chica?, me parece que ya en estos capitulos se volvio demasiado obvio que hay algo mas aqui.

Y lo de los dos monjes que tenian justo una madre enferma, como mucha casualidad, XD, aunque en si no cambio tanto.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por kanalla » Dom, 07 Sep 2014, 04:36

Curioso, nunca creí que alguien pudiese escribir más extendido que Ivanhobe. Empecé a leer a finales de Agosto, ñam

No sé, de pronto sentí muy personales las palabras de Li Mei. Me gustó su manejo sobre la psiqui de Kung Lao, que está muy bien trabajado y a la vez lo más interesante del fic. Sería bueno que Shinnok metiera un poco de mano, nada más para hacerlo más divertido, ñam.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The Shaolin Nun » Mié, 10 Sep 2014, 08:07

Hey! Como les agradezco que me obsequien su valioso tiempo para dar lectura a esta cosa :lol: (Y bueno, lo que voy a decir a continuación lo voy a poner en spoiler porque literalmente es un pequeño spoiler del capítulo XD
► Show Spoiler





___________________________________________________________











Media Noche









Desde que Kung Lao regresó a su hogar después de haber ido al bosque en donde una tranquila colecta de frutos secos se convirtió en un evento desconcertante, todo el resto del día su concentración, su mente, su vida, se vieron nubladas por constantes pensamientos acerca de aquella persona que apenas apareció hace algunos días y ya le estaba generando conflictos en su ser.

El día siguiente no fue la excepción.

Faltaba media hora para la media noche. Se encontraba en su habitación, sentado en su cama y con su sombrero entre las manos observando su brillante filo asesino. Durante todo el día trató de mantener en secreto su agitación, y al parecer lo logró pues nadie la notó. Después de unos momentos se recostó en su cama. A pesar de que se veía sereno, se percibía una clara intranquilidad en su rostro. Entrelazó las manos y las colocó debajo de su cabeza a modo de almohada.

Al estar dormitando, una especie de alucinaciones pasaban por su mente. En su delirio veía a esa mujer quien su subconsciente le decía que estaba envuelta en total misterio como un espectro maligno que lo acechaba constantemente con un fin desconocido.

Con sobresalto recobró la conciencia. Casi instantáneamente esos pensamientos se disiparon y no pudo recordarlos por más que intentaba.

La otra mitad de su subconsciente le habló: Hei An es una mujer que dentro de todo parecía ser frágil pero con un carácter fuerte y audaz como él ha conocido muchas otras mujeres en su vida como guerrero y protector de la Tierra.

Miró hacia el reloj en su pared el cual hacía un ruido tranquilo, pero que a él le molestaba debido al estado ansioso en el que se encontraba.

El pensar que esa mujer extraña tal vez ya estaba en el bosque aguardando por él lo hacía impacientarse aún más.

Comenzó a reflexionar y a buscar una y otra vez las respuestas de las cuestiones que se planteaba a sí mismo.

-¿Qué le hizo pensar a esa mujer que arriesgaría mi vida por ella y por una causa tan absurda? –Se dijo en su mente. -¿En realidad quiere mi ayuda o… busca algo más?

Kung Lao se giró para acostarse sobre su costado y a la vez frunció el ceño. Reconoció que las últimas ocasiones que vio a Hei An su actitud se había tornado rara y enigmática, e incluso prepotente, pero a su vez recordó que cuando la conoció era una mujer tranquila

-¿Qué la hizo comportarse así? ¿La amargura causada por las tragedias que dice haber vivido? –Se preguntó así mismo

Decidió tratar de quedarse dormido, a pesar de que ni si quiera se había cambiado a sus ropas para dormir; sin embargo, no podía. De pronto le llegaban pensamientos de culpa, si es que en realidad esa mujer pretendía ir a luchar contra los tarkatanos.

La duda no le permitía conciliar el sueño. Vio el reloj de nueva cuenta y se inquietó al ver que faltaban 20 minutos para la media noche. Se levantó de su cama y miró hacia la ventana recorriendo un poco la cortina con su mano; contempló la intensa obscuridad de las afueras del templo mientras una ráfaga de viento apagaba la última vela encendida que iluminaba un pequeño altar colocado en el exterior.

Soltó la cortina y cabizbajo se dio la vuelta. Entonces un pensamiento asaltó su mente.

-Si ella ha de morir por su gusto, así sea; pero antes tendrá que escucharme –Se dijo así mismo

Kung Lao salió de su habitación y vio todo en penumbras. No había nadie, pues todos estaban en la privacidad de sus habitaciones durmiendo tranquilamente. En esos momentos él hubiera deseado poder estar en la comodidad de su cama descansando como debía de ser; sin embargo, una inquietante incertidumbre no le permitía estar en paz y prefirió sacrificar una noche de tranquilidad para esclarecer sus dudas.

Caminaba lentamente para no hacer nada de ruido. Cuando al fin pisó el patio se sintió más aliviado pues era menos probable que alguien lo atrapara yéndose.

Una vez ahí, caminó más a prisa hasta que por fin llegó a las enormes puertas del lugar. Sacó una réplica que siempre llevaba consigo de la llave que abre el candado que tiene bien cerrados aquellos portones y la giró con lentitud.

Se quedó indeciso unos segundos, sin embargo algo en su mente lo hizo salirse de una vez por todas. Cerró los portones y se quedó recargado sobre ellos mientras reflexionaba. Respiraba con dificultad no solo por el esfuerzo de abrir aquellas puertas, sino también por la tensión de ese momento. Se giró y las contempló de arriba abajo pensando que ni si quiera él mismo sabía por qué estaba haciendo esto. Sentía un impulso inevitable por ir con Hei An.

Después de caminar y atravesar el espeso bosque, a lo lejos vio una silueta entre la obscuridad. Supuso que era Hei An, sin embargo no la reconoció de inmediato, pues su indumentaria era diferente a como la veía siempre. Se acercó más y vio que era una persona con un traje parecido al de los ninjas, totalmente negro y con una capucha bien ceñida a su cabeza.

-¿Hei An? –Preguntó para confirmar que en realidad era ella. La persona giró su cabeza hacia él.

- ¡Kung Lao! –Exclamó Hei An en voz algo baja al no haberse dado cuenta de que su compañero ya había llegado. –¡Sabía que vendrías! ¡Yo confié en ti y no me defraudaste! ¡En marcha! –Dijo a la vez que caminaba un poco apresurada y lo jaló de su brazo para invitarlo a seguirla.

Kung Lao se liberó de la mano de la mujer de un seco movimiento.

-No vine para ir a luchar contigo –Le dijo con seriedad –Vine por dos razones: Una para saber si estabas lo suficientemente desquiciada para hacer esto en verdad y la otra es porque quiero respuestas.

Li Mei se estremeció dentro de ella. ¿Qué clase de respuestas quería?

-No comprendo, Kung Lao ¿Te parece desquiciado el hecho de querer hacer justicia por los inocentes que murieron de una manera violenta y despiadada a manos de seres que siguen con vida sin siquiera tener idea del dolor incurable que han causado? –Dijo fingiendo desolación. –Tu no conociste a tu ancestro y sientes un gran dolor por él al grado de haberlo querido vengar ¿no es así? Imagínate yo que vi los cadáveres de mi única familia. Aún me vuelve loca el imaginar el miedo y el sufrimiento que experimentaron en esos momentos –Agregó mientras en su mirada intentaba transmitir ira que no sentía.

Kung Lao cayó en sus garras. De inmediato supo que tenía razón; la venganza es un impulso que no se detiene hasta que se consuma; él lo vivió en carne propia, solo que sus deseos de venganza no los había consumado aún y más bien permanecían dormidos sin tener idea de si algún día despertaran o morirán junto con él cuando llegue su hora.


-Siento haberte dicho eso respecto a tu idea de luchar en el Outworld. Llenarás de honra a tus seres queridos al arriesgarte a morir por su memoria –Le dijo. A pesar de que comprendió su explicación, quiso aclarar sus dudas, las cuales lo llevaron hasta ahí esa noche . -Hei An, no te juzgaré por tus ideales; pero quiero confesarte algo: Me desconciertas –Le dijo con los ojos entrecerrados.

El corazón de Li Mei dio un vuelco dentro de su pecho.

-¿Por qué dices eso? –Dijo titubeante.

Kung Lao tenía una mirada algo fría pero serena.

-Basta con ver lo que estás a punto de hacer para darse cuenta que tu actitud es extraña –Le dijo mientras cruzaba los brazos.


Li Mei se aterró en su mente. De pronto pensó unos instantes.

-No lo entiendes ¿Verdad? –Dijo y sacó su espada para después observarla un momento. -Mi abuelo, cuando era joven, era un gran guerrero. Esta espada era suya y se la dio a mi padre. Él alguna vez se defendió con ella y antes de morir me la dio a mi, porque confiaba que algún día haría algo importante con ella –Le respondió tratando de ocultar su nerviosismo.

Ella sabía que Kung Lao, como el hombre honorable que es, tomaba muy en serio la familia y respetaba las costumbres propias de cada una.

-¿Hay algo más importante que portar con orgullo su espada y usarla para vengar la muerte de su esposa y de su hijo? –Le cuestionó sin esperar su respuesta. -Lamento que mis deseos de hacer valer la voluntad de mi padre te parezcan "desconcertantes" –Agregó intentando conmoverlo.

Él no lo había visto de esa forma. Comenzó a sentir remordimiento pues compartía esa idea de honrar la memoria y deseos de un ser querido sin importar el costo.


-Lo siento, nunca quise decir eso; pero es que quiero que comprendas que no esperaba estas actitudes de ti –Le respondió con sinceridad. -Pero ahora que veo las cosas con más claridad, quiero decirte que te admiro y que espero que logres tus objetivos –Agregó tratando de "reparar el daño".

Ella se quedó inmóvil unos momentos sin responderle nada. Supo que había logrado ser convincente ante su compañero.

Un profundo silencio imperó por algunos segundos entre ellos. Li Mei supo que algo andaba mal y tenía que hacer algo para remediarlo.


-Quiero disculparme por haberte ofendido aquella vez... tú sabes a qué me refiero –Dijo de pronto Hei An cabizbaja haciendo alusión a aquella vez que hirió sus sentimientos.

Kung Lao estaba comenzando a cambiar de parecer respecto ella; su mente aún estaba dividida en dos. Una parte aún seguía sintiéndola una identidad misteriosa, pero la otra era más fuerte, pues lo hacía sentirse identificado con la chica que tenía muy claros sus ideales y tenía el valor suficiente para llevarlos a cabo.


-No tienes de qué disculparte. Todo está bien -Dijo más calmado.

Ella extendió su mano esperando que Kung Lao le estrechara la suya. Él la miró confuso por unos momentos; sin embargo terminó por darle su mano con un cálido pero firme apretón que duró unos cuantos segundos.


Li Mei pronto recapacitó que el tiempo apremiaba y decidió darle celeridad a las cosas.


-Ahora que ya comprendes mis motivos para arriesgarme a ir al Outworld ¿vendrás conmigo? –Le dijo Hei An inesperadamente.

La mujer dio un par de pasos; la luna se reflejó sobre ella iluminando sus ojos. Kung Lao de pronto notó algo familiar en su mirada; aún más que la primera vez que la vio, pues en esa ocasión sus ojos no estaban maquillados como siempre haciéndola ver más natural. Intentó ubicar a quien le recordaba esa mirada; pero por más que analizaba no lograba hacerlo.

-¿Kung Lao? –Le dijo interrumpiendo sus pensamientos de forma súbita.

Él parpadeó un par de veces confundido. Kung Lao había ido a ver a Hei An sin ninguna intensión de luchar con ella. Pero esos ojos lo impactaron en su subconsciente. Un sentimiento de apego surgió de súbito ante la familiaridad que percibió en ella, ¿Como si fuera una hermana perdida?, tal vez; pero algo que no entendía era ¿Por qué sentía eso?

Sin tiempo a reflexionar acerca de esa pregunta que se planteó así mismo, prefirió responderse si ayudaría a su compañera a luchar en el peligroso Outworld. Él quería hacerlo; el coraje y valentía de esa mujer lo estaban contagiando, pero la realidad lo frenaba.

-No. no lo haré. Si ella quiere ir a ese sitio a hacer alboroto es su responsabilidad –Pensó. Creyó que tenía razón, y de hecho así era. -No puedo arriesgar mi vida y la seguridad de la Tierra a causa de ella -Se dijo. De pronto un pensamiento lo sobresaltó. -¿No quieres luchar? Kung Lao ¿Tienes miedo? –Se cuestionó.

-¿Miedo? Yo no tengo miedo –Se respondió su propia pregunta. -¿Y entonces por que te rehúsas a luchar junto con Hei An? ¿Quiere decir que ella es más valiente que tú al ser una luchadora inexperta, pero que tiene el valor suficiente para decidirse a pelear sola contra tantos enemigos, mientras tú, un luchador experimentado y hábil no te atreves a hacerlo? –Rudamente se contestó. Kung Lao puede soportar lo que sea, menos esa desagradable sensación de cobardía.

Ese pensamiento de sentirse cobarde que no lo dejaría en paz nunca, el valor y honor que esa chica parecía poseer, mezclados con la sensación de aprecio causado por un recuerdo escondido que le producía Hei An, lo estaban orillando a tomar una decisión muy arriesgada y por demás aberrante. Su impulsividad parecía que no se había desvanecido del todo con su madurez y bastaba un estímulo para hacerlo tomar decisiones sin pensar en las consecuencias.


-Esto es muy peligroso. En dado caso que salgamos victoriosos, los tarkatanos pueden revertir las cosas y buscar venganza; nos pueden buscar a nosotros por haberlos atacado sin razón –Dijo siendo realista.

-Por eso no te preocupes. Hay una manera de que nadie busque represalias en nuestra contra –Respondió con seguridad.

-¿Una manera? ¿Y cuál es? –Preguntó incrédulo.

-No dejar a nadie vivo. Que no quede ni uno solo, así no habrá testigos ni mucho menos alguien que quiera vengarse –Respondió con seguridad.

Kung Lao se río ligeramente.

-Suponía que me dirías algo así –Dijo mientras movía su cabeza de una lado a otro como negativa. -No es tan fácil como lo piensas –Agregó.

Ella se acercó a Kung Lao y lo tomó del hombro.

-Lo vamos a lograr. Yo confío en ti. Te pido que tú confíes en mi –Le dijo gentilmente mirándolo a los ojos tratando de brindarle confianza.

Decidió que era suficiente de tratar de hacer entrar en razón a Hei An y quiso terminar con esto de una vez.

-Si hemos de hacerlo, hagámoslo ya –Dijo él a la vez que caminaba algo disgustado.

Li Mei lo observó con los ojos entrecerrados y después lo alcanzó. Caminaron algunos metros a un lugar muy apartado y profundo del bosque. Li Mei sacó el talismán que abriría el portal para ir camino al Outworld.

-Entra –Le dijo Hei An ya que el portal estaba frente a ellos.

Kung Lao asintió con la cabeza, sin embargo no podía evitar esconder cierto enfado. Traspasó el portal y vio un resplandor que duró apenas un segundo. Cuando ese resplandor desapareció, él ya estaba en otro lugar. Miró a su alrededor y vio aquel sitio siniestro; un bosque que no tenía nada que ver con el que estaba cerca de su hogar. Los árboles de este lugar, en vez de provocar sonrisas y bienestar por su belleza, eran unos escalofriantes árboles con rostros casi humanos. De inmediato reconoció este sitio.

-Es el bosque viviente –Se dijo a sí mismo.

Aquellos aterradores árboles parecían mirarlo con odio. Se veían hambrientos y sin duda evitó pasar cerca de ellos para evitar convertirse en su presa.

Además de esa desagradable compañía, no había nadie más. Estaba obscuro como un pozo sin fondo y se escuchaba el eco de los rugidos de los árboles que estaban alejados. Kung Lao miraba a su alrededor en busca de la presencia de alguien pero el lugar estaba solo. Instantes después emergió Hei An del portal. Caminó hacia su compañero después de cerrarlo y con una gran sonrisa oculta por su cubre bocas se alegró de ver todo calmado y desolado como lo esperaba.


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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por kanalla » Sab, 13 Sep 2014, 02:27

Sep, ya sé que está muy descabellado el asunto de que él haya querido ir a pelear así como así después de que en realidad a lo que fue es que quería discutir ciertos puntos con ella, pero su explicación sobre lo que lo impulsó a hacerlo la dará después (...)
Cosa de hombres, ñam

De pronto la trama va o muy lento o muy rápido, pero siento que los diálogos absorben la historia. Me sigue gustando ese juego sicológico de Li Mei en Kung Lao aunque sería bueno que el relato sea algo más que eso. Hubo, eso sí, un detalle inesperado que llamó mi atención:
Miró hacia el reloj en su pared el cual hacía un ruido tranquilo
Curioso, o soy yo quien se imagina a los shaolín medio primitivos, ñam.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Error Macross » Dom, 14 Sep 2014, 00:32

No me sorprenderia que Jonny les haya traido un reloj, jaajajja.

Bueno, como sea, me ha gustado el capitulo, personalmente no se que tan bien van a terminar saliendo los planes de Li Mei, como que al principio parecia que lo tenia bien preparado, pero desde que empezo esto de irse al Outworld y no se que, no se, siento que se le estan mezclando las ideas, no se bien que intenta hacer.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The Shaolin Nun » Mar, 16 Sep 2014, 07:05

Aquí vengo de rápido a continuar con esto :P Mis agradecimientos por dar lectura :D y bien, acá está el capítulo:








_______________________________________________











Masacre En El Outworld: Parte I











– No hay ningún tarkatano aquí, parece que no problemas con ellos como de costumbre. Esto nos conviene para agarrarlos desprevenidos, como te dije antes –Dijo Hei An mientras miraba a su alrededor con satisfacción.

Kung Lao no parecía estar muy conforme.

– Tal vez aquí hay calma, pero no sabemos que haya más adelante –Respondió.

La chica entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa oculta por su cubre bocas.

– Eso tenemos que averiguarlo ¿no crees? Espera un momento aquí mientras yo voy a buscar a esos bandidos. Creo saber en donde se ocultan y apenas los encuentre, vendré por ti para acabar con ellos –Dijo y se apresuró.

Su compañero la miró con duda.

– ¿Tú sola? El simple hecho de atravesar este bosque ya es un gran peligro ¿No crees que sería mejor que vayamos los dos? –Preguntó, pues no le veía sentido a quedarse ahí sin hacer nada mientras la chica se arriesgaba yendo sola.

Li Mei se puso nerviosa. De inmediato buscó una excusa para que cediera a su propuesta.

– Si vamos los dos, sería más fácil llamar su atención y que nos sorprendan. Yo me puedo ocultar con facilidad yendo sola. Además necesito que te quedes vigilando esta área por si llegas a verlos. Sé lo que hago; en caso de que se presente alguna dificultad, regresaré contigo –Dijo tratando de convencerlo. Ella estaba tramando algo y Kung Lao sería un gran impedimento.

Él no respondió nada y simplemente se limitó a mirarla evidenciando su desacuerdo.

– ¿Por qué no crees en mí por una sola vez en tu vida? ¿Tan inútil piensas que soy? –Preguntó demostrando molestia y tristeza a la vez.

Él cerró los ojos unos instantes y después respiró profundamente.

– Haz lo que te venga en gana, entonces –Dijo cruzando los brazos.

Ella sonrió y tomó del hombro a Kung Lao como agradecimiento por respetar su decisión. Le sujetó con firmeza unos instantes y después se giro para correr hacia su objetivo.

Kung Lao recapacitó y se dio cuenta que no estaba bien dudar de esa chica a cada momento. Debía darle la oportunidad de demostrar que es capaz o en dado caso, si comete errores, que aprenda de ellos.



Por su parte, los planes de Li Mei eran algo totalmente diferente a lo que le había planteado al monje. Ella corrió a través de las tierras ocultas de ese lugar con el único fin de encontrar a su leal ejército, el cual la estaba buscando exhaustivamente por órdenes de Bo’ Rai Cho. A medida que iba corriendo, se despojaba de sus ropas negras que ocultaban su cautivante vestimenta violeta habitual e inconfundible.

Siguió corriendo hasta que a lo lejos vio un gran cúmulo de soldados que la buscaban. Se detuvo en seco y se ocultó de inmediato detrás de un enorme árbol. Solo le faltaba quitarse los pantalones que dejarían expuestas sus largas y elegantes botas color lila. Pronto se los retiró y sacó una pañoleta que amarró a su cabeza con delicadeza. Se miró así misma solo para estar segura que no llevaba ninguna prenda negra de su anterior atuendo que pudiera delatarla y, con una sonrisa maliciosa, se dirigió al ejército.

Los soldados discutían acerca de los resultados fallidos de su búsqueda por ese día, hasta que uno de ellos vio a lo lejos una hermosa silueta caminando con elegancia. El color ciruela de su vestimenta la delató de inmediato.

– ¡Ahí está! ¡Es Li Mei! –Gritó el soldado señalándola con agitación.

Sus compañeros voltearon incrédulos y, al verla, corrieron a alcanzarla.

– Señora, la hemos estado buscando sin descanso ¿En donde ha estado? –Dijo el general del ejército mientras él y los demás se hincaron ante ella.

Li Mei les indicó con una seña que se levantaran.

– Eso no importa ahora. Necesito que vayan al bosque viviente de inmediato. Hay dos invasores que ponen en peligro nuestra seguridad. ¡Es urgente! –Ordenó a los guardias.

– ¡Cómo usted ordene señora! –Dijo el general. – ¿Vendrá usted con nosotros? –Preguntó.

Li Mei entrecerró los ojos.

– No. Hay un individuo aún más peligroso e iré a buscarlo. Tengo que acabar con él –Dijo maliciosamente.

El guardia pareció extrañado; sin embargo obedeció a los mandatos de Li Mei.

– ¡Bien, todos al bosque viviente. ¡Preparen sus armas! ¡Tenemos dos enemigos de alto peligro! –Indicó el general mientras movilizaba al ejército y avanzaban a aquel sitio.

Li Mei los vio marcharse y, sin perder tiempo, corrió para regresar con Kung Lao al bosque viviente. Tomó el mismo camino por el que llegó ahí y, a medida que corría, iba tomando las ropas negras que había dejado regadas anteriormente en el pasto y se las volvía a poner muy apresurada.


Kung Lao, por su parte, estaba cruzado de brazos, observando su entorno con detenimiento. Pensaba en lo lejos que estaba de casa y en lo que diría a sus maestros y compañeros al regresar. Por más que había intentado obtener una buena excusa, no se le ocurría nada. ¿Decir la verdad? los maestros lo sancionarían severamente por tan aventurada e irresponsable acción.

De pronto su reflexión se vio interrumpida al ver a uno de los soldados del Outworld circundando en el lugar. Aquel guardia desconocía la repentina aparición de Li Mei pues él, junto con otro grupo de soldados, se encontraba en el lugar opuesto a la otra parte del ejército, ya que se habían dividido el trabajo y a ellos les correspondía buscar en la dirección contraria.

Cuando sus miradas se cruzaron, el soldado desenvainó su larga y afilada espada amenazando a Kung Lao.

– ¡Quieto ahí! ¡No intente escapar! –Gritó el soldado.

Kung Lao se exaltó un poco pero, estuvo tranquilo pues Liu Kang y él tienen buena relación con los guardianes del Outwolrd.

– ¡Espere! ¡Soy Kung Lao! –Gritó mientras extendía sus brazos para demostrar que no tenía intenciones de causar daños.

El guardia lo reconoció segundos después y guardó su espada. Él y el monje caminaron para acerarse el uno al otro.

A cada paso que daba sentía que el objetivo de su compañera se había estropeado, pues él no se atrevería a hacer semejante alboroto en frente del ejército del Outworld, y pensó que, apenas la chica regrese, le diría que desista de la misión.

– Saludos es usted Kung Lao, guerrero de la Tierra ¿cierto?, no lo había reconocido. Acepte mis disculpas –Dijo el soldado serio pero amigable.

– No se preocupe. Lamento el inconveniente –Replicó mientras le ofrecía una ligera reverencia.

– ¿Qué lo trae por aquí, Kung Lao? – Preguntó el soldado.

Él no tuvo idea de qué responder, pues no se imaginó encontrar a un miembro del ejercito amigo, ya que ellos nunca pasan por ese lugar tan lleno de peligro.

– Necesito hablar con el maestro Bo’ Rai Cho; es algo urgente –Respondió arrepintiéndose de inmediato pues le pareció muy estúpida su respuesta pero fue lo único que le vino a la mente.

El soldado negó con su cabeza.

– No creo que lo pueda atender; tenemos un problema muy serio –Le dijo con tristeza.

Kung Lao frunció el ceño extrañado.

– ¿Qué pasa? –Preguntó con preocupación.

En ese momento Li Mei vio a lo lejos al guardia y a Kung Lao conversando. Comenzó a respirar con agitación y, sin pensarlo más aventó su espada con mucha fuerza.

El soldado iba a comentarle a Kung Lao acerca de la penosa y extraña desaparición de Li Mei

– Desde hace varios días Bo’ Rai Cho y nosotros hemos estado trabajando a marchas forzadas para… –Decía pero no pudo terminar porque fue interrumpido por un arma filosa que atravesó su espalda.

Kung Lao vio con horror como el guardia se desplomó ante sus ojos a la vez que una gran cantidad de sangre salía de su boca. De inmediato se agachó para intentar asistirlo; sin embargo ya estaba muerto.

Posteriormente se levantó para ver a la responsable.

– ¡Hei An! ¡¿Por qué hiciste esto?! –Preguntó furioso.

Ella extrajo la espada del cuerpo inerte.

– Si es del Outwolrd, es un enemigo –Respondió sin remordimiento alguno.

– ¡¿Estas loca?! ¡Ellos son aliados de la Tierra! –Dijo muy alterado.


El ejército llegó al bosque viviente justo cuando Li Mei lanzó su espada, presenciando así el asesinato de su compañero a manos de la mujer de negro.

Ninguno de los soldados logró darse cuenta de que la asesina era la mismísima Li Mei, pues no la reconocieron con esa vestimenta que la cubría casi en su totalidad.

– ¡Mató a uno de los nuestros! ¡Ellos son los enemigos! ¡Que no escapen! –Gritó el general enfurecido.

Los soldados se veían confundidos.

– ¡Pero general, ese hombre es Kung Lao, un aliado del Earthrealm! –Dijo uno de los guardias.

– ¡No importa quien sea! ¡Él y esa maldita asesina vienen juntos! ¡Deben ser los dos rufianes que nuestra señora nos ordenó liquidar! ¡Acábenlos! –Ordenó el general mientras veía el cadáver sangrante de su compañero.

El ejército comenzó a correr con sus armas levantadas hacia Kung Lao y Hei An. El monje se dio cuenta de ello y se desconcertó por completo.

– ¡¿Qué es lo que está pasando aquí?! –Dijo mientras veía a los soldados acercándose a él de manera agresiva.

– ¡Nos quieren matar! ¡Prepárate! –Le dijo gritando y alistando su espada.

Kung Lao la miró sumamente extrañado.

– ¡¿Qué?! –Preguntó incrédulo.

Miró de nuevo hacia el ejército y se sorprendió cuando vio que el general corrió directo hacia él mientras apuntaba su espada a su cuerpo.

El general intentó clavársela pero Kung Lao logró esquivarla.

– ¡Esto debe ser un error! ¡Deténgase y déjeme explicarle! –Decía el monje mientras esquivaba una y otra vez las tajadas que el general pretendía darle sin compasión.

– ¡No es ningún error! ¡Tenemos órdenes de acabar con ustedes! –Dijo el general sin dejar de intentar herirlo.

– ¡Por favor! ¡No quiero luchar contra ustedes! –Replicó el monje, pues de ninguna manera deseaba atacar al ejército de sus aliados.

– Mejor defiéndase porque no lo dejaré hasta verlo muerto –Le respondió furioso el general.

Kung Lao vio hacia Hei An y se impresionó al ver la maestría con la que manejaba su espada. Todo el ejército se arremolinó con ella y, uno a uno los aniquilaba elegante pero salvajemente.

– ¡No hay otra alternativa! ¡Vas a tener que atacarlos o nos mataran! –Le gritó Hei An mientras se ocupaba de luchar contra los soldados.

Kung Lao estaba muy desconcertado, sin embargo, aceptó que su compañera tenía razón y no le quedó otra alternativa más que luchar.

– Muy bien general, cumpla con su orden, pero yo no puedo quedarme de brazos cruzados –Dijo el monje con profunda pena pero alistándose para pelear.

El general no dijo nada y solo tomó vuelo con su espada para intentar clavarla en el abdomen de Kung Lao; sin embargo el monje esquivó su ataque y, de un rápido movimiento, le tomó el brazo y se lo giró haciendo que se dislocara.

La espada cayó al suelo y su dueño le siguió al caer de rodillas gritando de profundo dolor.

Los soldados vieron aquella acción y de inmediato se fueron hacia Kung Lao.

Al verse en el peligro en el que se encontraba, el monje se agachó para tomar la espada del general que seguía quejándose presa del dolor, y comenzó a luchar con cada uno de los soldados que lo rodeaban.

Se escuchaban los metales chocando tan furiosamente que bien podrían arrojar chispas. A pesar de que el ejército estaba muy bien capacitado y preparado para el kombate, nada podían hacer contra Kung Lao. Bastaba un par de intentos de querer atravesarlo con sus filosas armas, para sentir la tibieza de su propia sangre brotando de la precisa y letal herida que Kung Lao les hacía.

Li Mei se acercó a su compañero, ansiosa y temerosa de que el guardia que habló con él hubiera dicho algo que la perjudicara.

– ¿Qué te dijo el sujeto que asesiné? –Preguntó agitada y sin dejar de luchar.

– ¡Nada! ¡Apenas acababa de saludarlo cuando cometiste esa tontería! –Respondió él enojado mientras luchaba.

Li Mei se sintió muy aliviada y, cómo si esa respuesta de Kung Lao la hubiera cargado de energía, comenzó a atacar más encarnizadamente.

Uno de los soldados se acercó a ella para intentar cortar su cabeza, sin embargo, ella pagó con un tajo de su espada que cortó el brazo del guardia, quien gritaba de terror y sufrimiento al ver su extremidad en el suelo. Seguido de ello Li Mei clavó su espada en el cuello del soldado haciéndolo morir.

Aquella batalla no era más que un desagradable espectáculo en donde un ejército era acabado por dos guerreros de inigualable poder y letal elegancia en cada uno de sus mortales movimientos. Al fin el cuerpo del último soldado cayó al suelo después de que su cabeza lo hiciera. Li Mei clavó su espada en el suelo en señal de victoria mientras veía a su alrededor la carnicería resultante de la lucha.

– Se acabó –Dijo con satisfacción, jadeante por la difícil batalla.

Kung Lao dejó caer la espada al suelo. La tristeza y el arrepentimiento estaban grabados en su rostro.

– No debimos hacer esto –Dijo desolado y viendo con pena a los cadáveres mutilados.

Hei An lo miró con enfado.

– Nos querían matar. Además, ellos no eran unos simples e inocentes habitantes de la comunidad. Eran soldados preparados para asesinar y ser asesinados –Respondió tratando de convencer a Kung Lao.

Él estaba cabizbajo, pero dentro de todo sabía que si no atacaba, tal vez su propio cadáver estaría yaciendo en el suelo en esos momentos.

Li Mei, por su parte, estaba maliciosamente feliz en su interior; su plan dio frutos, pues Kung Lao y ella unieron sus fuerzas y así acabaron con el ejército que la estaba buscando. Ella no hubiera podido hacerlo sola. Al fin se había deshecho de una piedra en el camino. Sin embargo, aún faltaba un obstáculo más: Bo’ Rai Cho.

– Bien, Kung Lao, ahora a lo que venimos: hay que buscar a los tarkatanos –Le dijo mientras desenterraba su espada de la tierra.

– ¿No crees que ya es suficiente venganza el haber asesinado a este ejercito entero? Tú dijiste que si eran del Outworld eran enemigos –Contestó con molestia y aflicción por el remordimiento de haber masacrado al ejército amigo.

Hei An negó con la cabeza.

– De ninguna manera, Kung Lao. Si los matamos fue porque ellos se interpusieron en nuestro camino. Yo quiero ver las cabezas rodando de los malditos tarkatanos y así tenga que matar a los mismos aldeanos de este lugar, no me iré hasta acabar con ellos –Respondió prepotentemente.

Kung Lao se notó muy molesto ante su insistencia.

– ¿No lo entiendes? Debemos huir de aquí antes de que sepan que nosotros asesinamos al ejército. Si bien tú no tienes nada que temer, pues nadie te conoce, yo me puedo meter en serios problemas –Le dijo enojado y con preocupación. Sin lugar a dudas, esto se le había salido de las manos. La situación era peor de lo que él esperaba.

Hei An lo observó en silencio unos breves instantes y esbozó una sonrisa.

– Kung Lao, la solución está frente a nosotros y tú te niegas a verla –Le contestó con seguridad. –Simplemente provocaremos a los tarkatanos y los conduciremos hasta aquí, así cuando los exterminemos, los cuerpos de esas bestias y los de los soldados yacerán en este mismo lugar, de modo tal que todos pensarán que se mataron unos a otros en uno de los tantos disturbios que a menudo ocurren aquí –Agregó muy confiada.

Kung Lao frunció el ceño al escuchar ese plan que la chica le había dicho. Pensó en lo deshonesto que sería, sin embargo por su bien, tenía que estar de acuerdo con ella.

– Vayamos por ellos –Dijo resignado pero no convencido del todo.

Li Mei reía en su interior de que todo le estuviera resultando tan bien.

– Sígueme; logré encontrar el lugar de residencia de esos malditos monstruos –Dijo haciendo referencia a la supuesta búsqueda que había hecho antes de que ocurriera esta batalla; sin embargo, ella como habitante del Ouworld, sabe perfectamente en donde se ubican las viviendas de los tarkatanos.

La mujer caminó a paso rápido y Kung Lao, después de mirarla indeciso, la alcanzó caminando al mismo ritmo.

La verdadera lucha apenas estaba por comenzar.

Mientras iban caminando con rapidez entre ese lugar tan tenebroso, Kung Lao veía los ríos de lava tan comunes ahí como si fueran simples charcos de agua. A su vez estaba recapacitando sobre la increíble habilidad de Hei An con su arma. Dentro de sí estaba muy conforme con la actuación de su compañera en la batalla previa. Se sentía mucho más confiado, pues en realidad esa mujer no era tan frágil e inexperta como creía, y de ese modo, la pelea contra los tarkatanos sería más sencilla, aunque no menos peligrosa.

Después de trotar por un rato, llegaron a las aldeas de sus enemigos. Con cautela caminaban entre esos lugares.

– ¿Y ahora que hacemos? –Preguntó Kung Lao en voz baja, curioso por la actitud acechadora de Hei An.

Ella puso su mano en la boca del monje para indicarle que guarde silencio. Caminó lentamente hasta una roca de tamaño considerable pero no tan pesada como para que la mujer pudiera cargarla con algo de esfuerzo. La levantó por encima de su cabeza y la arrojó con tal fuerza que llegó hasta la ventana polvosa y derruida de una gran aldea tarkatana. Al estrellarse la roca, resonó un gran estruendo del cristal rompiéndose, seguido de murmullos inentendibles de voces inhumanas.

Kung Lao sabía que esos bárbaros saldrían en cualquier momento, así que estaba alerta y listo para lo que viniera al igual que Hei An.

En fracción de segundos los portones de madera vieja que resguardaban la aldea, se abrieron violentamente y de ahí salió uno de esos seres abominables, de dentadura tan filosa como las cuchillas que salían de sus brazos.

Se quedó de pie tratando de encontrar entre la obscuridad al responsable de irrumpir con su tranquilidad.

Li Mei y Kung Lao estaban escondidos detrás de un árbol deshojado y casi seco. El tarkatano parecía sentir la presencia de alguien, así que caminó lentamente en busca del intruso. Mientras daba pasos lentos y silenciosos, sacó sus afiladas cuchillas de sus brazos listas para empalar a cualquiera que esté ahí oculto.

Por su lado, ambos guerreros permanecían inmóviles y callados observando entre las tinieblas la sombra de su enemigo.

Después el tarkatano se dio la vuelta para regresar al interior de la aldea y convocar a sus compañeros con el fin de buscar a los agresores. El instante en el que el tarkatano estaba de espaldas, fue la oportunidad de oro que Li Mei estaba esperando. Caminó sigilosamente, y cuando estaba detrás de él, levantó vuelo con su espada y le corto la cabeza de un solo movimiento.

La bestia dio un grito ensordecedor al instante que sintió la hoja de la espada desprendiendo su cabeza y, en cuestión de segundos su cuerpo cayó al suelo.

– ¡Preparado, Kung Lao! –Le dijo alertándolo de que en breve saldrían los demás tarkatanos.

La adrenalina invadía las venas de Kung Lao, cuyo corazón latía con tal rapidez que sentía sus fuertes golpes en el interior de su pecho.

Al haber escuchado el grito de su compañero, que indicaba una terrible agresión, los tarkatanos salieron de inmediato. Instantes antes de que eso pasara, Li Mei se había parado frente al cuerpo decapitado y recogió la cabeza sangrante de la bestia. Los tarkatanos en cuanto salieron de la aldea, la vieron.

– ¡Esto es por los crímenes que han cometido en el Earthrealm , por causar tantas desgracias y por haber separado a incontables familias! ¡He venido aquí por venganza y, seguramente ustedes también la querrán ahora! ¡Solo uno de nosotros podrá consumarla! ¡Veamos quien será el que lo logre! –Gritó Hei An mientras levantaba la cabeza del tarkatano.

Al terminar de decir esas palabras, la tiró al suelo. Un gran número de tarkatanos emergía de la aldea y todos se fueron en contra de ella, sacando las enormes hojas filosas de sus extremidades.

Al ver esto Hei An echó a correr.

–¡Al bosque viviente! –Gritó a Kung Lao quien de inmediato la siguió emprendiendo la carrera.

Los dos corrían sin mirar atrás, sintiendo como el peligro los perseguía.


Li Mei se sentía muy confiada, y no menos seguro estaba Kung Lao. El camino era algo largo, así que debían soportar hasta llegar al tenebroso bosque.

Las furiosas bestias corrían tan rápido que parecía que en cualquier momento iban a lograr alcanzarlos.

Li Mei volteó hacia atrás y se impresionó al ver el coraje y la rapidez con los que eran perseguidos.

– ¡No pares! –Le gritó Kung Lao al darse cuenta de que Hei An enlenteció un poco su ritmo cuando miró aquel grupo de bárbaros embravecidos.

Los corazones de ambos guerreros comenzaban a cansarse, sin embargo, nunca les pasó por la cabeza detenerse ni un segundo.
Una gota de sudor cayó de la frente de Li Mei, quien cada vez estaba más fatigada, pero instantes después pisó sin darse cuenta un charco. Miró hacia atrás para verlo, casi por instinto, y celebró dentro de sí el hecho de que no se trataba de otra cosa más que un charco de sangre. Vio hacia delante y observó los cadáveres desmembrados y bañados en su propia sangre del ejército.

Lo habían logrado; al fin llegaron al bosque viviente, pero la carrera no había terminado ahí.

Li Mei y Kung Lao se detuvieron jadeantes y muy agotados cuando vieron que llegaron a su destino. Miraron hacia atrás y observaron el furioso ejército de tarkatanos corriendo hacia ellos con el único fin de cegarlos de la vida.

– Llegó la hora –Dijo Li Mei tomando su espada y esperando a que se acercaran los bárbaros.

Kung Lao se irguió y, con valentía, veía aproximarse a la horda.

Cuando al fin los tarkatanos estaban tan cerca y a punto de abalanzarse sobre ellos, Kung Lao tomó rápidamente su sombrero y lo lanzó de modo tal que logró separar las cabezas de los cuerpos de varios enemigos. Los cuerpos cayeron con sus cabezas al lado.

El sombrero tardó en regresar a la cabeza de su dueño, por lo que sin tiempo de nada más, comenzó a repartir severos golpes contra las bestias que intentaban herirlo sin consideración.

Su compañera luchaba de igual forma. Li Mei no podía permitirse usar sus técnicas de combate cuerpo a cuerpo por temor a ser descubierta, así que se empeñaba en usar el filo de su espada y nada más.

Además de usarla para atravesar y desmembrar a sus rivales, también le servía para detener las cuchillas de sus brazos que buscaban empalarla.

De repente miró hacia Kung Lao y vio su magistral manera de luchar. Parecía que esos individuos fueran unos totales inexpertos, pues el monje los asesinaba sin que lo sintieran. Sus puños impactaban el rostro de los tarkatanos como si fueran rocas.

Eso le dio a Li Mei la confianza suficiente para aprovechar la situación e ir a buscar a su más grande amenaza, mientras dejaba a Kung Lao manejar solo aquella batalla para que así estuviera distraído. El hábil monje se había librado de tantas hordas de enemigos en su vida, que Li Mei no dudaba que estos monstruos no significarían nada para él.

Con mucha precaución, se cercioró de que su compañero no se diera cuenta de que iba a irse de ahí. Poco a poco se fue alejando a la vez que eliminaba a sus abominables adversarios y cuando lo vio preciso, se fue corriendo hacia la casa de Bo’ Rai Cho, segura de encontrarlo ahí.

Kung Lao estaba tan concentrado en su lucha que no logró darse por enterado de ello.

Li Mei corría a toda velocidad esperando consumar pronto sus intensiones y así regresar con Kung Lao para ayudarlo con aquella horda. Tenía confianza que lograría estar bien solo.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Double.A » Mar, 16 Sep 2014, 15:34

La verdad es que me gustaron los capítulos, bueno ahora la historia esta tomando otro ritmo, tambien a mí me pareció que fue un poco rara la parte del reloj, por último solo me queda decir que espero el siguiente cap
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The ST. Jimmy » Mar, 16 Sep 2014, 16:24

Yo acabo de leerme todo el fic seguido hahaha
Me gusta la idea de que es una historia dentro del universo MK pero que no se siente atada a hechos de los juegos y demas, sino que tiene su propio plot y camino.
Me gustaron mucho las apariciones de personajes secundarios como Cage, me sacaron una sonrisa.

Coincido en los que dicen que el plot avanzaba medio lento al principio, pero creo que estuvo bien. Asi se asentaba la historia y los personajes y demas. Empezar con Li Mei diciendole "Kung lao, dame el amuleto" o algo asi seria muy descabellado xD
Y ahora totalmente se le fue al joraca todo a Li Mei hahah
El ultimo capitulo fue 100% pelea y metio a Kung Lao en bastantes quilombos xD

Lo que mas me gusta es todo el ataque psicologico que le hace Li Mei a Kung Lao y como va tocando nervios. Ese juego psicologico me parece genial.

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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por MK-Noob » Mar, 16 Sep 2014, 22:42

Muy bueno el ultimo capitulo, como dijo Jimmy fue puro kombate, añadiendole así mucha mas pica. Eso si, me da intriga saber que va a pasar con Bo Rai Cho... creo que tiene los minutos contados en el fic :mrgreen: Saludos!
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Error Macross
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Error Macross » Jue, 18 Sep 2014, 05:20

No niego que el capitulo haya sido muy interesante, o sea, Li Mei esta realmente armando un plan muy siniestro, el unico tema que ya la fachada me resulta muy dificil de creer, o sea, Hei An puede ser una guerrera buena, y etc, pero esta peleando contra solados entrenados del Outworld de altisimo nivel, o sea, incluso a Kung Lao solo no me lo imaginaria bien parado ahi, y es como que siendo el sospecharia de que la chica demostrara tanta habilidad.
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