Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

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The Shaolin Nun
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The Shaolin Nun » Lun, 22 Sep 2014, 06:10

Me da gusto saludarles a todos, es un placer saber que se han pasado por esta loca historia XD. Mil gracias por leer todo lo que llevaba hasta ahora Jimmy! Que gusto conocer tu punto de vista :D

Solo eso y, dejo el siguiente episodio:





_______________________________________________________














Masacre En El Outworld: Parte II









El maestro Bo’ Rai Cho se encontraba en su casa, sentado en una silla contemplando un tarro de cerveza con una mirada vacía y triste. No dejaba de pensar en Li Mei; se preguntaba en dónde podría estar, si se encontraba únicamente desaparecida o tal vez ya no estaría viva. Fue tan raro que se haya ido sin dejar rastro.

Ignoraba por completo que ella ya había aparecido y había masacrado a su propio ejército.

De pronto la puerta se abrió suavemente. Se quedó inmóvil pensando si escuchó mal o en realidad alguien se infiltró en su hogar.

Escuchó unos pasos caminando hacia él y entonces se giró para ver de quien se trataba. Se le fue el aliento al ver quien era. Se puso de pie tan rápido que tiró la silla.

–¡Li Mei! –Dijo impresionado pues jamás se hubiera imaginado que era ella.

La bella mujer por su parte le contestó con una sonrisa.

– ¿En donde estuviste? –Preguntó con alegría, aún sin dar crédito a lo que estaba viendo.

Li Mei seguía sonriendo.

– No tiene caso decírtelo –Contestó –Me enteré de que me estuviste buscando –Agregó maliciosamente; sin embargo el viejo maestro no lo notó.

– Si, nunca dejamos de buscarte. El leal ejército jamás pretendió rendirse hasta encontrarte a ti o al causante de tu desaparición – Respondió Bo’ Rai Cho.

Li Mei suspiró y cerró los ojos.

– No debiste hacerlo –Dijo Li Mei con molestia.

Bo’ Rai Cho se desconcertó.

– Perdona ¿Qué dijiste? –Cuestionó incrédulo.

Li Mei comenzó a caminar lentamente hacia él.

– Estoy trabajando en una misión de la que nadie debe saber –Dijo y, seguido sacó la espada que tenía oculta detrás de ella.

Bo' Rai Cho estaba impactado.

– Li Mei ¿Qué haces? – Preguntó

Ella seguía caminado empuñando fuertemente su arma sin apartar la vista del maestro.

– Lo siento Bo’ Rai Cho, pero interfieres con mi trabajo –Dijo y levantó la espada.

El hombre se quedó boquiabierto al ver aquella arma en manos de su aliada siendo alistada para cortar su cuerpo. Li Mei dio un tajo al aire, pues él se quitó de inmediato.

–¡Li Mei! ¿Por qué haces esto? –Preguntó exaltado y huyendo de ella, ya que le dolería mucho tener que golpearla.

– ¡No hay tiempo para preguntas! ¡Pelea! –Gritó furiosa mientras se lanzaba de nuevo a atacarlo.

Bo' Rai Cho tomó su Jojutsu y detenía los cortes que Li Mei pretendía darle.

El maestro, con mucho pesar, vio como en realidad aquella mujer por la que rogaba su aparición estaba dispuesta a asesinarlo. Sujetó firmemente su arma y le dio un fuerte golpe en su delicado rostro.

Al recibir el golpe, dio media vuelta debido a la magnitud de este y miró a Bo’ Rai Cho con un gran moretón en su ojo.

– ¡Lo siento Li Mei, pero veo que has enloquecido! –Dijo sin comprender su conducta.

Ella tenía puesta su mano en el ojo lastimado

– No te detengas. Uno de los dos debe salir muerto –Le dijo incitándolo a atacarla.

Él estaba aterrado. Una guerrera con gran valor y poder, a la que él incluso llego a ver como una hija, ahora veía en su mirada cautivante una clara convicción de asesinato.

Al notar que Bo’ Rai Cho no reaccionaba, Li Mei le disparó una esfera de energía color morado. La intensa luz lo cegó unos segundos; sin embargo lo hizo reaccionar y de inmediato se quitó para evadirla.

La esfera de energía chocó con la pared y se evaporó, no sin dejar su rastro sobre ella. Li Mei comenzó a exasperarse. Lanzaba una y otra vez sus ráfagas púrpura que su oponente esquivaba negándose a atacar a su aliada. Pero de pronto ese sentimiento cesó.

Bo’ Rai Cho levantó una de sus piernas y dio un fuerte pisotón que hizo retumbar todo como si un terremoto devastador estuviera sacudiendo el lugar.

Li Mei perdió el equilibrio por aquel violento movimiento. Ese instante fue suficiente para que Bo’ Rai Cho corriera hacia ella. Tomó vuelo con su Jojustu y golpeó la mejilla de la guerrera sin consideración.

Ella cayó al suelo mientras se quejaba. Un nuevo moretón se formó en su rostro y podía sentir sus dolorosas punzadas. Se levantó y miró fijamente al hombre quien lucía iracundo. En su mente sabía que esa no era Li Mei; ella nunca actuaría de esa manera. Estaba seguro que algo raro pasaba con ella.

Li Mei se lanzó hacia Bo’ Rai Cho; pensó en que cada segundo que ese hombre seguía con vida era un segundo en el que el peligro estaba latente. Tenía que acabarlo pronto, pues además recordó que Kung Lao estaba luchando solo contra los tarkatanos.

Comenzó a golpearlo con furia. El maestro detenía los golpes con dificultad pues ella era muy rápida.

– ¡¿Por qué haces esto, Li Mei?!, ¡¿Por qué?! –Gritó con desesperación mientras evadía sus ataques.

La guerrera no soportaba las cuestiones; eso le dio coraje suficiente para darle un golpe tan fuerte a Bo’ Rai Cho que lo dejó aturdido; estaba tambaleante; apenas y podía mantenerse en pie. Li Mei se paró frente a él.

El maestro levantó débilmente su cabeza y, con una mirada casi perdida la vio con dolor, decepción y terror en su interior al desconocer por qué su aliada y fiel compañera estaría haciendo todo esto.

La guerrera de púrpura no lo pensó más. Hizo contacto visual con Bo’ Rai Cho por ultima vez y sin emitir una sola palabra le dio una patada en su vientre de tal magnitud que lo atravesó como si hubiera sido la más filosa espada.

El viejo maestro sentía con profundo dolor la pierna de Li Mei destrozar sus entrañas. Una gran cantidad de sangre salía de su cuerpo salpicando las paredes, regándose por el piso y cegándolo de la vida lentamente.

Li Mei cuando supo que no había remedio para el voluminoso hombre, sacó su pierna de manera violenta dejando expuesto el gran agujero que quedó en el vientre de su moribundo rival.

Bo’ Rai Cho se quedó unos segundos de pie; pero pronto su cuerpo se desplomó aún con vida. Li Mei se agachó hasta él mientras daba sus últimas inhalaciones.

– ¿Quieres saber algo? Outworld pronto será mío. Ahora sirvo a Shinnok; yo le daré lo que necesita y él me dará lo que quiero –Dijo hincada y en voz baja como si fuera un secreto que ni el aire debía escuchar.

Él estaba recostado en su propia sangre. Sus ojos se abrieron muy grandes, a pesar de su agonía al escuchar las revelaciones de la guerrera.

No podía creer que las últimas palabras que escucharía fueran tan perturbadoras. Se estremeció por la desesperación de pensar en las tragedias que estaban por suscitar ella y Shinnok.

De pronto levantó su puño queriendo decirle algo a Li Mei, sin embargo sus fuerzas se apagaron súbitamente pues finalmente murió.

Ella miró el cuerpo inerte de quien fuera su aliado. Antes de morir era un gran obstáculo para ella. Ahora no era más que una piedra menos en su camino.

Con su ejército exterminado en su totalidad y Bo’ Rai Cho asesinado, Li Mei sabía que su misión estaba completada. Pronto pensó que lo mejor sería no dejar rastro alguno del maestro.

No tuvo otra alternativa, así que sujetó los brazos del hombre y se dispuso arrástralo fuera de su casa. A pesar de ser un hombre muy voluminoso y corpulento, Li Mei hizo acopio de energías para conducirlo hasta el lugar que tenía fijado.

Con dificultad, al fin logró sacarlo de la casa. Descansó unos segundos y se cercioró que no hubiera nadie. Miró a su alrededor y se sintió tranquila por la relativa calma de su entorno, por lo que continuó arrastrando el cuerpo.

Finalmente llegó hasta la orilla de un río de lava cercano al hogar de su víctima. Se detuvo un momento para contemplar su mortífera incandescencia.

Tomó por última vez el cadáver y lo echó a la lava en donde se consumiría en secreto. Li Mei lo veía hundirse lentamente sin ningún remordimiento; su trabajo estaba hecho y se sentía conforme por ello.

Al fin el cuerpo desapareció entre el ardiente río. Ella se quedó unos instantes más como si quisiera asegurarse de que la lava se lo había tragado por completo.

De pronto recordó a Kung Lao y la batalla que sostenía contra los tarkatanos. No perdió más tiempo y regresó hacia allá temiendo lo peor pero a la vez, confiando en lo mejor.

De nueva cuenta corrió hacia el lugar en donde dejó su ropa negra tirada y se la ponía con velocidad.



Kung Lao mientras tanto luchaba encarnizadamente con sus monstruosos oponentes. Los tarkatanos emitían leves rugidos que acompañados con sus punzantes colmillos intentaban causar temor en el monje; sin embargo, él nunca se intimidó.

Casi al llegar, Li Mei vio a lo lejos el gran cúmulo de enemigos arremolinados en su compañero.


Kung Lao no sabía que Hei An ya había regresado y, seguía luchando brutalmente. Estaba muy agitado; pero nunca perdió la entereza.

Los cadáveres conformados por el ejército del Outworld y los tarkatanos hacían imposible que Kung Lao pudiera desplazarse libremente, pues a cada instante tropezaba con ellos, por lo que recogió una espada de uno de los soldados y se alejó a un área donde no había cuerpos regados en el piso.

Se sintió mucho más libre y comenzó a responder a los ataques de los guerreros, librando las afiladas hojas de sus extremidades y repartiendo precisos cortes con su espada. Pero las cosas se tornaban difíciles; entre la obscuridad del bosque, comenzaron a emerger más y más tarkatanos.

Por más que se esforzó, se le dificultaba mantenerlos a raya. Uno de ellos forcejeó con él para atravesarlo con la cuchilla de su brazo; Kung Lao tenía la espada frente a él deteniendo la hoja; sin embargo el temible guerrero del Outworld le dio un fuerte empujón que logró botar la espada de sus manos.

El monje se desconcertó y vio el arma caer lejos de su alcance.

Decenas de feroces tarkatanos lo rodearon casi aprisionándolo. Miraba a su alrededor y observaba sobresaltado como se acercaban a él lentamente mientras sacaban las hojas filosas de sus brazos.

Al verse acorralado, se giró sobre si mismo, aventándolos por los aires y, despejando así sus alrededores.

Los sanguinarios guerreros cayeron al suelo quejándose de dolor. Después de unos instantes se empezaron a poner de pie más furiosos que nunca. Mientras algunos aún yacían en el suelo retorciéndose de dolor, otros caminaban acechando lentamente a Kung Lao como un sigiloso tigre que se prepara para atacar a su presa cuando menos lo espera.

El monje shaolin lo sabía y estaba a la expectativa. De pronto los tarkatanos corrieron hacia él apuntando las navajas de sus brazos al cuerpo de Kung Lao. Él reaccionó de inmediato y se quitó su sombrero para lanzarlo hacia ellos. Su maestría en el uso de esa arma le permitió decapitar a varios de ellos quienes cayeron sin vida sobre la tierra.

Miró las cabezas rodando de sus enemigos y al voltear hacia el frente observó con horror como más adversarios se acercaban. Un destelló venía detrás de ellos con rapidez y se entusiasmó al percatarse que era su sombrero. El arma cercenó un par de cabezas en su regreso a su propietario. Cuando el sombrero ya estaba muy cerca, Kung Lao estiró la mano para atraparlo; pero otra mano apareció de súbito cachándolo antes que él.

Era Hei An. Miró a Kung Lao y asintió con la cabeza expresando que estaba lista para seguir luchando. Él estaba furioso por el abandono de la chica y hubiera querido reclamarle; pero no había tiempo, pues las bestias ya estaban cerca de ellos.

Hei An le aventó su espada a Kung Lao para que luche con ella en retribución por haber peleado solo durante su ausencia. El guerrero la cachó mientras veía como la mujer empuñaba fuertemente su sombrero, el cual sería usado por ella para tasajear a sus enemigos.

Los tarkatanos comenzaron a atacarlos; Hei An rebanó el temible rostro de cada guerrero que se acercaba, con el filo mortífero del sombrero de su compañero.

Decapitaciones, mutilaciones de extremidades, y más daños hacía con el sombrero, el cual maniobraba como si fuera una espada.

De su borde escurría sangre fresca de cada piel que cortaba.

Mientras tanto Kung Lao repartía infinidad de tajos con la espada de Hei An. Muertes instantáneas o agonías lentas y dolorosas eran el resultado de sus letales ataques.

A pesar de que el número de adversarios con vida era mucho menor en ese momento que en instantes pasados, la fatiga estaba comenzando a hacer estragos en ambos guerreros.

Kung Lao se percató que casi todos los enemigos restantes se agolparon con su compañera, y de inmediato quiso ir a asistirla; pero pronto uno de los aterradores seres se aproximó hacia él con toda la intensión de liquidarlo.

El monje estaba jadeante, cubierto de sangre propia y ajena. Detenía las cuchillas del tarkatano haciéndolas chocar con la espada.

En su rostro se notaba mucho dolor, cansancio y fuerzas que intentaba sacar pero que gradualmente se agotaban. La dura batalla que tuvo con el ejército amigo del Outworld y las oleadas que parecían infinitas, de guerreros tarkatanos, le estaban cobrando la factura a su cuerpo.

El guerrero del Outworld logró darle un fuerte puñetazo en el rostro a Kung Lao. Este soltó el arma fundido en dolor y aturdido por el golpe, mientras emitía un quejido. Tenía sus manos puestas en su rostro a causa de las punzadas que sentía por el ataque.

Su adversario aprovechó ese pequeño momento de ventaja y entonces, sin que él se diera cuenta de lo que estaba por sucederle, clavó la larga y afilada hoja de su brazo en el pecho de Kung Lao.

El monje dio un fuerte grito que de inmediato llamó la atención de Li Mei. Miró a hacia su compañero y a lo lejos vio con impacto como el tarkatano tenía atravesada la cuchilla en su cuerpo.

La bestia sacó la hoja del pecho de su víctima. Kung Lao cayó al suelo de rodillas, respirando pesadamente y con sus manos sobre la profunda herida, de la cual salía una gran cantidad de sangre.

Li Mei lanzó el sombrero hacia el aterrador guerrero que hirió a Kung Lao, y aunque su lanzamiento parecía que no iba a ser certero, por fortuna logró clavarse en su garganta muriendo segundos después. Corrió hacia el monje una vez que libró a sus atacantes.

Su compañero acabó por desplomarse semiinconsciente justo cuando llegó con él.

Observó la mirada algo perdida de Kung Lao y se hincó rápidamente.

– ¡Kung Lao! ¡Kung Lao! ¡Responde por favor! –Le dijo agitada.

Él se notaba bastante débil y se estrujaba con las manos su propio pecho por el dolor.

– Hei An... –Apenas pudo decir por más que se esforzó en hablar.

Li Mei vio a más tarkatanos acercarse a ellos. Sin duda el estado de Kung Lao era crítico; pero a pesar de todo ella presentía que estaría bien.

De inmediato sacó el talismán del Earthrealm y abrió el portal. Miró hacia los tarkatanos que cada vez estaban más cerca y de nuevo se agachó hacia su compañero.

– ¡Kung Lao, levántate! –Le decía tratando de animarlo.

Él no respondía. Tenía sus ojos abiertos pero con una mirada perdida.

Li Mei lo movía implorando que se pusiera de pie; pero era evidente que el hombre no se encontraba bien. Tomó su espada y la guardo en su vaina, colocó el sombrero en la cabeza de Kung Lao y trató de levantarlo por ella misma.

El monje sintió los esfuerzos de Hei An por incorporarlo; reunió las pocas energías que tenía y, como pudo se levantó ayudado por ella.

Li Mei puso el brazo de su compañero alrededor de su nuca para ayudarlo a sostenerse y sin pensarlo más se aventó junto con él al portal para huir de sus peligrosos enemigos de una vez por todas. Segundos después de traspasarlo, cayeron violentamente en el pasto del bosque aledaño al templo Shaolin.

La mujer de inmediato cerró el portal para impedir que sus agresores pudieran entrar.

Posteriormente, Li Mei se preocupó y fue hacia Kung Lao al verlo tendido sobre el pasto.

– Ya estás en casa –Le dijo en voz baja mientras lo movía un poco para hacerlo reaccionar.

El guerrero movió la cabeza hacia la mujer con lentitud. Pareciera que el oxígeno producido por los árboles del bosque le hubiera ayudado a reponerse un poco.

Li Mei al ver que su compañero aún seguía con vida, sintió la urgencia de marcharse de ahí cuanto antes. No podía perder más tiempo, además de que se sentía muy fatigada y adolorida por tan intensos kombates.

– Ya debo irme, pero antes quiero que sepas que esto no se quedará así. Voy a regresar y voy a pagarte por lo que has hecho. Te lo prometo –Le dijo casi susurrando.

Kung Lao sentía mucho dolor en la herida de su pecho y no pudo responderle nada. La mujer tomó su mano, le dio un fuerte apretón como agradecimiento y se fue corriendo. Lamentaba dejarlo a su suerte sin saber si sobreviviría; pero una corazonada le dijo que lograría reponerse; ella conoce la fortaleza de su compañero.

Tenía presente que estaba mal abandonarlo en el estado en el que se encontraba; sin embargo no podía exponerse a que alguien los viera juntos y heridos.

Al dejar de escuchar el crujir del pasto causado por los pasos de Hei An, el monje supo que ya no estaba más ahí.

Se quedó un momento contemplando el cielo que estaba obscuro pero a su vez podía percibirse ligeramente un tono violeta que indicaba el muy cercano amanecer. A pesar de su delicado estado, se sentía feliz de estar de vuelta en su tierra.

Estaba muy cansado y débil, pues a cada instante perdía sangre; sin embargo los deseos inmensos de volver a su hogar lo hicieron reunir energías para levantarse.

Cuando se puso de pie, estaba tambaleante. Cada paso que daba sentía como si estuviera escalando la montaña más alta jamás conocida; sin embargo no quiso rendirse. Había sobrevivido a dos feroces batallas; tenía que sobrevivir a llegar a su hogar.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The ST. Jimmy » Lun, 22 Sep 2014, 13:34

Honestamente, siento que Li Mei la cag* como la mejor. Si Kung Lao sigue siguiendole la corriente entonces esta muy bobo xD
Creo que ya se llego a un punto en el que Li Mei va a tener que en serio parar y ver de cambiar de estrategia, porque esto ya se le fue de las manos. Pero eso es copado para el argumento. Las cosas no siempre salen como uno se espero y lo interesante es ver como se adaptan los personajes a estas situaciones. Muy interesante (y murio Bo'Rai'Cho D:), y esperando el siguiente.

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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Double.A » Lun, 22 Sep 2014, 19:33

Bueno primeramente tengo que decir que concuerdo con Jimmy, esta vez Hei An la frego y Kung Lao tendría que ser un tonto para seguir cayendo en su trampa, espero que Kung Lao sobreviva y por otra parte, me encantó la forma de como narraste la muerte de Bo Rai Cho, lo hiciste de una forma cruel, me dio pena su muerte aunque para mi Bo Eso Cho sea el peor personaje de todos, solo me queda decir que espero el siguiente cap
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por dim-subpion » Mar, 23 Sep 2014, 03:23

hola si que me he perdido un buen tiempo :D pero me alegro de estar de vuelta por aqui y de haberme dado tiempo de leer tu fic, el cual me alegra que lo hayas seguido :)

pero eso si no termine de leerlo todo, solo lo lei hasta la mitad, y me parece muy buena la trama en como Hei am o Li mei va hiriendo por dentro al pobre kung, mientras busca seguir manipulandolo.

bueno me dare tiempo de terminar de leerlo, pero por ahora mi unica critica va centrada en que deberia de haber mas monologo en Kung lao (:think)

bueno eso es todo, saludos :>
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Acero_12 » Mar, 23 Sep 2014, 03:25

Yo iba a decir lo mismo que los demás: si Kung Lao no se da cuenta que Li Mei anda en algo turbio. O sea, la historia va bien, pero Kung Lao debería ponerse los pantalones y reclamarle algo (como dejarlo solo, mínimo). Y pobre Bo Rai Cho, no es que lo odie, pero admito que debió ser triste su muerte sabiendo que su mejor alumna estaba siendo controlada por alguien más.
No tengo mucho más que decir, porque técnicamente no voy a repetir lo que los demás dicen y eso xD.

¡Saludos!.

PD: Te diría algo que pienso de Li Mei, pero mejor te lo pregunto por otro lado xD.
PD2: Concuerdo con dim con eso de que Lao merece más protagonismo... y Liu Kang también, ya que estamos xD (es una broma, no lo dije en serio).

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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Error Macross » Vie, 26 Sep 2014, 18:55

Bueno, yo ya lo habia dicho antes lo de Li Mei, asi que no tiene porque repetirse, pero el cambio de enfoque en los pensamientos de Lao del final me hace pensar en que algo va a pasar por ahi. No me esperaba la muerte de Borraicho, igual eso no puede quedar asi nomas, y no veo como haria Li Mei para que Lao no sospeche de ella una vez que se sepa.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The Shaolin Nun » Dom, 28 Sep 2014, 05:58

Un gusto saludarles. ¡Me llena de mucho placer conocer su opinión! Son un público maravilloso :D
Y bueno, heme aquí con un capítulo más. Antes diré que, desde luego, sería un crimen que Kung Lao hiciera como si nada después de que Li Mei se comportó extrañísima en las luchas y encima se pasó de ruin al dejarlo botado :lol: ; Pero para saber qué es lo que pasará con este par después de estos eventos, será necesario esperar hasta el siguiente capítulo porque aquí no habrá nada de eso, LOL!



Ahora procedo a dejar el capítulo en cuestión:






_____________________________________________________________












De Vuelta a Casa









Apenas estaba por salir el sol y los monjes ya estaban despiertos como era habitual. Muchos de ellos estaban haciendo su rutina de siempre, orando, haciendo limpieza, etc.

Liu Kang era de los primeros en despertarse, al igual que Kung Lao; siempre se encontraban el uno al otro dándose los buenos días y acompañándose en desempeñar sus labores diarias; pero ese día fue la excepción.

A Liu le pareció muy extraño que ese día no se hubiera topado con él; se quedó un momento mirando a su alrededor tratando de divisar a su amigo entre la multitud de monjes; pero no tuvo éxito. Decidió hacer sus labores por su cuenta esperando que en algún momento su amigo lo alcanzara.

Pasó un largo rato y Liu Kang empezó a sentirse más y más extrañado de no ver a Kung Lao en ninguna parte. Pensó que tal vez ese día había optado por levantarse un poco más tarde; aunque no le parecía del todo convincente su idea, pues él no acostumbra a tener problemas para despertar.

No quiso esperar más y fue a tocar la puerta de su habitación pensando que tal vez se encontraba enfermo.


– Buen día, Kung Lao. ¿Puedo pasar? –Decía mientras golpeaba ligeramente la puerta; sin embargo no recibió respuesta. – ¿Ocurre algo contigo? –Insistió tocando más fuerte pero el resultado fue el mismo.

Posteriormente intentó abrir la puerta, apenado por irrumpir con la privacidad de su amigo; pero no pudo hacerlo porque estaba cerrada con llave.

– Algo anda mal –Se dijo así mismo.

Preocupado se dirigió de inmediato con el Gran Maestro.

– No contesta. Intenté abrir la puerta de su habitación; pero está asegurada –Le dijo con seriedad.

El maestro lo miró frunciendo el ceño, sin poder comprender que pasaba.

– ¿Se sentirá mal? –Le preguntó algo preocupado.

Liu Kang negó con la cabeza.

– No sé por que tengo la impresión de que ni si quiera está en su habitación; aunque debemos estar seguros, en todo caso –Respondió tratando de calmar al maestro. Aquella idea le vino al perecerle extraño que su puerta estuviera cerrada con llave.

Liu Kang y varios de sus curiosos compañeros fueron hasta la habitación de Kung Lao. Liu desmontó la cerradura de la puerta y al fin pudo abrirla, constatando sus suposiciones.

– ¡No está! –Dijo uno de los maestros mirando a su alrededor, incrédulo. – ¿Tienes alguna idea de a donde pudo haber ido? –Preguntó a Liu Kang algo molesto de que se hubiera ido sin informarle a nadie.

– No, él nunca me dijo nada –Respondió igual de confuso; no obstante, llegaron a su mente aquellas ocasiones en las que misteriosamente se desaparecía. Eso le dio un poco de tranquilidad, pues probablemente estaba con esa “nueva amiga”, pero no se atrevía a decirle a los maestros.

– Es evidente que se fue en el transcurso de la noche para pasar inadvertido –Comentó uno de los maestros.

– ¡Espero que tenga una buena excusa porque esto no se puede pasar por alto! ¿Salirse sin avisar y a escondidas como si fuera un fugitivo? ¡Es completamente inadmisible! –Dijo muy molesto el anciano saliendo de la habitación.

Liu Kang miró hacia el suelo apenado por lo que le esperaría a su amigo. Cerró la puerta después de poner la cerradura en su lugar y se fue junto con sus compañeros al patio donde estaban anteriormente.

Al pasar un breve lapso de tiempo, unos fuertes y pausados golpes en los portones resonaron por todos lados haciendo que los monjes detuvieran sus actividades, mirándose unos a otros sin decir nada.

Se apresuraron a las grandes puertas. Liu Kang haló una de ellas y todos exclamaron impresionados al ver que se trataba de Kung Lao.

La sorpresa no fue solo porque al fin regresó, también fue porque estaba mal herido.

– ¡Kung Lao! –Dijo Liu Kang impactado al verlo ensangrentado por todos lados.

– ¡Explícate en este momento! –Dijo uno de los maestros que llegó al escuchar el alboroto, mirándolo con sorpresa y algo de molestia. Su actitud fue imprudente; pero no se había dado cuenta de la seriedad del asunto de Kung Lao.

El monje estaba de pie respirando con dificultad. Su mano se aferraba a su herido pecho. Sentía mucho dolor y brotaba tal cantidad de sangre que su mano estaba bañada con ella.

– Yo… –Apenas pudo decir; pero cayó inconsciente al suelo ante las aterradas miradas de los presentes.

– ¡¿Pero qué es esto?! –Gritó uno de los maestros asustado.

Liu Kang se agachó hacia su amigo con mucha preocupación.

– ¡Kung Lao! ¡Kung Lao! ¡¿Qué te pasa?! –Le decía agitado golpeando ligeramente sus mejillas tratando de hacerlo reaccionar.

El monje quitó la mano inmóvil de Kung Lao que yacía en su pecho, descubriendo así la profunda lesión que tenía.

Liu Kang se agarró la frente incrédulo de ver esa herida que tal vez podría matarlo.

– ¡Llévenlo a su habitación! –Ordenó uno de los maestros al ver el deteriorado estado de Kung Lao.

Liu Kang y otros de sus compañeros lo cargaron de sus brazos y piernas, e hicieron lo que les indicó el maestro con rapidez.

Al llegar a la habitación, Liu Kang abrió la puerta de una patada y recostaron a Kung en su cama. Varios de los monjes, atraídos por la curiosidad y preocupación, entraron al lugar.

Mientras lo acomodaban, uno de los maestros llegó con mucha prisa. Llevaba un recipiente, algunas hierbas, entre otros materiales.

Kung Lao seguía totalmente inconsciente. Le retiraron la ropa de su torso para atender la terrible herida que tenía en su pecho. El maestro preparó con rapidez una mezcla de hierbas, entre otros elementos y, posteriormente se acercó a él. Limpió la gran cantidad de sangre que lo cubría y comenzó a esparcir la mezcla en la peligrosa lesión.

– ¿Qué le habrá pasado, maestro? –Preguntó uno de los curiosos que estaban ahí.

– ¡Pareciera que lo atravesaron con una espada! ¡Es un milagro que no le haya tocado el corazón! –Exclamó mientras le seguía atendiendo.

Liu Kang estaba completamente impactado.

– ¿Qué pudo haberle sucedido? –Se dijo dentro de sí mientras veía al anciano maniobrando y aplicando la mezcla a la herida de su amigo.

– ¡Salgan de aquí! ¡Entorpecen mi labor! ¡Fuera! –Gritó molesto el maestro al ver a todos impertinentemente arremolinados. Liu Kang sentía mucho temor por su amigo; sin embargo tuvo que salir junto con sus compañeros.

Varios minutos más tarde el anciano terminó de realizar la curación y cubrió la herida con una tela.

Al concluir lo más importante que era atender esa peligrosa lesión, le puso en su boca algunas infusiones, con cuidado, intentando hacérselas tragar a pesar de estar inconsciente. Prosiguió a limpiar las otras heridas menores que había en su rostro.

Liu Kang dejó pasar un tiempo prudente y no dudó en regresar a la habitación para ver cómo seguía su gran compañero. Abrió la puerta con lentitud y vio al maestro tomando la muñeca de Kung Lao para sentir su pulso.

– Está estable, su pulso es algo débil; pero no para preocuparse tanto. Estuvo en un serio peligro –Dijo el maestro

Liu Kang inhaló profundamente al sentirse más tranquilo.

– ¿Entonces estará bien? –Preguntó.

– Todo parece indicar que sí. Perdió mucha sangre y su lesión es de cuidado; pero ahora debemos dejarlo descansar y que despierte cuando tenga que hacerlo –Dijo el maestro tomando a Liu Kang de su brazo para conducirlo a la salida de la habitación.

Él dio una última mirada a Kung Lao recostado en su cama deseando que recobre la conciencia pronto.





Mientras tanto Li Mei, de igual forma, estaba seriamente herida. Cojeaba y arrastraba sus pies a causa del dolor.

Abrió el portal hacia el palacio de su señor y con grandes esfuerzos se adentró a él.

El Dios caído se encontraba sentado en su trono. Pudo percibir entre la obscuridad una silueta esbelta acompañada de quejidos provenientes de la dulce voz de una mujer.

– ¿Quién está ahí? –Preguntó Shinnok casi suponiendo de quién se trataba.

La silueta detuvo su andar.

– Soy Li Mei, señor –Dijo con una voz entrecortada por el dolor.

Shinnok se puso de pie y caminó hacia ella.

– Li Mei, ansiaba tanto verte. Me alegro de tu visita –Dijo acercándose.

Cuando la mujer dejó atrás la obscuridad, quedó al descubierto su rostro golpeado y sus ropas desgarradas y ensangrentadas. Tenía la cabeza agachada y, apenas la levantó para ver a los ojos a su amo, un hilo de sangre corrió de su boca.

– ¡Estás lastimada! ¿Quién te ha hecho esto? –Preguntó preocupado de que alguien perjudicial para él pudiera haberse enfrentado con su súbdita.

– ¿Recuerda cuando me mandó decir que mi ejercito me estaba buscando? Pues le tengo noticias: no hay nada que temer. Los he eliminado a todos, así que esa amenaza se acabó –Respondió débilmente pero sonriendo con maldad.

Shinnok se sorprendió. No podía creer la sencillez con la que exterminó a esas amenazas que por un momento lo hicieron pensar que su plan se había destrozado.

– ¿Y cómo lo lograste? –Preguntó con curiosidad.

– Me disfracé para no ser reconocida y logré convencer, a base de engaños, al guerrero Kung Lao para que me ayude a liquidarlos –Contestó.

Shinnok rio complacido. Con tan solo mirar su cuerpo cubierto de sangre, más las heridas aún frescas que tenía por todos lados, podía imaginar la gran y salvaje labor que desempeñó.

– Me impresionas, Li Mei. Sabes como abrirte el camino sin importar tener que clavar tu espada a aquellos que te protegían con la suya. Si antes no me quedaba duda, ahora más que nunca sé que puedo confiar en ti –Le dijo con enorme satisfacción por su gran trabajo. – ¿Y el monje? ¿Cómo está él? –Cuestionó.

Li Mei desdibujó su ligera sonrisa ante esa pregunta.

– Estaba muy herido; sin embargo él es fuerte. Confío en que estará bien –Respondió.

Shinnok miró con seriedad a Li Mei temiendo que Kung Lao no logre sobrevivir.

– Espero que siga con vida. Si ese hombre se muere, todo lo que hiciste habrá valido menos que cenizas –Dijo con coraje pero pronto recobró la paciencia. – Sin embargo, te felicito por arriesgarte a luchar y por tu valentía; pero aún si sobrevive, lo que se viene no será nada fácil –Agregó.

Li Mei negó con la cabeza.

– Por el contrario, si Kung Lao sobrevive, las cosas serán mucho más fáciles para mí –Respondió con seguridad.

Shinnok no veía un panorama muy alentador por lo que Li Mei le había contado.

– ¿A que te refieres? –Preguntó curioso.

Ella lo miró a los ojos en silencio un momento.

– Le pido que confíe en mí –Respondió después de breves instantes.


Shinnok dudó un poco; pero después sonrió y asintió confiando plenamente en su guerrera que nuevamente le demostró el potencial que poseía.
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Acero_12
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Acero_12 » Dom, 28 Sep 2014, 20:39

Me tienta saber que tiene Li Mei entre manos; así como la reacción de Liu Kang cuando Kung Lao le cuente todo (si es que lo hace, claro está). Aunque el monje ya tiene sus sospechas, de seguro.
Por cierto, ¿de verdad Li Mei confía en Shinnok? Si MK te enseña algo, es que en su universo, los villanos no son de fiar nunca XD.

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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The ST. Jimmy » Dom, 28 Sep 2014, 23:56

Obviamente se acerca el momento de que Liu Kang afronte a Kung Lao, veremos como termina todo eso. Y a que lleva ese enfrentamiento, claramente.
Ahora, lo que me llama la atención es como reacciona Shinnok ante Li-Mei...osea, todo muy lindo, pero no creo que Shinnok se este morfando todo lo que Li Mei anda haciendo asi de simple, seguro que Shinnok por su lado tambien esta controlando las cosas...creo xD
Anyways, fue un capitulo como para tranquilizar la cosa, asi que mucho no paso. Pero ahora viene el momento de calma despues de la batalla y donde se empiezan a dar cuenta de que paso.

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Error Macross
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Error Macross » Lun, 06 Oct 2014, 03:33

Bueno, este seria otro caso de capitulo de trancision en el que no pasa demasiado, que Li Mei tenga un nuevo plan genera interes en la historia, porque por como salio todo yo estaria pensando como Shinnok de que las cosas estan mas complicadas que nunca.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The Shaolin Nun » Mar, 14 Oct 2014, 07:43

Oh, ha pasado un tiempo… O.O, Sucede que tengo problemas con mi Internet y ahora que hay oportunidad, al fin paso a dejar el siguiente capítulo.

Many thanks por la atención y aquí está el episodio :D




__________________________________________________










Recobrando La Conciencia.








Al amanecer del día siguiente, Kung Lao por fin abrió los ojos. Parpadeó unas cuantas veces y, aún adormilado, arqueó un poco su espalda hacia atrás al sentir un punzante y profundo dolor en su pecho.

Con dificultad, levantó la cabeza para mirar su torso y vio una tela cubriendo su gran herida. Se dejó caer en la almohada de nuevo y cerró los ojos, pues aún se encontraba débil.

Pensaba tratando de recordar qué le había sucedido y recordó toda aquella pesadilla que vivió en el Outworld

Abrió sus ojos nuevamente y vio hacia el techo identificando la calidez de su anhelada habitación.

– Al fin despiertas –Dijo Liu Kang quien se encontraba sentado en una silla mirándolo.

Kung Lao no se había dado cuenta de su presencia y, sorprendido pero exhausto, volteó a verlo.

– ¿Cómo te sientes? –Preguntó Kang tranquilo y contento de que haya recobrado la conciencia.

Kung Lao emitió un ligero quejido.

– No muy bien. Siento mucho dolor en mi pecho –Débilmente respondió.

– Estuviste muy mal. Los maestros temían lo peor. Lo que sea que te haya atravesado el pecho, estuvo apunto de tocar tu corazón –Le comentó preocupado.

El herido hombre lo miró un momento sin saber qué decirle, no tenía cabeza para nada, pues acababa de despertar de su inconsciencia. Después giró su cabeza para ver de nuevo al techo y cerró sus ojos.

– ¿En donde estabas? –Preguntó Liu Kang.

Kung Lao entreabrió los ojos y dirigió su mirada a él sin girar la cabeza.

– ¿Me creerías si te digo que en el Outworld? –Respondió débilmente y esbozando apenas una ligera sonrisa.

– ¡¿Qué?! –Exclamó incrédulo – ¡Por los Dioses, Kung Lao! ¿Qué estabas haciendo ahí? –Preguntó exaltado, a pesar de que trató de estar tranquilo para no alterar a su convaleciente amigo.

Él se quedó callado temiendo comentarle a Liu sobre sus motivos de ir ahí. Era obvio que no los entendería.

– Fui con Hei An –Se atrevió a decirle esperando una gran desaprobación.

Liu Kang frunció el ceño sin dar crédito a lo que escuchó.

– ¿A que demonios fuiste a ese sitio con esa mujer? –Preguntó furioso ante semejantes afirmaciones.

Kung Lao inhaló hondo preparándose para responderle. No quería decir la realidad. Podía incriminar a Hei An de todo el mal que hicieron en el Outworld con respecto a los tarkatanos; pero él había participado en algo que, sin duda, era imperdonable: el haber matado al ejército amigo de ese reino.

A su mente vinieron las últimas palabras que Hei An le dijo antes de irse. Apenas y podía recordarlas, pues él las escuchó tendido en el suelo y con la visión nublada por la pérdida de sangre. Supo que esa mujer iba a regresar en cualquier momento y él estaba esperándola, listo para recibirla y no precisamente de la manera más cordial.

Decidió callar la zozobra que le producía la mujer y optó por hablar de ella con la mayor serenidad posible, pues él quería aclarar las cosas por su cuenta y, pensó que si le dijera sus verdaderas impresiones sobre Hei An, Liu Kang se enfurecería y querría encararla.

– Los tarkatanos mataron a su familia y quería vengarse de ellos. Me pidió que la ayudara; sin embargo me negué y… me arrepentí por ello; me dijo que iría sola, así que sentí la necesidad de brindarle mi asistencia en esto, pues estaba seguro que moriría. Fue muy tonto, lo reconozco; pero no había forma de sentirme en paz si no era así –Respondió tratando de obtener su comprensión; no obstante, de antemano sabía que sería inútil. Se negaba a decirle una obscura realidad que rodeaba todos esos hechos.

Liu Kang no pudo entenderlo por más que trató. No compartía para nada su idea con Kung Lao, pero prefirió no recriminarlo debido a su estado. Lo que había hecho era algo muy delicado; sin embargo, lo más importante en ese momento era que Kung Lao ya había despertado después de pensar que tal vez no podría seguir con vida. Hizo todo lo posible y trató de tomar las cosas con calma.

– ¿Entonces cometiste tal locura por esa chica? ¿Qué tiene de especial como para arriesgar tu propia vida por ella? –Preguntó mientras cruzaba los brazos.

Kung Lao se quedó pensativo unos segundos. A pesar de que en esos momentos la visión que tenía sobre Hei An era perturbadora, no tuvo problema en decirle qué fue lo que lo empujó a luchar con ella.

– No lo sé… Esa mujer me causa algo… extraño. Siento que me recuerda a alguien pero no logro identificar a quién. De alguna forma creo que eso hace que tenga una especie de aprecio por ella. Como aquel anciano que siempre te frecuentaba en nuestra niñez y te estimaba tanto porque decía que le recordabas a su nieto fallecido ¿Lo recuerdas? –Dijo esforzándose por sonreír.

Liu Kang asintió y no pudo evitar sonreír con alegría, pese al tenso momento.

– Sí, lo recuerdo muy bien –Respondió mirando hacia la nada mientras hacía memoria.

Kung Lao suspiró y retomó su explicación.

– Pues mi situación con esta chica es igual, solo que yo no sé a quien se me figura; pero probablemente esa persona debe o debió ser de gran relevancia para mí como para tener tal aprecio por Hei An –Dijo Kung Lao.

Esa explicación no era ninguna falsedad. Antes de decidirse a luchar en el Outworld, fue su mirada familiar la que lo motivó a ayudarla sin importar el riesgo que esto conllevaba.

Liu Kang estaba desconcertado, pero no pudo culparlo. Para Kung Lao su familia siempre ha sido lo más importante y, si esa mujer le evoca un vínculo familiar, debía respetarlo. Pero lo que no podía pasar por alto era la locura que esto le orilló a hacer.

– ¿Qué fue lo que te ocurrió en el pecho? –Aunque intentó contenerse, preguntó enfadado.

Kung Lao colocó su mano sobre su pecho un breve instante y miró a su amigo con desgano.

– Después de lo que te he dicho, creo que no es difícil adivinarlo –Dijo bromista. –Un tarkatano me atravesó con su hoja –Agregó por si le quedaba alguna.

Liu Kang negó con la cabeza. Se veía muy molesto.

– Casi te cuesta la vida –Reclamó –No vuelvas a hacer esta clase de tonterías.

Su mirada dura se transformó en una de curiosidad.

– ¿Y la mujer? –Cuestionó sin saber si en realidad le interesaba.

Aunque Kung Lao sabía que un interrogatorio era inminente, las preguntas de su amigo lo estaban poniendo nervioso.

– No sé… no me acuerdo de nada de lo que pasó cuando ya estábamos de vuelta –Mintió, pues por alguna razón tenía cierto recelo en hablarle sobre ella.

Liu Kang se quedó callado un momento. Esa mujer le generaba muchas dudas aun sin conocerla; pero después pensó que si Kung Lao le tenía confianza, no había por qué temer.

– Si tú llegaste aquí casi muerto, no puedo imaginar como le habrá ido a esa chica –Dijo augurando un mal pronostico –Los tarkatanos fueron demasiado para ella ¿no es así? –Preguntó.

Kung Lao giró su cabeza al lado contrario de Kang para evadir su mirada.

–Sí, ella… se refugió cuando vio que las cosas eran más difíciles de lo que pensaba. Yo tuve que protegerla o de lo contrario la habrían matado –De nuevo mintió; pero en su mente repasaba la realidad.


Liu Kang lo miró extrañado. De pronto lo notó un poco agitado y su respiración ligeramente acelerada y, aunque no era nada de cuidado, se preocupó.

– ¿Necesitas algo? –Cuestionó solo para saber si tenía algún problema.

Kung Lao cerró los ojos un momento.

– No, no gracias. Solo necesito descansar. Aún no me siento bien del todo –Débilmente respondió.

Kang entonces pensó que no debía forzarlo a hablar, pues acababa de recuperar la conciencia. Aún había muchísimas preguntas por hacer; pero debía dejarlas para cuando esté mejor.

Se levantó y caminó hasta el lecho de su amigo.

–Los maestros no comprenderían nada de esto –Dijo Liu Kang muy preocupado.

Su compañero asintió ligeramente.

– Sí, lo sé –Contestó con tristeza.

Liu decidió contener sus deseos de expresarle sus corajes sobre aquella peligrosa y aventurada decisión; sin embargo, prefirió callar y agradecer que estuviera vivo. No le quedó más que ser su cómplice y ayudarlo a salir del problema que se avecinaba con los maestros.

– Ya veremos que decirles; aunque pienso que debería decirles la verdad por tu insolencia –Dijo serio pero bromista.

– Si de verdad me estimas, no la dirás –Respondió Kung Lao riendo ligeramente por sus bajas energías.

Liu Kang sonrió y negó con la cabeza.

– Le diré a los maestros que ya despertaste pero que necesitas descansar, para que te dejen tranquilo –Dijo antes de finalizar su estadía en su habitación.

Su amigo asintió como agradecimiento y le esbozó una sonrisa. Kang caminó hasta la puerta y antes de cerrarla se detuvo un momento.

– Aún tenemos muchas cosas de qué hablar –Dijo sosteniendo el manubrio de la puerta.

Sin esperar una respuesta, la cerró dejándolo reposar en absoluta calma.

Kung Lao, al verlo salir de su habitación, cerró los ojos tranquilo de que al fin lo dejó en paz; pero preocupado por lo que pueda pasar después.


Liu Kang, mientras tanto, caminaba cabizbajo y confundido. Se dirigió al Gran Maestro para decirle la buena noticia.

– Ya despertó, está lucido; aunque se ve muy débil todavía. Me pidió que lo dejara descansar un rato.

El anciano juntó sus manos agradeciendo que estuviera bien.

– No sabes cuanto me alegro. El maestro Yuan me dijo que cuando lo estaba atendiendo creyó que no tendría remedio –Respondió con angustia como si estuviera viviendo aquel momento. – ¿Te dijo qué le ocurrió?

Liu Kang se aclaró la garganta y ocultó un ligero nerviosismo.

– No, sentí que no era el momento para cuestionarlo. Será mejor hacerlo cuando se recupere –Mintió al temer decirle todas las barbaridades que Kung Lao le confesó, pues el maestro seguro montaría en cólera.

El hombre asintió comprensivo.

– En un rato le diré al maestro Yuan que vaya a revisarlo para ver como se encuentra. Por ahora cumplamos con lo que solicitó y dejemos que descanse –Dijo después de dar un suspiro de alivio.

El anciano le ofreció una reverencia y se retiró, dejando a Liu Kang muy preocupado por aquella peligrosa aventura de su amigo.





Por su parte, Kung Lao yacía en la cama, con su antebrazo descansando en su frente, pensando en cómo solucionar los problemas en los que estaba envuelto.

De pronto se escucharon unos golpeteos en el ventanal. Éste estaba muy alejado de su cama, por lo que no podía ver la causa de ellos y, tampoco le era posible levantarse, pues el mínimo movimiento le provocaba un dolor insoportable en su herida.

Siguió escuchándolos y no pudo ignorarlos. Dentro de sí tenía el presentimiento de saber quien los producía.

Después de un momento, los golpeteos cesaron.

– ¿Kung Lao? –Dijo una vocecilla desde afuera del ventanal.

El monje pareció reconocerla; pero no reaccionó de ninguna forma, como un acto de protesta.

Posteriormente escuchó un ligero crujido del marco del amplio ventanal siendo forzado a abrirse. Estaba a la expectativa viéndolo y suponiendo lo que estaba pasando ahí afuera.

Los ruidos dejaron de escucharse y, tras unos segundos, el ventanal se abrió lentamente.

Una oleada de viento agitó las cortinas. Seguido, una persona entró a través de él con escalofriante calma.

Kung Lao se incorporó un poco, mientras la miraba desde su cama, serio y entrecerrando sus ojos. Pasado un momento, la persona ya estaba completamente dentro de la habitación.

Se giró hacia el lecho del monje e hizo contacto visual con él. Tenía razón; era Hei An, vestida con su habitual y elegante atuendo negro; pero además llevaba una larga capa, con una amplia capucha, que ondeaba a causa del fuerte viento. Un enorme moretón en su ojo contrastaba con su piel pálida, al igual que múltiples heridas que estaban esparcidas por todo su delicado rostro. Cerró el ventanal y se paró al pie de la cama mirando a Kung Lao recostado, notando de inmediato su impresionante lesión en el pecho cubierta por una tela manchada de sangre ya seca.

– Estás vivo. Me alegro tanto –Dijo tranquilamente la mujer. Por fortuna su temor de que haya muerto fue en vano.

La seriedad de Kung Lao era muy evidente. Despacio se reclinó sobre su almohada, haciendo muecas de dolor.

– No creo que te alegre –Contestó molesto dispuesto a enfrentarla – al menos no parecías muy preocupada cuando te fuiste y me dejaste desangrándome en el bosque.

Li Mei desvió su mirada y entrelazó las manos.

– Lo siento mucho. Es que no había nada que hacer; si te hubiera llevado hasta el templo, tus compañeros seguramente me hubieran condenado por lo que te ocurrió a causa mía –Respondió tratando de justificar su desconsideración.

Kung Lao no estaba dispuesto a soportar más los enigmas de esa mujer.

– Bueno, ya me explicaste por qué te fuiste tan cobarde e inhumanamente cuando llegamos. Quizá me puedas responder a donde fuiste cuando estábamos peleando contra los tarkatanos –Reclamó enojado y a la vez con ironía.

Li Mei abrió los ojos enormes de impresión. A pesar de que imaginó que Kung Lao estaría disgustado con ella, le intimidaba un poco su enojo. Se quedó en silencio pensando en cómo manejar al hombre.

Él la miraba percibiendo una vibra perversa que transmitía.

– ¿Recuerdas cuando te dije que me desconcertabas? pues, cuando fui al bosque, por un momento creí haber cambiado de parecer, por eso accedí a ir contigo; pero después de lo que pasó en el Outworld, no solo tu imagen hacia mi es mucho peor, sino que creo que hay algo más que debo saber –Dijo demostrándole que tenía dudas sobre ella.

Li Mei comprendió que la mentira ya estaba llegando a su fin.

– Algo más que debas saber – Dijo a la nada con un aire de sarcasmo. Clavó su mirada a la de su compañero y cruzó los brazos – No creo que te gustaría conocer la realidad –Agregó bajando la voz con recelo.

Kung Lao en ese momento comenzó a desesperarse por la actitud tan misteriosa de la mujer.

– Esa noche fui específicamente a exigirte respuestas, y tontamente no lo hice. En esta ocasión no volverá a pasar. Quiero que me digas si en verdad solo querías venganza o hay algo más que busques de mí –Preguntó retándola a decir la verdad si es que todo el tiempo estuvo mintiendo.

– Bien, si quieres que te hable con franqueza lo haré – Entonces Li Mei tomó asiento en una silla que estaba al pie de la cama – ¿Qué pasaría si te digo que estoy en busca de conquistar el Outworld?

Kung Lao guardó silencio tratando de asimilar aquellas palabras. Tras breves instantes, soltó una pequeña risilla.

– Te diría que tienes un problema en la cabeza –Dijo enfadado después de desvanecer su sonrisa irónica.

– ¿Te causa risa lo que hice en el Outworld? –Preguntó desafiante.

Kung Lao la vio en silencio, recapacitando en esa siniestra pregunta. Li Mei, por su parte, estaba muy tentada a hacer algo de lo que podría arrepentirse. Viéndose acechada por el monje, llegó a pensar en mostrarle su rostro; su verdadero rostro; pero no pudo hacerlo, algo la detuvo, quizá el temor de no saber como reaccionaría.

Prefirió continuar con la farsa; pero a un nivel más macabro.

– Soy una guerrera que está trabajando para… alguien. Ese alguien me ha dicho que si cumplo la misión que me ha encomendado, me ayudaría a obtener el control del Outworld –Dijo soltando una gran parte de la verdad pero callando lo que la llevaría a la ruina.

Kung Lao sintió un sobresalto. ¿Con qué clase de mujer estaba tratando?

– ¿Para quién trabajas? –Preguntó con enfado.

– No puedo decírtelo. Mi señor me advirtió que cuidara mi boca –Le respondió dejándolo con incertidumbre.

Él la miró con horror. Pensó que estaba viviendo un sueño, un delirio causado por su estado de convalecencia.

– ¿Entonces no había tal venganza? Quiere decir que mis presentimientos eran ciertos y tus fines eran otros ¿Para qué me dijiste que fuéramos a ese reino si no era para buscar venganza? –Preguntó furioso, al darse cuenta que fue engañado y utilizado.

– Porque necesitaba deshacerme del ejército; quiero ese reino para mí y debía empezar dejándolo desprotegido matando a sus guardianes –Respondió.

Kung Lao la miró con repulsión. Comprendió que esa mujer era peligrosa, y más le inquietaba saber que estaba trabajando para alguien que, sin duda, era mucho peor.

– ¿Y con ese cinismo te atreves a confesar algo así? –Dijo reprobando el hecho de que hablara de algo tan delicado como si fuera cualquier cosa.

– El Outworld es un reino que no te compete. Por eso no vi ningún problema en decirte esto. Es como si un país invade a otro. Al resto de los países no les interesa –Ella contestó justificando su indiferencia al contarle sobre su perversa misión.

– Lárgate de aquí o le hablaré a los maestros para que te manden sacar de la manera menos amable –Solo atinó a decir al estar desconcertado. No podía pensar en nada en ese momento.

Li Mei no dejaba de mirarlo. Pese al odio que el monje le transmitía, a ella pareció no importarle.

– No te agradaría que los maestros, tus compañeros e incluso el reino entero, supieran que mataste al ejercito aliado del Outworld ¿o si? Yo no me voy a quedar callada, estamos metidos en esto, tienes que ver lo que te conviene –Le dijo segura, pues entre ellos había algo que los ataba y que a él no le permitía advertirle a nadie sobre su presencia.

Kung Lao se quedó callado, sabiendo que tenía razón y que debía tratar con mucho cuidado a esa mujer.

– Aunque no lo creas, tengo toda la intención de unirme contigo. Tú me ayudaste a acabar con esos estorbos, ahora vengo a pagarte, tal como te lo prometí en el bosque –Ella le dijo viendo que lo tenía acorralado. Era el momento preciso para proceder a sus planes.

– No me interesa nada de ti –Respondió haciendo patente su molestia. Lo único que quería era deshacerse de ella para siempre y desentenderse de cualquier problema que hayan causado.

Li Mei, por su parte, trató de hacerlo cambiar de parecer.

– Entiendo que estés enfadado –Dijo –pero serás muy bien remunerado por lo que hiciste por mi ¿sabes cómo? yo te ayudaré a obtener el lugar que te corresponde en tu reino.

Su rostro de disgusto pronto fue acompañado por una expresión de confusión. Aquellas palabras de la mujer le parecieron difíciles de asimilar.

– No comprendo –Dijo entrecerrando los ojos.

– La protección de la Tierra te ha costado sangre, dolor, tristeza… ira. ¿No crees que es injusto que, a pesar de todo eso, solo seas un servil acólito de Raiden? –Dijo seriamente, pero a la vez mofándose de él.

Kung Lao no pudo evitar sentir la ira apoderarse de su cuerpo. Deseaba levantarse de su cama e ir a darle una severa bofetada para desquitar su rabia; pero el dolor y el desgano apenas y le permitían hablar.

– No vuelvas a ofenderme. Hace mucho que has perdido el respeto hacia mi y yo soy el culpable por permitirlo –Dijo notablemente enojado mientras estrujaba sus sábanas con coraje. – Raiden sabe lo que es conveniente para la Tierra; solo cumplo con sus órdenes.

Ella, aunque lo vio enfurecido, no pretendía cuidar sus palabras.

– No entiendo por qué lo haces si él nunca te da el lugar que te corresponde. Prefiere a Liu Kang; es su mano derecha y a ti te deja como segunda opción. ¿Cómo puedes estar conforme? –Respondió para comenzar a inducirlo a sentir odio por su amigo.

Él miró hacia el techo tensando fuertemente su quijada.

– No empecemos con eso de nuevo –Le dijo enfadado, recordando aquella dolorosa charla que tuvieron tiempo atrás.

Li Mei, con solo ver su actitud, se dio cuenta que el momento que estaba esperando ya había llegado.

– A todos nos cuesta trabajo aceptar la realidad, querido amigo; pero llega un momento en que esa venda se cae de los ojos y no queda de otra mas que afrontarla –Dijo –De Raiden me es más fácil comprender que sigas sus órdenes; pero lo que se me hace inaudito es que acates las de Liu Kang.

Kung Lao después de estar cabizbajo, miró a la mujer con un rostro de incredulidad. Ella asintió al notar la expresión incómoda de su compañero.

– Si, tú bien sabes que es verdad. Ese sujeto tiene control sobre ti; o mejor dicho, Raiden y él tienen control sobre ti.

– Calla por favor –Suplicó Kung Lao cerrando fuertemente los ojos, sintiendo que Hei An estaba abriendo una dolorosa herida en sus emociones.

– Solo digo la verdad. Ya te lo he dicho antes, Liu Kang está ocupando el lugar que tú debías tener desde un principio; pero te tengo noticias: aún estas a tiempo de arrancarle ese sitio que te ha sido arrebatado –Lo animó con malicia.

Su compañero estaba agitado, la mujer no tenía piedad alguna de él a pesar de estar convaleciente de una lesión que bien pudo haberlo matado.

– No quiero seguir escuchándote. Si lo que temes es que les diga a todos sobre lo que hicimos en el Outworld, no te preocupes, yo también estoy inmiscuido y no hablaré; pero por favor vete ya –Imploró jadeante, casi dejándose vencer por las terribles palabras de Hei An. En ese momento sentía mucho dolor en su piel herida y en su alma, como para poder pensar claramente.

Ella lo observaba con calma; pero disfrutando su sufrimiento en su interior.

– No finjas, sabes perfectamente que quieres seguir escuchándome y no me iré de aquí hasta que acabe –Dijo de manera tajante.

El monje no sabía como reaccionar. Todas esas habladurías eran tan dolorosas; pero tan… ¿ciertas?

– Has derramado tanta sangre por este reino, que mereces tener poder sobre él. ¿No crees que esto sea justo? –Preguntó la dama aún sin tener duda de la respuesta.

A él nunca se le había ocurrido algo semejante; por lo tanto estaba muy confuso.

– ¿Por qué habría de pensar así? –Cuestionó.

– Todos los grandes tiranos buscan apoderarse de territorios; ¿pero sabes algo?, la mayoría de ellos los quiere sin haber hecho nada por merecerlos. Simplemente es el hambre de poder lo que los obliga a buscar, por las malas, obtener dominios. En cambio tú ya has hecho suficiente para reclamar tu reino –Afirmó alentándolo a luchar por lo suyo.

Sudor helado comenzó a brotar de los poros de Kung Lao quien no podía creer lo que estaba escuchando.

– Puedo percibir que hay un hueco en tu interior que no puede ser llenado con nada; ni con el orgullo de ser digno defensor de la Tierra –Le dijo bajando la voz.

– Es suficiente –Contestó sofocado. Por más que intentaba ignorar las palabras de la mujer, estas penetraban en su alma como si aceptara que eran verdad, pero que estaban enterradas muy, muy adentro de él.

Li Mei se dio cuenta como la conciencia de Kung Lao estaba siendo atormentada. Su vulnerabilidad física y mental la estaban ayudando.

– No te culpo si odias a Liu Kang, después de todo, él es lo que tú quieres ser ¿no? Y ni siquiera trates de negarlo, pues no puedes engañarte a ti mismo. De seguro él se siente “Dueño del Earthrealm”; pero podemos demostrarle que no es así. Debes exigir lo que te pertenece; que Raiden y Liu Kang te sirvan a ti y no seas tú quien escuche sus mandatos –Dijo enalteciéndolo.

– Eso es patético. No sabes lo que estas diciendo –Respondió escéptico, pues le parecieron carentes de sentido sus sugerencias.

– Suena patético, lo sé –Dijo –pero obtener el poder de tu reino es más fácil de lo que piensas. Lo único que necesitas para lograrlo, es abandonar algo que no te hace falta y que, por el contrario, solo te ata las manos impidiendo tomar una decisión que puede cambiar tu vida.

El monje no emitió ni una palabra y solo se limitó a mirarla negándose a adivinar a qué se refería.

– No tienes que pensar mucho para saber que eso a lo que debes renunciar son los escrúpulos –Ella le dijo viendo que no estaba dispuesto a responderle nada. – Hace un momento te dije que quería deshacerme de los guardianes del Outworld para dejarlo desprotegido. Pues eso mismo bastaría hacer con el Earthrealm.

Él guardo silencio escuchándola horrorizado, no solo por la vileza de sus palabras, sino porque tenía una mínima, pero aterradora sensación, de estarse dejando llevar por la cruel oferta de hacer algo que nunca se hubiera atrevido.

– Debes dejar desprotegido el Earthrealm, quitar los estorbos de tu camino; empezando por los defensores de la Tierra. Con ellos nunca vas a poder demandar el reino. Te lo impedirían apenas lo intentaras; es por eso que hay que acabar con ellos –La mujer dijo con dureza en su cautivante mirada.

Kung Lao, después de haber estado invadido por la ira, de pronto estuvo cabizbajo.

– Los defensores de la Tierra son mis amigos –Dijo confuso y afligido, como si en ese momento estuviera frente a ellos presenciado su agonía.

– Los defensores de la Tierra son un impedimento para que puedas obtener el poder de tu reino –Respondió mirando a su compañero fría y fijamente.

El perturbado hombre negó con la cabeza cerrando los ojos.

– Yo no podría hacer eso nunca –Respondió con remordimiento, pues al parecer llegó a dudarlo.

La mujer guardó silencio un momento, pero sabía que su presa estaba a punto de caer en sus garras.

– Entonces morirás con la vergüenza de ser parte de la servidumbre de Raiden. Vaya orgulloso que se sentirá el Gran Kung Lao desde su tumba –Le dijo haciéndolo enfadar aún mas.

Él levantó la cabeza de golpe y la vio con coraje.

– Te permití una vez que lo mencionaras; pero no toleraré que lo hagas de nuevo –Advirtió sumamente molesto.

Li Mei pensó en resarcir su error.

– Lo digo porque creo que él merece tener un descendiente digno, significativo, amo de su reino de origen ¿tú no piensas lo mismo ¿No crees que lo merece? –Le respondió esperando que pudiera entender la verdadera intensión de su comentario.

Y al parecer así fue, no le dijo nada; sin embargo, la seguía viendo enojado.

Su compañera percibía indignación en él; pero también su indecisión.

– Esto es lo que te ofrezco como paga –Dijo –Tú me ayudaste a acabar con mis estorbos; yo te ayudaré a acabar con los tuyos. Será en secreto, nadie tendrá por qué saberlo. Comprendo que será muy difícil deshacerte de tus “amigos”, pero el precio del poder es así de elevado.

El débil corazón de Kung Lao, a causa de la pérdida de sangre y la peligrosa herida, no soportó más aquella conversación. Sentía sacudidas que lo ahogaban.

– Como te atreves… –Dijo tocándose el pecho, con falta de aliento.

– ¿Te ofendes? ¿Por qué? Te hirieron por mí, te has metido en problemas por mí, e incluso mataste aliados por mí ¿Por qué no habrías de hacerlo por ti? –La mujer le dijo tratando de hacerlo recapacitar.

El agitado hombre seguía jadeando, sin poder responderle nada.

– Ya has dado el primer paso. Los guardianes del Outworld representaban una amenaza para ti y tuviste que asesinarlos, a pesar de ser aliados tuyos y de tu reino –Dijo –Toma mi presencia como un regalo del destino que te da la oportunidad de obtener lo que te pertenece –Agregó teniendo como intención concluir esa escabrosa charla.

Los ojos de Kung Lao estaban fundidos entre el coraje y la desolación.

La mujer de atuendos negros se puso de pie dispuesta a retirarse; pero antes se detuvo.

– Piénsalo, Kung Lao –Le dijo haciendo un profundo contacto visual con él mientras este la miraba incrédulo e iracundo – ¿De qué sirve la vida si, aun dejando huella, no estas conforme con lo que has hecho?

Súbitamente se abrió la puerta de la habitación.

Ella y Kung Lao voltearon hacia la entrada al mismo tiempo, viendo que se trataba de Liu Kang.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The ST. Jimmy » Mar, 14 Oct 2014, 18:22

Chan chan chaaaaaaaan

Ya esta señores, la tensión se siente en el aire. El discurso de Li Mei fue aterrador, pero cuando empieza a decir de matar a los amigos de Kung Lao y este dentro de su mente empieza a tentarse con aceptar la oferta, nos deja en claro que Kung Lao ya terminó de caer en sus redes. No lo quiere aceptar, pero lo hizo. Esto no me lo esperaba. Sabia que habría lio con Liu Kang, pero pensar que ahora todas las fuerzas de la luz están en peligro me llevan a creer que esto se alejará bastante de una misión para recuperar el medallon. Se viene algo grande xDDD

Como siempre, remarco el juego psicológico que lleva a cabo Li Mei en la cabeza de Kung Lao. No es fácil escribir algo como eso, y aun así lo haces muy bien. No lo haces directo ni lo haces fácil, sino que juegas con los sentimientos y temores de los personajes (en este caso Kung Lao), lo cual da una mayor sensación de realismo.

Y ahora terminamos con Liu viendose cara a cara con ella. Acá seguro se terminará de debilitar la relación entre los dos shaolin. Espero el siguiente, ¡a ver que pasa con el trío!

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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por MK-Noob » Mar, 14 Oct 2014, 18:58

El capitulo más intenso de lo que va de la historia por lejos. Ya quiero ver el próximo aver que pasa con Liu Kang y Hei Ahn. Mi intuición dice que van a pelear y que en el medio de la pelea se le va a salir el velo a Li Mei y ambos monjes van a poder ver quien era realmente, pero que se yo...
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por Error Macross » Lun, 20 Oct 2014, 03:13

Bueno, no se me habia ocurrido para nada algo como esto, y debo decir que es una muy buena idea, el juego psicologico al maximo, y ahora ya con la amenaza a Lao de poder contar lo que hizo (aunque tambien signifique su final). O sea, si soy honesto ciertos puntos de lo que llevo hasta aca ya comente antes que no me habian gustado, pero igualmente esta vuelta esta muy interesante.
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Re: Dignidad Corrompida: La Traición y El Dolor Son Uno Solo

Mensaje por The Shaolin Nun » Lun, 03 Nov 2014, 04:36

Después de unos cuantos milenios (LOL) paso a updatear (¿?) este espécimen XD.
¡Como siempre agradeciendo mucho por dar lectura!



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Falsa Despedida.





Liu Kang estaba en el marco de la puerta, sujetando firmemente un vaso, incrédulo de lo que se encontró al abrirla. Mientras tanto, Kung Lao sintió su rostro hervir pensando que había sido escuchado por él, discutiendo tan crueles planes.

– Se acabó todo –Se lamentó Li Mei en su mente, girándose para darle la cara al monje de rojo, agachando la cabeza y jalando su capucha hacia adelante, temerosa de mostrar su rostro, a pesar de tenerlo cubierto.

– Soy… –Iba a decir.

– ¿Hei An? No necesitas presentarte, supongo que eres ella ¿no? –Interrumpió Liu Kang.

La guerrera y el convaleciente monje sintieron una descarga en su pecho creyendo que sus suposiciones eran ciertas y él había estado escuchado la conversación. Li Mei tenía miedo de que todo su trabajo se haya venido abajo por tan fatal error.

– Veo que nos estuviste escuchando… –Trató de comprobar que estaba enterado de todo.

Para fortuna de ambos guerreros, Liu Kang llegó casi al final de su charla.

– No te voy a mentir, traté de hacerlo, pero no logré escuchar más que murmullos; aunque no quise perder la oportunidad de conocerte –Respondió aún sorprendido de encontrarse con esa extraña mujer que hacía mucho le había despertado curiosidad a pesar de no conocerla.

Li Mei volteó a ver a Kung Lao hacia su lecho, enfadada de que, por lo visto, ya le había hablado a Kang sobre ella cuando claramente le pidió de favor que no lo hiciera.

Sintió coraje, pero a su vez estuvo más tranquila de que no había ocurrido la catástrofe que tanto temía. Era el momento de aprovechar esa oportunidad y tratar con mucho cuidado a Liu Kang para evitar levantarle sospechas.

– Sí, soy Hei An. Lamento mucho todo lo que ha pasado y creo que debo una explicación –Respondió pareciendo sumisa intencionalmente ante él.

Liu Kang estaba enfadado, su ceño fruncido se lo decía. Esa mirada penetrante la incomodaba, pues la veía como si le diera una mala impresión.

– Que más da que me expliques. Mira lo que has causado –Dijo señalando a Kung Lao, refiriéndose a la herida que casi le cuesta la vida.

– Ya te lo he dicho antes: ella no es culpable de nada. Yo soy el responsable por haber aceptado arriesgarme –Dijo Kung enfadado, pero temeroso de que esa mujer al sentirse presionada pudiera decir algo nada conveniente para él.

Liu Kang giró su cabeza para verlo, notó que estaba cabizbajo, sudando demasiado y además lucía muy pálido. Se preocupó pensando que su salud estaba empeorando. De inmediato se acercó a su cama.

– Bebe esto. El maestro Yuan dijo que te hará mucho bien –Dijo ofreciéndole el vaso que contenía una infusión caliente.

Kung Lao lo último que quería en ese momento era beber o comer algo, así que le recibió el vaso a regañadientes, con el fin de que su amigo no sospeche que algo malo está ocurriendo ahí.

Cuando Kang se agachó para darle el vaso, su herido amigo le tomó discretamente el hombro indicándole que se agachara más, como si quisiera decirle un secreto.

– Liu Kang, estás siendo muy descortés con ella; te pido que la respetes. No la incomodes más –Pidió en voz baja, un tanto molesto.

En realidad no le importaba el trato que le estaba dando a esa mujer, pues incluso eso no le parecía suficiente después de haberlo enganchado a tan terrible y complicada situación a base de engaños, pero temía que si Hei An se sentía presionada, los nervios podrían traicionarla llevándola a hacer algo lamentable, como atacar a Liu Kang, o cuando menos, acusarlo de la matanza en la que participó.

Pero Kang pensó de otra forma. La molestia de Kung Lao por estar tratando tan mal a esa mujer le hizo abrir los ojos y cayó en la cuenta de que estaba actuando indebidamente, pues después de todo, era su amiga. El monje de rojo volteó a ver a Hei An; no terminaba de agradarle, pero si Kung Lao, hombre intachable y de tanta confianza para él y la Tierra, la apreciaba tanto, debía confiar en ella.

La miró detenidamente. Su porte refinado pero sumiso le hizo replantearse si en verdad ha tenido razón en despreciarla, así que se dio la oportunidad de conocerla, esperando haberla juzgado mal.

Su indumentaria negra con plata la hacía ver elegantemente siniestra; pero aún mas inquietante era ese velo negro que cubría su identidad, por lo que decidió empezar con ese detalle. Para buena suerte de la guerrera, además de la seguridad que le brindaba su cubre bocas, estaba aún más irreconocible, pues las heridas en su rostro y los moretones que rodeaban sus bellos ojos no dejaban apreciar sus facciones reales.

– Bien, tienes razón, debo dejar que te expliques. ¿Hay algún motivo en especial para que tengas tu rostro cubierto? –Cuestionó sin dejar de mirar aquel trozo de tela que creía resguardaba algo.

Li Mei inconscientemente tocó su velo delicadamente. Esa pregunta la tomó por sorpresa debido a la tensión del momento.

– Herí mi rostro accidentalmente hace mucho tiempo practicando el uso de la espada. Me ha quedado una cicatriz que me acompleja y no soporto que nadie la vea –Respondió.

Li Mei poseía una extraña cualidad que la hacía parecer amable y sumisa, lo cual logró que el ánimo encendido de Liu Kang se apaciguara un poco. No en balde logró que Kung Lao cayera en su trampa con esa actitud.

A Kang le extrañó ver a la mujer con el ya mencionado velo; pero pudo distinguir, a pesar de que su rostro estaba severamente golpeado, que la dama parecía poseer unas lindas facciones y comprendió, o más bien quiso comprender, que no le gustara que su belleza fuera opacada por una desagradable cicatriz.

– Deberías buscar otra manera de cubrirla. No causas buena impresión con ese velo –Respondió.

Un incomodo silencio inundó la habitación por algunos segundos.

– Kung Lao ya me había adelantado que fueron al Outworld ¿Por qué lo hicieron? –Preguntó Liu Kang rompiendo el silencio, queriendo aclarar ese asunto. No le bastó la explicación que su amigo le dio anteriormente; quería escuchar la explicación de la boca de la mujer.

Ella se puso nerviosa dentro de sí, pero aparentó estar tranquila. Se quedó callada un momento, y volteó a ver a Kung Lao, casi rogando con su mirada que le diera una señal de qué podía decir, pues temía contar algo diferente a lo que él le haya manejado a Liu Kang.

Posteriormente se miró sus propias manos siendo frotadas en sus ansias.

El herido monje percibió la tensión en su compañera.

– Dile que has estado buscando venganza desde hace mucho tiempo… lo de tú familia –Intervino induciéndola a que cuente lo que ella falsamente le dijo en un principio, pues eso es lo que contó a Liu Kang y debía evitar que dijera algo contradictorio.

Se sintió confundida, pero pronto comprendió que Kung Lao le estaba dando un indicio.

– Bueno, yo… acudí a Kung Lao porque me siento muy identificada con él y tenía la ilusión de que fuera mi guía en esto –Contestó sin preocuparse en lo absoluto de que Liu Kang creyera esa historia, pues si el otro hombre se la creyó, no vio por qué el no habría de hacerlo.

– ¿Guía en qué? –Preguntó.

Li Mei estaba intimidada gracias a que toda la atención de Kang estaba sobre ella. Presintió ser observada por Kung Lao; volteó a verlo, pero casi al instante él desvió la mirada.

– Hace mucho tiempo una horda de invasores tarkatanos me arrebató a mi familia de una manera que me cuesta mucho recordar, por la forma en que murieron. A partir de ese día, decidí dedicar mi vida a entrenar para ser una gran y hábil luchadora. La casualidad me llevó a Kung Lao y pensé que él había sido enviado por el destino para consumar mi venganza. Tenía la necesidad de vengar la muerte de mi familia y así honrar su memoria, sin importar el costo.

Al callar, Li Mei miró de reojo a Kung Lao con malicia.

Liu Kang pareció tragarse el cuento; aunque no pudo evitar mostrar su desacuerdo.

– Pero hay otras formas de hacerlo, no tenías por qué arriesgar tu vida y menos la de otra persona. Enaltecer la memoria de los seres queridos no solo significa tener que matar o morir por ellos –Le respondió, pues en su vida como guerrero se ha dado cuenta que la búsqueda de venganza no trae mas que tragedias y perdición.

Li Mei decidió aceptar sus reprimendas intentando hacerle cambiar de parecer sobre el concepto que tenía de ella.

– Nunca había pensado en eso. El coraje no motiva a pensar en otra cosa más que hacer daño… hacer daño a los causantes de nuestro dolor y la ira. Es por eso que yo no pude razonar tranquilamente.

Kang asintió comprendiendo que, como humana, es natural que sienta odio y rencor, y aún más si el recuerdo de su familia le trae amargura, pero todo tiene un límite y ella lo rebasó.


– Como te podrás dar cuenta, Kung Lao estuvo a punto de morir, y tú no creo que estés tan mal como para haber venido hasta aquí. Me dijo que no hizo más que protegerte porque corriste mucho peligro, ahora que te das cuenta que no eres apta para tomar ese tipo de riesgos debes pensar en abandonar por completo esos ideales –Respondió con molestia. Se sintió mal por haber sido tan directo con ella, pero esa clase de personas que no miden las consecuencias nunca traen nada bueno.

La mujer comprendió el disgusto de Liu Kang, y de hecho, hasta la hizo sentir tranquila que al parecer ante sus ojos no es mas que una chica insolente.

– No te preocupes. Tuve mucho miedo, el suficiente como para olvidarme de mi odio, además de que Kung Lao logró lo que yo no pude hacer. Tal vez no fui yo quien asesinó a las bestias que me quitaron a mi familia, pero con que él lo haya hecho me siento en paz –Respondió para convencerlo de que no volvería a causarle molestias a su amigo; sin embargo, sus verdaderos planes eran otros.

Pudo notar que Liu Kang estaba conforme con su respuesta. Pareció estar un poco más calmado.

– Tengo una pregunta que me inquieta demasiado ¿Cómo es que lograron ir al Outworld?.

El camino ya estaba hecho para Li Mei, únicamente tenía que repetir la misma historia a Liu Kang.

– Durante la invasión de los tarkatanos, encontré un talismán que abre un portal al Outworld. Seguramente pertenecía a uno de ellos.

Kang Se sorprendió e hizo un ligero gesto por ello.

– ¿Podrías mostrármelo? –Pidió estando curioso por ese artefacto.

Por alguna razón, Li Mei no sentía confianza en mostrarle el talismán.

– No lo llevo conmigo ahora, lo siento –Mintió.

No tuvo más remedio que quedarse con la incógnita sobre el objeto. Liu Kang estaba urgido por acabar esa charla, pues le preocupaba que alguno de los maestros pudiera ver a la mujer y armar un gran problema con Kung Lao. Él no quería eso, su amigo ya había sufrido demasiado para encima soportar dificultades con ellos.

– Lo que han hecho es muy delicado; tal vez podamos guardar silencio, pero no sabemos por cuanto tiempo ni hasta donde llegará todo esto –Comentó siendo un gran alivio para Li Mei y Kung Lao, pues al parecer se ha involucrado y decidió callar, con el fin de no hacer el problema más grande, después de todo, los tarkatanos son seres de nula importancia para él y deseaba la pronta recuperación y bienestar de su amigo. – Es probable que los guerreros del Outworld reaccionen de alguna manera por su agresión y busquen represalias…

– Solo deja las cosas como están –Interrumpió Kung Lao enfadado de su pesimismo.

Liu Kang guardó silencio; por lo visto su compañero ya había tenido demasiado de ese asunto y no le pareció justo molestarlo cuando apenas acababa de recobrar la conciencia. De por sí no comprendió como pudo tener la suficiente voluntad para atender a esa mujer en su estado.

– No lo tomes a mal, pero Kung Lao acaba de recuperarse de una severa pérdida de sangre, estuvo inconsciente por un tiempo, además, tu presencia aquí no será grata para ninguno de los maestros, así que… -Dijo sin atreverse a terminar lo que quería expresarle.

Pero Li Mei lo sabía y también sabía que debía retirarse de ese lugar cuanto antes.

– Lo comprendo –Respondió –Creo que no hay nada más que hablar.

No se iba del todo convencida, ya que a pesar de todos sus intentos, no logró agradarle a Liu Kang como ella esperaba, pero se conformaba con que, al menos, no pareciera tener una absoluta desconfianza en ella, de lo contrario, no la hubiera dejado ir tan fácil.

Se dio la vuelta para caminar hacia Kung Lao. Le será difícil olvidar aquella mirada de confusión, preocupación y odio que vio en él en cuanto levantó su cabeza hacia ella.

– Kung Lao gracias por todo lo que hiciste por mi. Siento mucho haberte traído problemas, pero no volveré a parecerme en tu vida nunca más, para tu tranquilidad y la de tus compañeros –Le dijo falsamente, y él sabía perfectamente que no lo dejaría en paz.

– Sí… no te preocupes –Respondió incomodo, sin deseos de seguirle el juego, pero viéndose obligado a hacerlo.

Li Mei vio de reojo a Liu Kang con malicia, mientras este los observaba atento despidiéndose.

Al ver que no le era posible llegar a un último acuerdo con Kung Lao, y sabiendo que jamás debía poner un pie en ese lugar de nuevo, la mujer sacó de entre sus ropas una flor de un color rojo muy intenso que arrancó en el bosque y se la ofreció a su compañero. Él la miró extrañado mientras ella la sujetaba frente a su confundido rostro.

– ¿Y esa flor? –Preguntó desconcertado.

– En la infancia me encantaban estas flores; pero un día, comencé a verlas con recelo ¿Sabes por qué? En cierta ocasión me hicieron enfadar, y estruje una de estas con mucho coraje. De pronto vi que de mis manos empezó a correr un líquido rojo. Me asusté, creí que era... sangre, pero era la esencia roja y vibrante de la flor –Respondió creando una falsa historia cuyo único fin era indicarle sus asesinas intensiones, sin evitar percibir una sádica sensación de pensar en estar estrujando aquella flor que simbolizaba a los enemigos que muy pronto estarían desangrándose entre sus manos.


– Aprecio mucho estas flores, para mi son como... humanas. Encontrarás muchas de ellas en el bosque. Solo tienes que ir a lo más profundo de él para hallarlas. Bañadas con la luz de la luna se ven todavía más bellas –Agregó la enigmática guerrera, con un mensaje oculto que esperaba y estaba segura que él lograría encontrar.

Le acercó más la flor invitándolo a tomarla. Kung Lao tenía su boca entreabierta, y después de observar a la dama, fijó su mirada a la flor. La tomó con delicadeza, contemplándola mientras la asía. Después volteó a ver, inconscientemente, a Liu Kang, quizá para ver qué reacción tenía.

Él estaba cruzado de brazos y no hacía más que ver a Hei An dando esa extraña y hermosa flor, notándose muy desconcertado.

– Por ahora solo puedo retribuirte por tu ayuda de esta forma. No quiero que la veas como una simple flor, quiero que la veas como un símbolo de eterno agradecimiento –Dijo ella viendo a Kung Lao; pero esas palabras, en realidad, iban dedicadas a Liu Kang con el fin de hacerle creer que era un simple obsequio "amistoso".

Kung Lao no tenía ni la más mínima idea de por qué Hei An le dio ese presente; no obstante tenía la corazonada de que escondía algo. La dama le dio una última mirada indicándole que eso aún no terminaba.

– Con su permiso –Se despidió ofreciendo una reverencia y caminó hacia el ventanal por donde se adentró.

Liu Kang quiso ofrecerle llevarla hasta la puerta principal, sin necesidad de que saliera a escondidas; pero no lo vio prudente.

Aunque era una persona de confianza para Kung Lao, no sabía que podían pensar los maestros sobre ella.



– Ella sabe lo que hace. Déjala que se vaya –Dijo Kung Lao notando las leves intensiones de su amigo por detenerla. Le inquietaba tan solo pensar que, si se iban juntos, en su trayecto a la salida del lugar, Liu Kang podría extender su interrogatorio a la mujer.

Kang se asomó al ventanal apresurado, esperando verla, pero ésta ya no estaba; no supo que caminó tomó para irse.

El hombre dejó caer las cortinas y se dio la vuelta lentamente pareciendo tratar de asimilar algo.

Kung Lao ya no pudo más, y apenas supo que Hei An se había ido, se dejó caer en su cama, como si antes hubiera estado cargando un pesado lastre.

– Ya no volverá… ¿Crees que en verdad así sea? –Preguntó Kang con un rastro de remordimiento por haberla ahuyentado.

Su amigo lucía devastado tanto física como anímicamente. Le preocupó verlo respirando pesadamente con los ojos cerrados.

– No lo sé –Respondió Kung Lao en voz baja al estar tan debilitado –Déjame solo, por favor –Le pidió, secándose el sudor que caía de su frente para después girar su cabeza ignorando a Liu Kang.

Esa actitud no le estaba gustando nada. Algo malo le estaba pasando, no sabía exactamente si era por la pérdida de sangre que acababa de sufrir o había algo más que lo molestaba.

– Está bien –Contestó decidido a respetar su petición.

Salió de ahí angustiado, ignorando el o los problemas que aquejaban a Kung Lao. Por un momento se sintió culpable porque tal vez le haya molestado que su amiga asegurara que no volvería a visitarlo más.

No podía estar tranquilo, y aunque su lesionado amigo dejó muy claro que necesitaba soledad en ese momento, Liu Kang le pediría más tarde al maestro Yuan ir a verlo.

– Tomará un tiempo para que esté totalmente recuperado, pero ha mostrado mucha mejoría. Mientras tanto, debe estar en reposo absoluto por estos días –Aseguró el maestro luego de una revisión.

No era de extrañarse que Kung Lao no se haya notado contento al escuchar el buen pronóstico del maestro pues, tal vez su salud esté mejor en esos momentos, pero en su mente tenía serios problemas, imposibilitándolo en pensar en otra cosa que no fuera la visita de Hei An, al grado de que esos pensamientos eran un total anestésico para su cuerpo y su conciencia.
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Future's coming from the past - Who's first and who's last?

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